Kong la movilización callejera quiere hacer avanzar las libertades, en París las últimas manifestaciones tuvieron un sentido reaccionario y opuesto a las aperturas sociales. Resulta paradójico, este regreso de la oleada La Manif pour tous (LMPT), que se fraguó como agrupamiento de colectivos diversos opuestos al matrimonio entre personas del mismo sexo. No lograron evitar la ley Taubira (por el apellido de la ministra) que lo autoriza, pero ahí siguen.
Por Paco Audije
La profundización democrática y la transparencia política vienen de la mano (bondadosa) de las nuevas tecnologías. Ahí tienen ustedes una leyenda imbatible, un gran cuento de hadas del siglo XXI que recrea (utiliza) ciertas mitologías utópicas del XIX. Respecto al periodismo impreso, no queda sino acordar su hora de cierre. Triunfará el bien. No sé si terminará siendo así, pero deberíamos mirar de cerca los intereses de los nuevos profetas de las llamadas redes sociales, del periodismo y de la cultura digital. Tras sus ojos de Caperucita, una cierta mirada más propia de lobos.Mientras en algunos lugares de Estados Unidos, la población se moviliza de nuevo contra el racismo mortal de algunos comportamientos policiales, en Francia se celebra estos días el 70 aniversario de la Liberación de París. Y eso sucede justo el mismo día, en que se clausura una exposición magnífica titulada «Great Black Music» (GBM), donde los sonidos de origen africano más insertos en nuestra cultura se unen a los relatos de las luchas contra la segregación, el apartheid y la esclavitud. Me parece una coincidencia llena de significado.
«C'est par des informations étendues et exactes que nous voudrions donner à toutes les intelligences libres le moyen de comprendre et de juger elles-mêmes les évènements du monde» (JEAN JAURÉS)
Hoy hace cien años fue asesinado Jean Jaurès, periodista y socialista. Intentó poner en marcha mecanismos de solidaridad, la huelga de los trabajadores por encima de sus proclamadas patrias, para evitar lo que no pudo evitar: la Primera Guerra Mundial.En su fuero interno, los periodistas actuales son escépticos sobre la panoplia (variopinta) de soluciones (milagrosas) que se ofrecen, aquí y allá, para «salvar» los medios de comunicación (digitales o tradicionales). En esa milagrería se incluye siempre una cierta jerga obligatoria que estigmatiza sobre todo a los medios «tradicionales», sobre todo a los impresos, a los que se condena a una pena capital ya inminente. Con el miedo en el cuerpo, juntos de la mano hacia el cierre definitivo.
Si Borges dijo que no podía imaginar un mundo sin libros, a mi no me gustan las amenazas contra el libro impreso. Y aunque paso horas y horas navegando (bonita palabra), haciendo búsquedas, leyendo y escribiendo en dispositivos electrónicos diversos, creo que el libro impreso sigue siendo imprescindible. Es una aspirina que despeja mi cabeza después de la borrachera digital.
Un gran amigo, de los mejores, que es además un lector múltiple y de calidad, se extraña de que no publique en varios días. Le respondo que estuve ocupado en otros asuntos, algunos familiares. También en actividades relacionadas con la defensa de la pluralidad periodística y en campañas de defensa de los medios audiovisuales públicos, así como de los pequeños medios cooperativos y comunitarios.