Cuando la Iniciativa Industrial Desertec, una alianza de 21 corporaciones europeas, anunció sus intenciones de instalar una red de plantas termosolares, fotovoltaicas y eólicas en el Magreb, norte de África, para generar electricidad, fue saludada como una «utopía verde». Y ahí se quedó. El proyecto, tenía previsto generar 100 gigavatios para 2050, costaría 400.000 millones de euros y llevaría energía limpia a Europa.
Durante muchos años, la Unión Europea (UE) como bloque y sus Estados miembros de forma individual estuvieron entre los más fuertes defensores del libre comercio, presentándolo como la receta para el crecimiento económico y el bienestar en todo el mundo.
La rotura de los reactores de la central japonesa de Fukushima Daiichi, en marzo de 2011, convirtió al antiguo debate sobre la energía nuclear en una guerra de palabras entre agencias internacionales y expertos independientes, con posiciones diametralmente opuestas.
En julio de 2007, muchos habitantes de la capital francesa se rieron de su alcalde, Bertrand Delanoë, cuando anunció la creación de un sistema público de alquiler de bicicletas, destinado a reducir el tránsito vehicular de París. Nacido entre el escepticismo, 5 años más tarde, el servicio es todo un éxito.
A pesar de su grave crisis financiera, la Unión Europea (UE) no logra la aprobación unánime de una propuesta para gravar las transacciones financieras, que reduciría la especulación e incrementaría los ingresos públicos.
Cuando el gobierno de Alemania decidió el año pasado eliminar de forma gradual su energía nuclear para 2022, después de la catástrofe en la central japonesa de Fukushima, todos sabían que el proceso requeriría un extraordinario esfuerzo. Para ello se necesitaría no solo desarrollar fuentes alternativas, sino especialmente renovables, y además actualizar la amplia red eléctrica del país.
La agenda sobre derechos reproductivos, desde la educación de las mujeres hasta la planificación familiar para combatir la pobreza, se ha convertido en la piedra angular de las políticas de desarrollo de las naciones ricas hacia los países menos adelantados, principalmente en África subsahariana.