Tres años antes de la fecha marcada 2015, se ha cumplido la meta de reducir a la mitad la proporción de las personas que no tienen acceso al agua potable. Demuestra que los ODM no eran un sueño, que se pueden cumplir si hay una suficiente voluntad política. Esa es la buena noticia, pero queda una mala, el saneamiento que era la otra mitad de ese Objetivo y no se va a conseguir.
La 17 Conferencia del Clima de la ONU (COP 17) que se celebra en la ciudad sudafricana de Durban no parece que vaya a tener un final feliz. Acaba de comenzar, apenas lleva un día, han acudido miles de delegados de unos 200 países, pero los grandes emisores no están dispuestos a llegar a ningún acuerdo que sea vinculante. La UE es la única que ha preparado propuestas serias, realizables y que podrían mitigar el cambio climático de alguna manera pero no lo va a llevar adelante sola. Si los demás países no se comprometen la UE tampoco lo hará.
La agencia de calificación avisa de que podría rebajar la deuda de hasta 87 bancos de 15 países de la UE, de los que 21 son españoles. La mayoría de los bancos en el punto de mira de la agencia además de los españoles son italianos, austriacos y franceses. Esta vez es la deuda subordinada a corto y largo plazo. Pero no queda ahí, Standars & Poor's amaga también con rebajar la deuda soberana de Francia.
En estos momentos es la pregunta del millón y la respuesta cambia dependiendo de a quien se la formulemos. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA), de los diez países que mayor porcentaje de electricidad de origen nuclear utilizan en el mundo, siete son de la UE: Francia, Lituania, Eslovaquia, Bélgica, Suecia, Bulgaria y Eslovenia. La energía nuclear aporta el 30% de la electricidad que se consume y el 10% de la energía total.
El debate del cambio climático la ha sacado en los últimos años del limbo en el que permanecía, hasta que el accidente de la central de Fukushima ha vuelto a recordar el peligro que encierra.
Cuando el cambio climático se convierte en el rey Midas
Por Marigel Alonso
Un equipo de científicos estadounidenses y británicos han descubierto un sistema para almacenar CO2 en las profundidades de la tierra. Las bacterias del suelo bien alimentadas con urea forman una capa gelatinosa que hace impermeable los espacios porosos de las rocas del subsuelo, así se formaría un espacio estanco en el que almacenar el dióxido de carbono. Claro que habría que cruzar los dedos para que no se produjera algún movimiento sísmico que dejara escapar el gas a la atmósfera.
Como este hay otros muchos proyectos que se lanzarán de aquí a 2020 y que necesitan combustibles fósiles para funcionar y una gran cantidad de dinero. La docena que impulsa la Unión Europea, uno de ellos en España, cuestan entre 6.000 y 10.000 millones de euros. Mientras, se estanca el desarrollo de las energías alternativas.