En la capital de Rumanía, jóvenes arquitectos y artistas decidieron reformar e instalarse en casas históricas para crear proyectos socioculturales. En un contexto económico y social limitado, son muchos los jóvenes que decidieron dejar su curro y dar una mano de pintura a la vida cultural de Bucarest renovando el espacio de una casa, generalmente una casa antigua de más de un siglo. Estos lugares ofrecen un espacio alternativo a los jóvenes artistas, lejos de las galerías elitistas y de los conciertos demasiado caros.