Tengo que decir que he podido disfrutar (como decenas de miles de personas) de esa bellísima Great Black Music en la Cité de la Musique. Allí, los discursos de Martin Luther King o de Nelson Mandela se explicaban en las voces de Miriam Makeba; en la música cubana que creemos tan nuestra, por el idioma; en el soul, el tecno de Chicago o en blues de John Lee Hooker; en la africanidad relajante de Ali Farka Touré; en la música brasileña, inexplicable sin la influencia africana. Esa GBM hacía referencia a otros campos, a la inventiva intelectual o al deporte. Ah, mi ídolo infantil, Muhammad Ali/Cassius Clay. Tengo un libro de frases suyas, lanzadas como rayos en apariciones públicas o al final de sus combates, que son análisis fulgurantes de la sociedad estadounidense de los años 60 y 70 del siglo pasado. Brillan por su intuición increíble.
Siempre he creído que todo eso forma parte de mi concepción del mundo. Y algunos nombres, no sólo musicales o deportivos, sino también políticos, como Toussaint Louverture, Angela Davis, Nelson Mandela, Franz Fanon o Martin Luther King (aunque contradictorios), me han influido en lo más profundo.
Por eso, en la jornada de hoy, aniversario de la derrota nazi en París, creo que si los republicanos españoles han podido volver a la foto de esa batalla histórica por la libertad, es de justicia ir recuperando a otros olvidados. Muchos miles de negros, africanos o afroamericanos, estuvieron también en las batallas de la liberación de Europa, en París, pero fueron apartados del relato oficial. El mundo colonial trató de seguir después como si no hubiera sucedido nada.
Algunas voces, como el diario Libération, se han preguntado por qué. Resulta que en las fotos de 1944 aparecen pocos soldados negros. Se sabe que eran numerosos tanto en las tropas de origen colonial francés como en el ejército de Estados Unidos. En realidad, en ese país la segregación racial era moneda corriente y los jefes militares la ordenaban también en las unidades militares.
Y ordenaron hacer lo mismo a los mandos franceses que luchaban contra los nazis. Tenían que seguir sus normas en ese sentido. Lo que no resultaba difícil teniendo en cuenta la mentalidad de la época y que eran los americanos quienes proporcionaban las armas a las unidades gaullistas y de la resistencia. Pero el «olvido» segregacionista fue más allá. En la primera exposición fotográfica sobre la Liberación de París, que tuvo lugar apenas unos meses después en la misma capital francesa (en noviembre de 1944, cuando la guerra no había acabado), entre 1500 fotografías seleccionadas sólo en una aparecía un negro: Georges Dukson, gabonés, a quien se pudo ver cerca del general De Gaulle en su recorrido triunfal por los Campos Elíseos.
Y ahora vemos también que había –al menos- un soldado negro en la rendición de la Kommandantur alemana. Había más, pero consta que hubo ciertas exigencias estadounidenses para que se blanqueara el testimonio gráfico de aquellas tropas. Aunque el 60 por ciento de los soldados franceses de las fuerzas aliadas fueran, como era el caso, de origen africano.
El blanqueo obligatorio tuvo lugar asimismo en la 2ª División Blindada, en la que se integraba la novena compañía formada por republicanos españoles. El mando norteamericano había enviado su directiva segregacionista a la 2ªDB en 1943, dice la historiadora Christine Levisse-Touzé: «Cuando el general Leclerc crea su división cerca de Casablanca, él es un rebelde. Rompe el principio sacro-santo de la obediencia al ejército francés (*aún atado oficialmente al régimen colaboracionista de Petain) y se siente obligado a aplicar las directrices americanas. Porque los Estados Unidos arman y equipan a la 2ª DB».
Hasta 1948, por orden del presidente Harry Truman, no terminará la segregación (formalmente, no tanto en la realidad) en el ejército estadounidense. Se tenía a los negros por seres infantiles, incapaces de combatir en una unidad tecnificada, por ejemplo, en la división blindada de Leclerc. De modo que éste apartó a 3603 soldados negros provenientes de las colonias francesas. Tuvieron que elegir entre abandonar las tropas aliadas o integrarse en unidades de infantería. Sólo uno, Claude Mademba Sy, senegalés de origen, pudo permanecer porque tenía formación superior, había nacido en Versalles y disfrutaba de la nacionalidad francesa. Claude Madema lo contó así: «Entonces, los aliados decían que los negros eran demasiado torpes para ir en los tanques. Los «chadianos», como los llamaban a todos, eran enviados a la 1ª División Francesa Libre, para participar como infantería en la campaña de Italia. A mí, el general Leclerc me dejó a su lado porque tuvo en cuenta mis circunstancias. De ese modo, pude estar en el desembarco de Normandía, en Utah Beach, el 2 de agosto de 1944». Claude Mademba Sy falleció hace pocos meses (en abril), por lo que tampoco podrá participar en el 70 aniversario de la Liberación de París.
La historiadora Christine Levisse-Touzé cree, sin embargo, que Mademba Sy no pudo formar parte verdadera de la 2ª DB. «Quien aparece en esas fotos», dice, «puede ser un conductor negro estadounidense», al tiempo que afirma que al general De Gaulle no le importaba si se veían soldados negros a su lado y que no puede ser culpado por las directrices de los mandos de Estados Unidos.
En cualquier caso, los ejemplos de Claude Mademba Sy y de Georges Dukson (llamado el León del Distrito 17 de París) son el testimonio de otros muchos. ¿Cuántos? En una foto de aquellos días, recuperada por Eric Lafon (conservador de museo) se ve cómo un suboficial francés «invita» a Dukson a apartarse del cortejo que acompaña al general De Gaulle victorioso. Vergonzosa invitación.
La Francia colonial de entonces era racista de un modo distinto a Estados Unidos, pero quizá no era menos racista. Y si hemos podido recuperar la justicia histórica, para que los republicanos españoles vuelvan a las imágenes de la memoria colectiva de la Liberación, quizá es la hora de agradecer a los soldados negros (franceses, africanos, británicos o estadounidenses), su contribución a la Libertad y a la derrota de los nazis. Por eso hoy, que estoy en París para recrear con otras personas el recorrido que rememora la entrada de La Nueve, pienso participar también cantando otras emociones de mi propia memoria. Tras silbar el Himno de Riego, a lo mejor me atrevo a cantar el Boum, boum! de John Lee Hooker.