Barroso ha asegurado que es vital gestionar «los costes de la recesión económica de forma socialmente responsable, en particular su impacto en las personas». En la Conferencia de Embajadores celebrada en Lisboa, el presidente de la Comisión Europea ha apostado por seguir con las reformas, pero acompañadas «de mayor solidaridad a nivel europeo».
Consciente de las repercusiones negativas en el crecimiento y en el empleo en los países del euro más azotados por la crisis, Barroso se muestra ahora abierto a «analizar la finalización de los programas y hacer ajustes y los cambios necesarios para minimizar los costes sociales» de la crisis.
El jefe del ejecutivo comunitario reconoce que «existe un desequilibrio entre los mecanismos de control y disciplina y los instrumentos para la cohesión y la solidaridad», aunque insiste en que el objetivo «es reformar nuestro modelo de economía social para que podamos preservarlo de forma más eficaz y abordar los requisitos en un mundo nuevo, mucho más competitivo».
Con todo, Barroso defiende la actuación de la UE ante la crisis y asegura que los inversores ya no temen el fin de la zona euro: «cuando los líderes europeos dicen que harán todo lo necesario para salvaguardar la integridad del euro, están de hecho hablando en serio», afirmó, después de constatar que la crisis ha evidenciado una «construcción imperfecta» de la unión monetaria y económica».
La constatación de Barroso ahora es que «a juzgar por las tasas de crecimiento en los últimos años» ninguna economía europea estará entre las diez principales a nivel mundial en 2050 y ha defendido que resulta «más necesario que nunca tener un polo europeo en un sistema internacional multipolar para el futuro».