¿Podría trazar las líneas generales de CNFI?
Nasser Boladi: Se trata de la coalición de árabes, turcos azeríes, baluches, kurdos, lores, turcomanos... así hasta 14 pueblos iraníes en total. El de Teherán es un régimen basado en la exclusión que solo reconoce la nación persa y el chiismo, pero Irán es un mosaico de etnias en el que no hay mayorías, todos somos minorías. El CNFI ha de ser un vehículo para provocar un cambio hacia un Estado federal y laico en el que se reconozcan los derechos de todos.
¿Qué supone un mayor handicap en Irán, la etnia o la confesión religiosa?
NB: La diferencia étnica supone un obstáculo mucho más grande que la religión. Incluso grupos de la oposición reconocen la diversidad religiosa pero cierran los ojos ante una realidad evidente, la de que Irán es un Estado multinacional.
De momento, Irán parece ajeno a los cambios experimentados por todo el norte de África y Medio Oriente. ¿Lo está en realidad?
NB: Ya en 2007 mantuvimos varias reuniones en el Parlamento Europeo para trasladar a Occidente que, el día que el cambio llegue a Irán, ha de evitarse a toda costa lo que ocurrió con la llegada al poder de (el ayatolá) Ruholá Jomeini en 1979.
En mayo de 2009 hubo manifestaciones contra el régimen en Zahedan (Baluchistán Occidental). Las elecciones generales se celebraron un mes más tarde con lo que el desencanto general fue catalizado por la llamada «marea verde» capitaneada por Hussein Moussavi. Todo se resumió en una disputa electoral vacía de contenido porque Moussavi nunca tuvo intención de desafiar el modelo de Estado implantado por Jomeini. Entre otras cosas, tampoco incluía la cuestión de las nacionalidades en su agenda.
Está claro que muchos de los cambios en el norte de África y Medio Oriente han sido forzados, e incluso han tenido consecuencias indeseables como la aparición del (extremista grupo del) Estado Islámico (EI). No obstante, tanto el Estado Islámico como los ayatolás están condenados a desaparecer porque ninguno de los dos sistemas es capaz de resolver los problemas del pueblo.
En agosto de 2013 Hasán Ruhaní sustituyó a Mahmoud Ahmadineyad en la Presidencia iraní. ¿El cambio fue para mejor?
NB: Desde que Ruhaní llegó al poder ha habido más ejecuciones y más represión, algo que, por otra parte, todos esperábamos. La pena de muerte sigue aplicándose en casos políticos en los que los ejecutados son comúnmente acusados de «enemistad hacia dios». No ha pillado por sorpresa a nadie porque, además de ser un mulá, Ruhaní también ha sido miembro del aparato de seguridad iraní durante 16 años. A menudo ha prometido derechos lingüísticos y/o culturales para baluches, kurdos y etcétera, pero seguimos esperando.
¿Apoyaría una intervención militar respaldada por Occidente?
NB: Occidente ni siquiera está hablando con nosotros por lo que no podríamos apoyar una acción que nunca se ha discutido, y cuyo diseño desconocemos. Así las cosas, no tenemos ninguna posición al respecto, ni a favor ni en contra. De lo que si estamos convencidos es de que Occidente puede desempeñar un papel importante a la hora de impulsar un cambio democrático.
El largo proceso de negociaciones con Irán en Suiza sobre la cuestión nuclear ha finalizado con un acuerdo preliminar.
NB: Hablamos de un sueño largamente acariciado por Teherán, un proyecto que precede a los ayatolás (jefes espirituales). Se podrá aplazar en el tiempo pero Irán obviamente busca convertirse en una potencia nuclear, algo que puede ocurrir en 10 meses o en 10 años.
Viene de una región que ha visto un incremento de movimientos insurgentes baluches en los últimos años, algunos de los cuales suscriben una visión radical del Islam suní. ¿Ha germinado la semilla yihadista entre los baluches de Irán?
NB: Históricamente los baluches nunca permitieron que ni el zoroastrismo ni el Islam interfirieran en su vida política y social pero la secularidad baluche está hoy en peligro por la constante injerencia de persas, punyabíes y pastunes, las sociedades dominantes en Irán, Pakistán y Afganistán. Actualmente es difícil saber si hablamos de nacionalistas baluches al estilo de los grupos operativos en Baluchistán Oriental (bajo control de Pakistán), o de extremistas islámicos ya que su discurso parece debatirse constantemente entre ambas ideologías.
Como sea, la insurgencia contra el gobierno central en Irán tiene una larga historia entre los baluches. Incluso recordamos episodios recientes de nuestra historia en los que baluches chiíes luchaban contra Teherán. Esta es una prueba elocuente de que su agenda es de corte nacionalista. Paradójicamente, Teherán tiene una gran responsabilidad del aumento del extremismo suní, tanto en Kurdistán como en Baluchistán.
Teherán incluyó entre la élite a mulás sunís a través de dinero y poder para disolver un ideario comunista profundamente arraigado entre kurdos y baluches iraníes. No obstante, Jomeini no hizo más que dar continuidad a una política introducida en la región por los británicos. Ellos fueron los primeros en utilizar el islam como una herramienta política para contrarrestar la expansión soviética.
Sobre el EI, muchos afirman que Irán también ha participado en la creación de este grupo extremista, tal como Iraq, apoyando a células extremistas para fracturar a la sociedad suní iraquí y alejarla del poder tras la invasión del país en 2003.
NB: El régimen teocrático en Irán apoya indirectamente a elementos extremistas y, al mismo tiempo, los controla para impedir que moderen su discurso y se unan a otras fuerzas políticas y/o religiosas moderadas, liberales y democráticas en Irán. Irán y Pakistán cooperan para crear una inestabilidad controlada a través de grupos extremistas islámicos, pero también para crear unas dinámicas políticas artificiales que distorsionen la lucha legítima por la soberanía y la autodeterminación de los baluches.
Geográficamente, Baluchistán permite el acceso al mar, algo que los grupos extremistas ansían. La división geopolítica de Baluchistán, entre Afganistán, Pakistán e Irán, permite a los diferentes grupos comunicarse entre ellos, moviéndose libremente por sus fronteras hacia la Península Arábiga y más allá, siempre con el apoyo y el consentimiento tácito de Teherán e Islamabad.
Usted ha dicho que Baluchistán Occidental se ha convertido en «un coto de caza». ¿Puede explicarlo?
NB: Es un coto de caza para las fuerzas de seguridad iraníes. Incluso un comandante de la Mersad (fuerzas de seguridad desplegadas en la región) llegó a admitir abiertamente que había recibido órdenes de matar a los baluches, y no arrestarlos.
Muchas de nuestras localidades han sufrido una búsqueda casa por casa. Resultado de estas y otras arbitrariedades ha sido la desaparición o huida de muchos de muchos de nuestros jóvenes, quedándose únicamente los ancianos en las aldeas.
Nuestra población sigue disminuyendo inexorablemente desde tiempos de la dinastía Pahlevi (1925-1979), y organizaciones como Human Rights Watch han denunciado que nuestra región ha sido víctima de una asimilación sistemática que busca provocar un desequilibrio demográfico.
Hace menos de un siglo nuestra región se llamaba «Baluchistán». Después se convirtió en «Baluchistán y Sistán»; luego «Sistán y Baluchistán»... El plan es finalmente llamarlo «Sistán».