«Por sus ideas y trabajo para advertir los vínculos entre la espiritualidad humana, la justicia social y el cuidado del ambiente», en 2001 fue galardonado con el Right Livelihood Award, conocido también como «Premio Nobel Alternativo».
La esperanza en la institución religiosa la recobró con la llegada del Papa Francisco, a quien envió sus reflexiones para la primera encíclica ambiental del Vaticano. Satisfecho y gratamente sorprendido con «Laudato Si», sostiene que el máximo pontífice debería liderar las negociaciones en la próxima Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP21).
¿Qué significa para el ambiente, para la Iglesia y para las comunidades la existencia de una encíclica ambiental?Leonardo Boff - Hacía falta en la Iglesia una palabra oficial y fuerte sobre la cuestión ecológica. Hasta ahora había solamente intervenciones puntuales. Se sabía incluso que había en la Curia grupos de negadores del calentamiento global. Ahora aparece un Papa más libre de las presiones de la vieja cristiandad y nos entrega una encíclica estupenda, escrita dentro del nuevo paradigma fundado en las ciencias de la vida y de la Tierra. Según este paradigma, todas las cosas del universo están interconectadas porque el universo está hecho de redes de relaciones interdependientes, de tal forma que nadie queda fuera de la relación. Esta visión contemporánea fue asumida valientemente por el Papa Francisco. Ello le confiere una gran coherencia a todos los temas que aborda pues los ve dentro de una visión holística donde todo tiene que ver con todo, en todos los momentos y circunstancias. Por tanto, es natural que la encíclica postule una ecología integral y no solamente ambiental. A excepción de la Carta de la Tierra, ningún documento oficial de la ONU asumió esta visión. Siguen en el paradigma viejo, mecánico, atomizado y compartimentado que impide una convergencia en las discusiones. Con esta encíclica la Iglesia está teóricamente en la delantera del discurso ecológico. Otra cosa es poner todo esto en práctica. Pero hay una referencia teórica que puede ser siempre evocada, favoreciendo prácticas nuevas.
N. A. - ¿Cómo repercute este documento en la vida cotidiana de las personas, particularmente de aquellas que enfrentan dificultades relacionadas con el lugar que habitan y sus condiciones?
L. B. - Especialmente los pobres y los que viven con todo tipo de carencia, especialmente de agua potable, encontrarán en este documento razones para reclamar a los poderes públicos que solucionen sus problemas. La encíclica puede ser una arma de lucha ecológica que no contemple solamente el ambiente, también lo social -sostenibilidad de la convivencia-; lo educacional, para introducir nuevos hábitos más respetuosos en relación con la Madre Tierra y sus ecosistemas; y en lo cultural exigiendo respeto a las tradiciones de los pueblos y a los saberes tradicionales. N. A. - ¿Qué actores se ven llamados a cambiar a partir de esta encíclica? ¿Gobiernos, multinacionales, la misma Iglesia...? ¿Cree que lo harán? L. B. - La encíclica no va dirigida a los creyentes sino a toda la humanidad y a cada una de las personas. Las amenazas que pesan sobre nuestro futuro son tan graves que todos deben aportar a partir de su saber y de su poder. Especialmente los más afectados serán los más grandes analfabetos ecológicos, que son los empresarios y aquellos que para producir devastan la naturaleza. Lo que se exige es un cambio global de comportamiento de cara a la naturaleza que no puede ser tratada como un baúl de bienes y servicios ilimitados, sino como nuestra casa común cuyos límites físicos hemos tocado, y que debe ser cuidada y respetada. De lo contrario podríamos conocer el destino ya recorrido por los dinosaurios.N. A. -Sabemos que colaboró aportando material y visiones a este proyecto, que lo ha esperado largamente y que fue prudente al no pronunciarse hasta poder analizarlo, ¿cumplió con sus expectativas?
L. B. -Después de 30 años de estudio y trabajo en ecología, especialmente participando de la iniciativa internacional de la Carta de la Tierra, me siento completamente contemplado en mis expectativas, hasta sorprendido. Generalmente los documentos oficiales son equilibristas, intentan dar razón a todas las tendencias. Aquí no. El Papa asume una posición y critica respetuosamente las demás, pero sigue rectilíneamente su opción que, desde una mirada científica, es la más contemporánea y más coherente.
N. A. - ¿Qué sigue ahora?
L. B. - Seguimos con más esperanza y con menos desaliento, éste provocado por la falta de conclusiones de las reuniones de la ONU sobre el calentamiento global. No estamos yendo a su encuentro. Ya estamos dentro de él. Que una alta instancia moral nos convoque a trabajar juntos, dado los peligros que enfrentan el sistema-vida y el sistema-Tierra, puede tener una gran fuerza convocante. Lo ideal sería que el Papa fuera personalmente al encuentro en Paris al final del año, reunión que tratará medidas concretas para frenar el calentamiento y que no acaba de despegar. Creo que a partir de ahora serán diferentes las discusiones del tema ecología a todos los niveles.