Los emocionados integrantes de la Orquesta Juvenil de Caracas y de la Escuela de Música de Bonn interpretaron el tercero y cuartomovimientos de la famosa sinfonía que Beethoven (1770-1827) completó en 1808, en un breve concierto-taller bajo la batuta de Andrés Rivas, un venezolano de 23 años.
Fue, junto con un concierto formal de la orquesta caraqueña dirigida por otro joven, Dietrich Paredes, uno de los últimos espectáculos del prolongado festival, que se inauguró el 7 de septiembre y que finalizará este domingo 7, con el que Bonn, la otrora capital de la hoy desaparecida República Federal de Alemania, rinde homenaje al más famoso de sus hijos.
La edición de este año del festival involucró a unos 2.000 artistas en un total de 174 presentaciones, en disciplinas como teatro, danza, vídeo y hasta rap, además de música clásica, y recibió a 70.000 visitantes, que se suman al público de Bonn y cuadruplican con sus gastos la inversión que hace la ciudad, según nos explicó a los periodistas la directora del festival, Ilona Schmiel.
El presupuesto es de 5,1 millones de euros, de los cuales 1,6 millones son fondos públicos y el resto autofinanciación, precisa Schmiel. Una entrada para el espectáculo cuesta unos 47 euros, pero la entrada al taller de la orquesta que reunió a venezolanos y alemanes apenas cotó nueve euros.
«Ha sido la mayor orquesta reunida en esta edición», comentó Schmiel, antes de anunciar, junto al creador del sistema venezolano de orquestas juveniles, José Antonio Abreu, que en 2014 el Festival Beethoven se efectuará simultáneamente en Bonn y en Caracas.
La carta de presentación de Venezuela es un sistema de éxito conformado por 288 orquestas y 400 coros, integrados por casi 400.000 jóvenes dirigidos por 15.000 profesores, pero en el que destacan 30 agrupaciones musicales con características profesionales, rasgo ya prácticamente adquirido por la que se presentó en Bonn junto a sus pares alemanes.
Antes de esta ciudad, la orquesta venezolana visitó Ravello (Italia), Praga, San Petersburgo, Gante (Bélgica), y Viena. En esta última urbe pusieron el broche de oro al centenario del Konzerthaus (Casa de conciertos) de esa meca sinfónica.
«Esta gira ha sido un gran paso para el apalancamiento del sistema (de orquestas de Venezuela) en el mundo sinfónico. Han saludado y aplaudido sus presentaciones en teatros que están entre los mejores del mundo públicos muy exigentes», destacó Eduardo Méndez, director ejecutivo de la fundación que desarrolla el sistema.
El taller-concierto con jóvenes y niños alemanes apenas es una muestra del tejido de intercambios, recordó Méndez. «Se desarrollan con agrupaciones y escuelas musicales de países europeos como los nórdicos, Escocia, Alemania, Austria e Italia, y hasta en Japón y Corea hay núcleos para ello», indicó.
Abreu, por su parte, subraya que la cooperación ya está en marcha con países de América Central, México, Perú, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay.
La experiencia venezolana «prácticamente es que en cada pueblo, así como hay una estación de policía, de bomberos, o una Plaza Bolívar, haya también un núcleo del sistema de orquestas infantiles y juveniles», nos dice Méndez.
«Hemos aprendido de Abreu y del sistema venezolano que todo niño, niña o joven puede aprender a tocar un instrumento. Una característica venezolana es que los encuadra en orquestas, dándole sentido de conjunto al desarrollo de cada uno», observa Schmiel.
Dos claves de la experiencia venezolana, según la directora del festival de Bonn, son la integración de los músicos noveles en orquestas, pues»ese trabajo en grandes grupos desarrolla a la vez la disciplina y el espíritu de equipo», así como «la prioridad de lo social, que todos puedan». «La conformación de este proyecto no es eminentemente artística, sino de un altísimo contenido social. La mayoría de los muchachos que acuden al sistema son de origen muy humilde, han vivido en condiciones de exclusión, pero son precisamente incluidos a través del arte y la actividad orquestal», coincide Méndez.
El sistema «también se ocupa del uso del tiempo libre de los adolescentes, con resultados a corto plazo en el aprendizaje de un instrumento y valores implícitos en la actividad orquestal como la disciplina, el trabajo en equipo y la autoestima», agrega. «Son muchachos que se ven dignificados y recompensados al ser aplaudidos, en su pueblo o en un escenario nacional o internacional. Esa enorme cantidad de niños, niñas y jóvenes conforman la cantera que produce orquestas como éstas, saludadas en cualquiera de estos escenarios clásicos».
Junto al éxito de crítica está el de público. En Gante debió cambiarse el escenario que tenía 1.150 localidades por otro con capacidad para 2.200. En San Petersburgo actuaron en el teatro Mariinsky, de Praga en el festival Dvorak, y en Bonn llegó la ocasión de retribuir, mediante una interpretación conjunta con alumnos de las escuelas de música.
¿Qué diría Beethoven? se pregunta Schmiel. Seguramente estaría encantado. «Beethoven fue por delante de la época en que vivió. Sus creaciones fueron innovadoras, él mismo fue una persona innovadora. Es nuestro mejor embajador para tender puentes con otros países, como Venezuela, y muy especialmente cuando avanza el siglo XXI», .