El uso de las bombas de barril viola la Resolución 2139 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que el 22 de febrero ordenó al gobierno y a los numerosos grupos insurgentes, en guerra desde marzo de 2011, que cesaran el uso indiscriminado de las bombas de barril en las zonas pobladas. En cambio, las fuerzas gubernamentales intensificaron ese tipo de bombardeos.
En los días que hemos pasado en la ciudad este mes, hemos oído con frecuencia el estruendo de las bombas tanto de día como de noche y hemos visitado varios sitios poblados que habían sufrido bombardeos recientes. Era normal ver a las unidades de defensa civil organizadas por la comunidad que intentaban extraer a sobrevivientes de los escombros, aunque muchas veces sin éxito.
A fines de julio, un informe de Human Rights Watch señalaba que la organización de derechos humanos había identificado mediante imágenes de satélite ''al menos 380 sitios dañados» por las bombas «en zonas de Alepo bajo control de grupos armados no estatales'' entre el 31 de octubre de 2013 y el 22 de febrero de este año.
Desde entonces, HRW ha identificado más de 650 marcas de impacto provocadas por las bombas en esas zonas, lo que implica un incremento considerable.
El 16 de julio fue uno de los días más mortíferos de los últimos meses en la ciudad, cuando los bombardeos mataron a 68 civiles, según el Centro de Documentación de Violaciones a los derechos humanos en Siria. La institución también señalaba que entre el 22 de febrero y el 22 de julio los ataques aéreos provocaron la muerte a 1.655 civiles en la provincia homónima de Alepo.
Un funcionario del ayuntamiento de Alepo nos dijo que quedan menos de 400.000 habitantes de los aproximadamente 1,5 millones que tenía antes la zona metropolitana de la ciudad, y añadió que la mayoría de los que habían huyeron en los últimos meses se refugiaron en otras partes del país.
Todos los meses se vuelve a contar el número de habitantes para calcular la cantidad de alimentos y otros elementos que se solicitan a las organizaciones donantes, dado el enorme desplazamiento de población en curso, explica.
La única carretera que conduce a la frontera con Turquía, en poder de la insurgencia, corre peligro de caer bajo el control del extremista Estado Islámico de Iraq y el Levante (ISIS), aun cuando los grupos armados de la oposición logren contener el avance de las fuerzas del gobierno.
Las fuerzas de Al Assad procuran imponer el estado de sitio en las zonas de Alepo bajo control rebelde para forzar su rendición, como hicieron con otras ciudades en el resto de Siria.
La expulsión del yihadista ISIS de extensas zonas que no están bajo control del gobierno fue posible exclusivamente gracias a la lucha de la insurgencia, y es probable que muchos de los insurgentes sean ejecutados si el grupo fundamentalista entra de nuevo en la ciudad, una posibilidad que contaría con el consentimiento oficial.
El gobierno no arrojó bombas de barril contra el ISIS ni sobre el territorio en su poder. De hecho, hasta hace poco las fuerzas armadas sirias solo atacaron en escasas ocasiones las zonas controladas por ese grupo.
Desde que el ISIS tomó el poder en la ciudad de Yarabulus, perteneciente a la provincia de Alepo, «no hubo un solo ataque» del gobierno en esa zona, asegura un activista local que ahora vive en la vecina Turquía, después de que se sospechara de que «había hablado negativamente» del grupo extremista.
En cambio, los cilindros llenos de TNT que arrojaron las fuerzas gubernamentales sirias en los últimos meses destruyeron la escasa capacidad productiva que le quedaba a la ciudad, conocida mundialmente por su jabón de aceite de oliva y sus textiles, entre otros productos locales.
Aya Jamili, otro activista que refugiado en Turquía, nos dijo que las pocas empresas que se habían mantenido en funcionamiento en Alepo durante los sucesivos años del conflicto se trasladaron al vecino país en los últimos meses con sus equipos, su inversión o ambas cosas, para empezar de nuevo.
Muchas de las actividades necesarias para la supervivencia cotidiana de Alepo se realizan ahora bajo tierra. Las unidades de defensa civil han transformado estructuras subterráneas en refugios, donde también se celebró el final del mes sagrado del ramadán, a finales de julio. Toda congregación en la calle habría llamado la atención del gobierno.
Muchas personas han trasladado sus viviendas a los sótanos, como hicieron algunos medios de comunicación y panaderías, que trabajan por la noche para no convertirse en blanco de los ataques.
Las frutas y verduras se venden en puestos callejeros en las calles más cercanas a las zonas del gobierno, que son más seguras porque las fuerzas gubernamentales no arrojan las bombas de barril cerca del territorio bajo su control, ya que no se puede determinar con precisión dónde caerá esa munición.
Sin embargo, aún existe el constante riesgo de los francotiradores y, para reducir al mínimo su visibilidad, en algunas calles se colgaron grandes lienzos, que ahora están acribillados a balazos.
Las calles más alejadas, otrora bulliciosas y congestionadas por el tránsito y la gente, parecen desoladas tierras baldías.
En el camino que conduce fuera de la ciudad cayeron dos bombas de barril en rápida sucesión mientras recorríamos esa área. «Los helicópteros solo llevan dos cada uno, así que eso será todo por el momento'', aseguró el conductor. Pero en seguida, un tercer y ensordecedor impacto sacudió los alrededores.
Más adelante en la carretera, los carteles que indican el camino a «Sheikh Najjar, ciudad industrial» están llenos de agujeros de bala, y a la distancia se observa un escenario apocalíptico de edificios en ruinas.