Mientras dignatarios extranjeros se congregaban en Japón para conmemorar el 69 aniversario del bombardeo atómico en Hiroshima, las autoridades de la ciudad realizaron un llamamiento de urgencia para que los gobiernos ponderen seriamente sobre la enorme amenaza que representa para la humanidad y el planeta otro ataque nuclear.
Los supervivientes, conocidos en Japón como hibakusha, que trabajan sin descanso desde agosto de 1945 para la prohibición de las armas nucleares en todo el mundo, instaron a los diplomáticos, incluidos los embajadores de Estados Unidos, India, Israel y Pakistán, cuatro de los nueve países con armas atómicas en su poder, que presten atención a las palabras de la Declaración de la Paz de 2014. China, Corea del Norte, Francia, Gran Bretaña y Rusia completan la lista de estados que cuentan con armas nucleares, las declaren o no.
En representación de los deseos angustiados de los supervivientes y los pacifistas, la declaración exhorta a los responsables políticos que visiten las ciudades marcadas por los bombardeos para presenciar de primera mano la devastación que provocó Estados Unidos cuando arrojó una bomba de uranio (Little Boy) sobre Hiroshima y otra de plutonio (Fat Man) sobre Nagasaki, tres días después el 9 de agosto de 1945.
Unas 45.000 personas guardaron un minuto de silencio el miércoles en un parque dedicado a la paz, cercano al epicentro de la bomba que mató a unas 140.000 personas en Hiroshima. La segunda detonación mató a otras 70.000 en Nagasaki. Estas tragedias provocaron la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La presencia de tantos supervivientes, cuya edad media se calcula en 79 años, es un testimonio de las debilitantes heridas físicas y psicológicas sufridas en aquellos días aciagos. Muchos hibakushas y sus familiares luchan por su vida, ante las secuelas que les dejó la intensa y prolongada exposición a la radiación. «Promoveremos con firmeza el nuevo movimiento que hará hincapié en las consecuencias humanitarias de las armas nucleares y buscará su prohibición», señala la Declaración de Paz de Hiroshima, en homenaje a ese sufrimiento. «Ayudaremos a fortalecer una petición pública internacional para el inicio de las negociaciones para una convención sobre armas nucleares, con el objetivo de la abolición total para el año 2020″, añade.
Pero la probabilidad de que ese sueño se haga realidad es tenue. El Centro de Control y No Proliferación de las Armas informa que los nueve estados con capacidad bélica nuclear poseían un total de 17.105 armas atómicas en abril de 2014.
Estados Unidos, el único estado que empleó este tipo de armas contra otro país, se mantiene firme en su actitud de no ofrecer una disculpa oficial a Japón. En cambio, sostiene que la decisión de llevar a cabo los bombardeos fue un «mal necesario» para ponerle fin a la Segunda Guerra Mundial.
Este argumento está profundamente arraigado en la geopolítica mundial actual, y estados como Israel, que no es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1968 protegen con vehemencia su arsenal como un factor esencial para la seguridad nacional frente a la constante tensión política en sus respectivas regiones.
Tras la ofensiva militar de Israel en Gaza, que desde el 8 de julio ha causado la muerte de casi 2.000 civiles en el enclave palestino, los gobiernos árabes argumentan que Israel representa la mayor amenaza para la seguridad de la región, y no al revés.
China, un estado nuclear con 250 ojivas que mantiene una disputa territorial con Japón, no estuvo presente en Hiroshima. Los pacifistas japoneses sienten la necesidad urgente de abordar las tensiones que enfrentan a las potencias nucleares, incluida a Corea del Norte, dados los crecientes roces entre los países de Asia oriental en el disputado mar de China Meridional. «El llamamiento es para prohibir las armas nucleares que matan y causan un inmenso sufrimiento a los seres humanos. Al poseer estas armas, los estados nucleares representan acciones criminales», sostiene el profesor Jacob Roberts, del Instituto para la Paz de la Universidad de la Ciudad de Hiroshima. Añade que el movimiento antinuclear se concentra sobre todo en responsabilizar a los estados con armas nucleares que no cumplieron el TNP.
Roberts menciona el ejemplo del Día de la Conmemoración que se celebra todos los años el 1 de marzo en las Islas Marshall, que sufrió una devastadora contaminación por radiación tras la Operación Castillo, una serie de ensayos nucleares de alta energía que Estados Unidos realizó en el atolón de Bikini a partir de marzo de 1954. Miles de personas resultaron afectados por radiación tras los ensayos nucleares, que habrían sido 1.000 veces más potentes que la explosión de Hiroshima. En total, Estados Unidos detonó 67 bombas en el territorio entre 1946 a 1962 en el contexto de la época de la Guerra Fría y de la carrera armamentista con la Unión Soviética.
En abril, las Islas Marshall presentaron una demanda judicial en la Corte Internacional de Justicia de La Haya y otra en un tribunal de Estados Unidos, contra los nueve estados con armas nucleares por no desmantelar sus arsenales. Las demandas se amparan en el artículo 6 del TNP, que obliga a los cinco países que el tratado reconoce como poseedores de armas nucleares (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) a «celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas al cese de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear».Como sucedió con Japón, Estados Unidos no pidió disculpas a las Islas Marshall, sino que ha expresado su «tristeza» por el daño causado. Washington «sigue viendo al desastre como 'el sacrificio de algunos para la seguridad de muchos'», afirma Abacca Anjain Maddison, un exsenador de ese país del océano Pacífico.
Pero Estados Unidos no es el único gobierno en entredicho. Hiromichi Umebayashi, director del Centro de Investigación para la Abolición de las Armas Nucleares (RECNA) de la Universidad de Nagasaki, es un destacado defensor de una zona libre de armas nucleares en Asia oriental y crítico con el gobierno del primer ministro japonés, Shinzo Abe, que apoyaría el argumento de que el poderío atómico es necesario para la seguridad nacional. Umebayashi lidera una campaña para detener la decisión de Japón de trabajar en estrecha colaboración con Estados Unidos en la órbita nuclear para fortalecer la capacidad de defensa de este país.
«El gobierno japonés utiliza la amenaza nuclear de Corea del Norte en el este de Asia para impulsar más actividades militares. Japón, que recibió un bombardeo atómico, comete un gran error», asegura este activista.