Hace 30 años, un cohete europeo Ariane despegaba por primera vez hacia el espacio. Europa entraba en la carrera espacial tímidamente, pero rompía el duopolio de Estados Unidos y la Unión Soviética. Desde entonces, los lanzadores Ariane han desarrollado 193 misiones espaciales y el consorcio Arianespace, que los gestiona, se ha convertido en una industria rentable, con ventas en 2008 por valor de 956 millones de euros y 315 empleados. Sus dueños son 23 socios de diez países europeos.
Desde los años 60, Francia buscaba codearse con las dos superpotencias que hasta entonces habían sido capaces de llevar vehículos al espacio. Las necesidades económicas y tecnológicas obligaron a buscar aliados europeos para entrar en la carrera espacial. El cohete Europa desarrollado por Francia, Reino Unido y Alemania fue el primer intento fallido por problemas técnicos.
A comienzos de los 70 se crea un embrión de la Agencia Espacial Europea que impulsa la construcción de un cohete capaz de poner en el espacio satélites de comunicaciones, ante las condiciones leoninas que Estados Unidos ponía, como único país con el que Europa se relacionaba y que era capaz de llevar a cabo proyectos de este tipo. Fueron años de eternas discusiones entre las potencias europeas que tenían diferentes intereses y prioridades en el proyecto. Hasta el nombre fue objeto de peleas. Finalmente el cohete se llamaría Ariane, la versión francesa del personaje mitológico griego Ariadna, cuyo hilo sirvió para encontrar la salida del laberinto del minotauro.
El primer Ariane
La creación de la Agencia Espacial Europea (ESA) dio el empujón definitivo. El 24 de diciembre de 1979 se lanzó el primer cohete Ariane desde la base de Kourou, en la Guayana Francesa. Era el primer vehículo lanzador, imprescindible para poder desarrollar un programa espacial. Era un cohete en tres etapas, capaz de poner en órbita una carga de 2.500 kilos. En su construcción intervinieron sobre todo Francia, pero también Alemania, Reino Unido, España y otros países europeos.
Al año siguiente se crea el consorcio Arianespace, que desde entonces ha construido cinco versiones diferentes del Ariane, con mucha mayor capacidad de carga útil y posibilidad de poner en órbita vehículos tripulados. «Ariane 5 ha conseguido 35 éxitos consecutivos, con mucho la fiabilidad más alta del mercado. La misión se mantiene con 7 lanzamientos este año y seis o siete previstos para 2010», dice el presidente del consorcio, Jean-Yves Le Gall.
El director general de la Agencia Espacial Europea, Jacques Dordain, ha dicho que «los logros de los 30 años de Ariane son la historia de un éxito político, técnico y comercial que se ha convertido en uno de los símbolos de una Europa triunfadora».
Sin embargo, la Unión Europea es consciente de la falta de una política espacial coordinada y activa. Ya en 2007, una comunicación de la Comisión europea llamaba la atención sobre el asunto. «Europa debe contar con una verdadera política espacial que le permita ejercer un liderazgo mundial en este sector, que representa un mercado mundial de 90 000 millones de euros, con un crecimiento anual del 7 %. Este sector es un motor de la asociación para el crecimiento y el empleo».
En mayo de 2009, el Consejo europeo insistía sobre el asunto. Una resolución constata que la contribución de una política espacial a la competitividad y la innovación son esenciales dentro del Plan de recuperación económica de la Unión.
Y hasta aquí. Si las diferencias entre los socios han dificultado siempre el establecimiento de esa política espacial, la crisis ha impuesto otras prioridades más acuciantes y con beneficios a más corto plazo. El 30º aniversario de Ariane seguramente demuestra la equivocación. euroXpress