En su natal valle de Swat, la lucha de la pakistaní Malala Yousafzai, una de las candidatas de este año al premio Nobel de la Paz, no solo ha acercado más niñas a las escuelas que en 2012, sino también ha creado división entre la población. Un porcentaje importante de personas se siente distante e incluso se refieren con hostilidad hacia ella.
Tres constructores aeronáuticos europeos, Dassault Aviation, EADS y Finmeccanica, han pedido a los gobiernos que pongan en marcha un programa de aviones no tripulados para competir con los frabricantes israelíes y estadounidenses. Los fabricantes quieren potenciar un dron de tipo MALE (media altitud y larga resistencia), que permite vigilar ininterrumpidamente amplias zonas de terreno. La petición se realiza a pesar de los últimos informes de la ONU que aseguran que los drones matan a más civiles que terroristas. Los paquistaníes saben mucho de eso.
Tras las protestas contra la corrupción en Pakistán, liderada por el clérigo Tahirul Qadri, la Unión Europea ha recalcado su apoyo al proceso democrático en ese país asiático y lo califica de «inclusivo, transparente y pacífico». La alta Representante de política exterior, Catherine Ashton, se ha comprometido a enviar observadores a las elecciones de verano. Pero la democracia paquistaní tiene un gran adversario, los talibanes, que intentan boicotear la campaña en el norte del país.