Desde Somalia, pasando por Palestina, hasta Ucrania, las guerras someten a millones de niñas y niños al riesgo de abusos durante los conflictos armados.
Los números hablan por sí solos: más de 300.000 niños y niñas soldado sufren explotación en conflictos armados y seis millones padecieron heridas graves o quedaron discapacitados de forma permanente, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Asimismo, se estima que 20 millones de niñas y niños están refugiados en los países vecinos o fueron desplazados en sus propios países a raíz de conflictos y violaciones de derechos humanos.
Además, el último informe del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, publicado el 5 de junio, muestra que en muchos países, la situación de la infancia empeora, en vez de mejorar.
«Todavía hay espacio en la agencia individual para fortalecer las salvaguardas hacia la prevención de la violación de los derechos de la infancia», opina Dragica Mikavida, de la red Watchlist, que reúne a organizaciones no gubernamentales.
«Por ejemplo, desde hace poco, Watchlist presiona al Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU para que cree una política que impida que los países que integran la 'lista de la vergüenza' del secretario general aporten efectivos a las fuerzas de paz en terceros países».
Jo Becker, directora de derechos de la infancia de la organización Human Rights Watch, coincide en que la ONU puede ayudar de muchas formas a mejorar la protección de menores en conflictos armados.
«Cuando los gobiernos o los grupos armados se niegan a aceptar esas medidas y siguen perpetrando abusos, el Consejo de Seguridad puede ser mucho más agresivo a la hora de imponer sanciones como embargos de armas o prohibiciones de viaje y congelamiento de activos contra los líderes de esos grupos», explica. «El Consejo de Seguridad, además, debe derivar esos casos a la Corte Penal Internacional para su investigación y posible procesamiento», añadió.
El año pasado fue uno de los peores para los menores afectados por los conflictos armados a raíz del alarmante aumento de secuestros, en especial masivos, de niñas, niños y adultos en Nigeria, Iraq, Siria y Sudán del Sur.
Además de los secuestros, miles de niñas y niños fueron asesinados en 2014 en diferentes partes del mundo. En Iraq, por ejemplo, 2014 fue el año que dejó más niñas y niños muertos desde que la ONU comenzó a documentar de forma sistemática las violaciones contra menores en 2008, con casi 700 niños asesinados y casi 1.300 secuestrados, y esos son solo los casos registrados.
Asimismo, en Palestina, el número de menores asesinados por las fuerzas israelíes se disparó a 557, más de los que murieron durante las dos operaciones anteriores sumadas.
A fin de redoblar la lucha contra la violencia, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad el 18 de junio la resolución 2225, que fortalece la movilización de la comunidad internacional en apoyo a los menores en conflictos armados y condena su secuestro.
La resolución, presentada por Malasia y patrocinada por 56 estados miembro de la ONU, agrega al secuestro como la quinta violación que puede colocar a una parte en conflicto en la «lista de la vergüenza» del secretario general.
La lista ayuda a un mayor monitoreo de los secuestros y garantiza que las partes responsables queden incluidas. Una vez en la lista, la ONU puede involucrar a los listados en negociaciones sobre planes de acción para impedir esa y otras violaciones.
La gran mayoría de los secuestros son perpetrados por grupos no estatales, como las organizaciones insurgentes Boko Haram y Estado Islámico (EI), que consideran al secuestro masivo de menores como un símbolo de éxito.
Elevar el perfil del secuestro de niñas y niños al más alto nivel, como en una resolución del Consejo de Seguridad, también confiere a quienes trabajan en la protección de la infancia una mayor capacidad para reclamar respuestas en torno a esta violación atroz.
Sin embargo, como dijo la directora ejecutiva adjunta de Unicef, Yoka Brandt, el secuestro suele ser la primera de en una serie de graves violaciones, seguida de violencia y violación sexual, adoctrinamiento, reclutamiento de niños soldado y asesinatos.
«Cada atentado deteriora al niño o niña. Le roba su infancia y amenaza su capacidad de llevar una vida plena y productiva», remarcó Brandt en un debate sobre Infancia y Conflictos Armados, realizado en el Consejo de Seguridad el 18 de junio.
También subrayó la importancia de ofrecer apoyo fundamental a los menores tras ser liberados del cautiverio para que puedan desarrollar una «vida normal». «Esos niños y niñas son víctimas y hay que tratarlos como tal. Soportan inevitablemente heridas físicas y llevan cicatrices psicológicas», puntualizó.
La creación de conciencia sigue siendo un punto fundamental en la lucha contra la brutalidad sufrida por los menores en situaciones de conflicto armado. Las redes sociales han resultado una herramienta valiosa para elevar el perfil público de las atrocidades perpetradas contra niños y niñas, en especial secuestros masivos en contextos como los de Nigeria, Siria e Iraq.
Para Mikavica, de Watchlist, «estas redes sociales contribuyeron a los debates internos de la ONU sobre secuestros de menores, pues el mundo no puede cerrar los ojos a lo que pasó el año pasado».
«Todo eso derivó en medidas concretas del Consejo de Seguridad en el último debate abierto», agregó.
Becker recuerda que las redes sociales resultaron excepcionalmente efectivas para crear conciencia sobre los secuestros masivos de niñas y niños perpetrados por Boko Haram.
Pero insistió que ellas son tan solo una herramienta, no un sustituto de la acción, que sigue siendo el verdadero desafío para la ONU y otras organizaciones internacionales.