Dos veces al año los europeos movemos los relojes para seguir el horario oficial que marca una directiva de la Unión Europea. El de invierno entra en vigor el domingo, 25 de octubre, cuando los relojes deben atrasarse una hora a las tres de la madrugada. Los 27 países de la Unión están obligados a hacer el cambio, aunque otros se han sumado a la medida, en total son 75.
La UE, tras encargar varios estudios, decidió hacer del cambio horario una medida permanente en 2001, aunque se venía realizando desde 1981. La directiva correspondiente se adoptó por entender que tener un horario de verano y otro de invierno tiene un impacto positivo en el ahorro energético, el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el ocio.
Sin embargo, desde otros sectores, se niega el conjunto y, sobre todo, la causa principal que es aprovechar más luz solar para ahorrar energía. En España, según los datos del Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE) dependiente del Ministerio de Industria, el cambio de horario entre marzo y octubre representa un ahorro del 5 % en el consumo, lo que se traduce en unos 300 millones de euros, de los cuales 90 millones corresponden a los hogares y 210 al sector terciario y la industria.
Algunas organizaciones ecologistas consideran la medida insignificante porque también lo es el ahorro que supone, al menos en España. WWF dice que «lo que se ahorra en el recibo de la luz por las mañanas, se gasta por las tardes». Su recomendación es que se apliquen normas que penalicen el derroche de iluminación y climatización.
Sin llegar a tanto, el propio IDAE hace una serie de recomendaciones para ahorrar energía en invierno, más elementales pero seguramente más efectivas: renovar el aire en casa sólo durante diez minutos, apagar la calefacción por la noche y siempre cerrar los radiadores que no se precisen, instalar burletes, doble acristalamiento y válvulas termostáticas y mantener la temperatura a 21 grados de día y entre 15 y 17 para dormir.
Cada vez que tenemos que cambiar los relojes, algún experto añade como efecto negativo la repercusión en nuestro ciclo orgánico, pero la mayoría de los médicos no le conceden ninguna importancia. Si lo hay, es temporal. El cuerpo se acostumbra en dos o tres días. euroXpress