Por David Brück, Ministro Consejero, Embajada de Irlanda en Madrid y Daniel Pruce, Ministro Consejero, Embajada Británica en Madrid
La reciente visita de Estado del presidente de Irlanda, Michael D Higgins, al Reino Unido, la primera de un presidente de Irlanda, es un acontecimiento cargado de simbolismo
Nuestro pasado en común ha sido con frecuencia difícil y complejo. Durante demasiado tiempo, el dolor y el sacrificio asociados al advenimiento de la independencia de Irlanda han ensombrecido nuestras relaciones. Sin dejar de reconocer este pasado, la semana pasada nos prestó una oportunidad para dar la bienvenida a la nueva realidad de nuestra relación y, en concreto, a la colaboración, la amistad y el respeto mutuo entre nuestros dos países. En palabras del presidente Higgins, brinda una oportunidad para celebrar que «Irlanda y Gran Bretaña viven a la sombra, y con la protección, la una de la otra».
De algún modo, la visita de la semana pasada ha cerrado el círculo que se abrió con la histórica visita de S.M. la Reina Isabel II a Irlanda en 2011, que constituyó un paso crucial en un viaje más largo de cicatrización y de reconciliación, un trayecto en el que se ha avanzado notablemente gracias al advenimiento de la paz en Irlanda del Norte.
Ciertamente, queda camino por recorrer en Irlanda del Norte y, en palabras del poeta irlandés William Butler Yeats, «la paz viene goteando lentamente». Pero estamos empeñados en este esfuerzo común y en la tarea continuada de prestar nuestro apoyo a quienes deben culminar un difícil camino hacia la paz y la reconciliación, en un marco en el que nunca la confianza entre nuestros Gobiernos, nuestras Administraciones, nuestras empresas y nuestras comunidades había sido ni tan buena ni tan sólida. Como S.M. la Reina Isabel II dijo en su intervención en la cena de gala que tuvo lugar en el castillo de Windsor: «Nos estamos haciendo buenos vecinos, vecinos cumplidores, y nos estamos haciendo mejores amigos; despojándonos finalmente de aquello que nos impedía ver lo mejor del otro».
Esta afirmación pone de manifiesto que, si bien dos Estados soberanos independientes nunca coincidirán totalmente en todos los asuntos, la relación británico-irlandesa pasa por un momento en el que podemos tratar nuestras diferencias de un modo franco y respetuoso, y valorar las mismas en el marco de una relación que, para ambos, es inmensamente positiva.
Pensando en Europa, quizá convenga señalar que la visita de Estado se ha producido en un momento en el que el Reino Unido, Irlanda y otros países europeos conmemorarán en breve plazo el centenario de la Primera Guerra Mundial y recordarán a todos esos millones de personas que acudieron a los campos de batalla europeos y nunca regresaron a sus casas. Con la colocación de una corona de laurel en la tumba del Soldado Desconocido, en la abadía de Westminster, el presidente de Irlanda no solo expresaba su reconocimiento por los 50.000 irlandeses que murieron vistiendo el uniforme británico, sino por la más amplia tragedia europea.
Un siglo después, en el Reino Unido y en Irlanda se reconoce que nuestra común participación en la Unión Europea ha dado lugar a un valioso contexto de reciprocidad e interdependencia, en el que hemos sido capaces de desarrollar, recomponer y, finalmente, reforzar nuestra relación bilateral.
En un sentido más amplio, la visita de la semana pasada subrayó los sólidos y firmes lazos que nos unen, incluyendo los extraordinarios flujos comerciales y de inversión que discurren por el mar de Irlanda. El Reino Unido sigue siendo el primer socio comercial de Irlanda, situándose las exportaciones irlandesas al Reino Unido en su nivel más alto de todos los tiempos, al tiempo que Irlanda representa para el Reino Unido su quinto principal mercado, mayor incluso que los mercados chino, indio y brasileño juntos. Los beneficios que se derivan de estos intercambios comerciales son enormes para ambos países y generan 200.000 empleos en Irlanda y aproximadamente 208.000 en el Reino Unido.
Esta visita nos ha permitido rendir homenaje al papel especial que en la vida del Reino Unido han jugado generaciones de emigrantes irlandeses. Con ello, Irlanda y el Reino Unido han mostrado su respeto a las generaciones de hombres y de mujeres que abandonaron Irlanda para vivir y trabajar en Gran Bretaña, así como a los muchos británicos que les dieron la bienvenida a su nuevo hogar, donde dejaron su impronta en el paisaje de grandes ciudades británicas como Liverpool, Glasgow, Manchester y Londres. Hoy en día, la comunidad irlandesa está representada en todos los grupos sociales del Reino Unido y constituye el corazón que riega esta relación anglo-británica en evolución. Así, por ejemplo, aproximadamente 50.000 consejeros de sociedades y empresas británicas nacieron en Irlanda, y muchos otros irlandeses siguen realizando su aportación en las empresas, la actividad política, los servicios públicos, el arte, el espectáculo, el deporte y en otros muchos aspectos de la sociedad británica. Del mismo modo, son muchos los británicos que viven y trabajan en Irlanda, donde conforman la principal comunidad extranjera.
Naturalmente, los vínculos que existen entre nosotros son extraordinariamente variados hallándose efectivamente presentes en la vida diaria de nuestros ciudadanos. Anualmente, unos tres millones de británicos viajan a Irlanda como turistas, al tiempo que son innumerables los irlandeses que se desplazan hasta el Reino Unido para visitar a amigos y parientes o incluso para acudir a sus clubes de fútbol favoritos. La música, la televisión y la cultura británicas gozan de una gran popularidad en Irlanda, al tiempo que son muchos también los escritores, los actores y los artistas irlandeses que desarrollan su carrera y cosechan triunfos en Gran Bretaña donde han adquirido gran fama muchos locutores y humoristas. Estos vínculos son reflejo de la viva y saludable relación que existe entre nuestros pueblos, una relación ésta que estamos ciertamente convencidos de que se verá aun más reforzada por la visita de Estado del presidente Higgins.
Cuando durante la visita vimos el paseo en carruaje del presidente de Irlanda por las calles de Windsor, aclamado por multitudes de espectadores, tanto británicos como irlandeses, nuestros pensamientos nos llevaban a un futuro de respeto mutuo, estrecha asociación y amistad sincera en la relación entre Irlanda y el Reino Unido.