De vez en cuando, los que han sido –o son aún- medios de referencia pierden la cordura. Es el caso del diario Le Monde en su editorial fechado el martes 24 de noviembre. Para criticar los fallos que ha podido haber en la investigación de los atentados de París, Le Monde culpa a Bélgica. Lo señala como un país «en el que se produce una ausencia regular del poder y de sus siete parlamentos» (mirada jacobina donde las haya).
Hablamos con el profesor Andrea Rea de la Universidad Libre de Bruselas
La relación de los procesos de desindustrialización con el aumento de las desigualdades no ha merecido la reflexión que merecía en Europa. Por eso recupero aquí una entrevista que hice hace tiempo (el 8 de mayo) al prestigioso profesor e investigador social, Andrea Rea, de la Universidad Libre de Bruselas. Sus respuestas se refieren también a los procesos migratorios, a la forma en la que se disputa la riqueza o cómo se producen actualmente las luchas sociales.
Cuando España se adhirió al proyecto europeo, el muro seguía en Berlín. Un año después lo crucé a pie con mi hermano Antonio, que entonces vivía en «Alemania Occidental». Era un país que tenía aún su soberanía limitada por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial. Entonces, atravesamos con un visado de tránsito «la Alemania del Este» en un automóvil matriculado en la RFA.
La nefasta política de la austeridad y el consiguiente aumento de las desigualdades sociales golpean el proyecto europeo. Y como decíamos en la primera parte de esta reflexión, producen evoluciones diversas (y contradictorias) en el panorama político de diversos países. En algunos de ellos, ese cambio en el paisaje anterior de las fuerzas políticas en presencia tiene mucho que ver con el mayor debate sobre la corrupción.
El espectro político europeo se altera –o se renueva- con la aparición de una izquierda social inédita, pero también con el refuerzo alarmante de los populismos de extrema derecha y de diversos nacionalismos, no todos equiparables. El incremento de las desigualdades sociales configura el trasfondo de esos cambios.
«Cada cierre se convierte en una tortura porque los otros ya no están aquí. Pasar la noche en medio del insomnio, llamando a los que desaparecieron, preguntándose, ¿qué habrían hecho Charb, Cabu, Honoré, Tignous ? Es agotador». Esas palabras pertenecen a la entrevista que Luz ha concedido al diario Libération, que da asilo en sus locales a los restos de la redacción de Charlie Hebdo desde la matanza de enero.
El Movimiento Europeo (CFEME, según las siglas de su rama española) me había pedido un artículo «sobre la libertad de expresión como valor europeo en relación con los atentados de Charlie Hebdo y tras la unión que se vio al respecto entre los dirigentes de los 28 estados miembros». Basándome en esas dos ideas, envié el texto el 26 de marzo, fecha límite que me habían marcado. Lo titulé «Europa: la libertad de expresión, entre la hipocresía y la rutina».