«La gente se ha congregado para decirle a los políticos que se terminó la forma en que usábamos la energía y el medioambiente en los siglos XIX y XX», dice Radek Gawlik, uno de los ecologistas más conocidos de Polonia. «Ya pasó la época de la quema de carbón, y cuanto antes lo entendamos, mejor para nosotros», añade. Gawlik acompañaba a más de 7.500 personas en una cadena humana de ocho kilómetros de longitud que unía al pueblo de Kerkwitz, en Alemania con la localidad de Grabice, en Polonia como protesta contra la expansión de la minería de lignito a ambos lados de la frontera.
Los habitantes de las poblaciones cuyas casas quedarían destruidas por la expansión minera, activistas polacos y alemanes y visitantes de otros países formaban la cadena humana, organizada por Greenpeace y otras oenegés ambientalistas europeas, que cruzaba el río Niesse que marca la frontera entre los dos países.
De prosperar, los planes mineros desplazarán al menos a 6.000 personas en la parte alemana de la región de Lusacia y a 3.000 en el sudoeste de Polonia.
La responsable en Alemania es la empresa estatal de energía sueca Vattenfall, que ampliará dos de sus minas de lignito en los estados alemanes de Brandemburgo y Sajonia, con la aprobación de las autoridades locales.
En Polonia, la empresa estatal de energía Polska Grupa Energetyczna (PGE) proyecta una mina de lignito a cielo abierto que extraerá casi dos millones de toneladas de carbón al año, lo cual supera la capacidad del lado alemán.
La parte alemana
La política energética de Alemania se considera un ejemplo, entre otras cosas por la Energiewende, una estrategia para descarbonizar la economía para 2050 mediante la reducción de hasta el 95 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, alcanzando un 60 por ciento de energías renovables y aumentando en un 50 por ciento la eficiencia energética.
Hoy, una cuarta parte de la energía alemana procede de fuentes renovables y lo mismo pasa con la electricidad.
Ampliar la minería del carbón, como sucedería en la región de Lusacia, contradice los objetivos de Alemania, argumentan los ambientalistas. «La expansión de las minas de lignito y la meta de descarbonización de Alemania para 2050 no encajan en absoluto», afirma Gregor Kessler, de Greenpeace Alemania.
«Alemania debe realizar fuertes recortes en la quema de carbón si quiere alcanzar su propia meta climática en 2020», de reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 40 por ciento, añade. «Sin embargo, el gobierno ha tenido miedo hasta ahora de dar el siguiente paso lógico y anunciar un plan de eliminación del carbón», afirma Kessler.
«Tanto los democristianos como los socialdemócratas repiten que el carbón seguirá siendo necesario durante años para tener seguridad energética. Sin embargo mucha de la energía que se genera con el carbón se exporta al extranjero, a medida que cada vez más energía proviene de fuentes renovables», asegura.
La expansión de Vattenfall amenaza a Proschim, un pueblo de 360 habitantes. La destrucción de esta pequeña comunidad rodeada de minas de lignito agranda la polémica: en la actualidad produce más electricidad a partir de energías renovables que la que sus ciudadanos consumen.
El aumento de la producción en Nochten y Welzow-Süd, dos minas a cielo abierto de Vattenfall, destruiría a Proschim junto con su parque solar y eólico y su planta de biogás.
«Es una paradoja. En Proschim tenemos demasiada energía eólica, solar y de biogás. Este es el pueblo que quieren arrasar», subraya su exalcalde Erhard Lehmann.
No obstante, el pueblo está dividido, ya que la mitad de sus habitantes aceptan el proyecto de expansión de Vattenfall, entre ellos el teniente de alcalde Volker Glaubitz y su esposa Ingrid, oriunda de Haidemühl, un pueblo vecino que fue evacuado para permitir la expansión de la mina a cielo abierto Welzow-Süd. Ahora se conoce a Haidemühl como el «pueblo fantasma» porque Vattenfall no pudo derribar sus edificios debido a problemas legales vinculados con la propiedad privada.
El lignito sin lugar a dudasjugaráunpapelimportanteen el desarrolloeconómicode Lusacia,crear puestos de trabajono sóloenlasminas a cielo abierto,sinotambiéna través de otras actividadesrelacionadas con el procesamiento de carbón.
Lehmanntrabajacomomecánicoyelectricista en lasexcavadorasusadasenlasminas.IngridGlaubitzesmaquinistaen'SchwarzePumpe',unadelas centraleseléctricasde VattenfallysuhijotambiéntrabajaparaVattenfall.
«El futuro deberá tener energía renovable, pero ahora es demasiado cara y necesitamos el lignito como tecnología puente. Las minas traen muchos puestos de trabajo a la región. Sin el carbón, Lusacia ya estaría muerta», nos asegura Volker Glaubitz.
Johannes Kapelle, un agricultor de 78 años en lucha contra la destrucción de Proschim, opina de una manera totalmente diferente. «El carbón ya está desapareciendo, es algo que pertenece al pasado», afirma este hombre de origen sorbio. Su casa está cubierta de paneles solares y, desde su jardín, muestra con orgullo el parque eólico que abastece a Proschim con una producción anual de cinco gigavatios.
Para Kapelle, la extracción de lignito es una amenaza para la cultura sorbia, vinculada espiritualmente a la tierra, desde que comenzó la industrialización de la zona hace más de cien años. «Cuando un sorbio tiene una casa sin jardín, tierras de cultivo, bosques o lagos entonces ya no es un verdadero sorbio porque carece de tierra sagrada», aclara.
La parte polaca
En materia climática, Polonia es la oveja negra de Europa porque produce el 90 por ciento de su electricidad a partir del carbón y su estrategia nacional de energía reserva al mineral un papel central en las próximas décadas. El gobierno polaco, dirigido por el primer ministro Donald Tusk, ha intentado en los últimos años que la Unión Europea no adoptara metas climáticas más ambiciosas.
Los más de 100.000 puestos de trabajo que genera la minería del carbón en Polonia son un argumento para mantener el sector en actividad, según las autoridades polacas. Además, el carbón constituye una reserva local que puede garantizar la «seguridad energética» del país, añaden.
Pero aquellos contrarios al carbón señalan que las energías renovables y la eficiencia energética también generan empleos. Y según la Organización de las Naciones Unidas, la inversión en la eficiencia energética de los edificios por sí sola podría crear hasta 3,5 millones de empleos en la UE y Estados Unidos.
Los ecologistas argumentan, además, que el carbón no es tan barato como sus defensores afirman. Según el Instituto de Estudios Económicos de Varsovia, en pocos años las subvenciones de la minería del carbón en Polonia han alcanzado hasta un dos por ciento del producto interior bruto.
«En Polonia, el lobby del carbón es muy fuerte», destaca Gawlik. «También tengo la impresión de que nuestros políticos no acaban de entender que las energías renovables y la eficiencia energética ya se han transformado en alternativas reales y no tienen costes míticamente altos», agrega.
El futuro del carbón en EuropaEn Europa, el carbón ha tenido un cierto resurgimiento en los últimos 2-3 años, a pesar del objetivo de la Unión Europea de descarbonizarse para 2050 (de todos los combustibles fósiles, el lignito es el que más CO2 emite por unidad de energía producida).
El acceso a carbón barato procedente de EEUU, el precio relativamente elevado del gas, sumado al bajo coste de las penalizaciones por emisiones contaminantes por carbón en la UE (causado por el descenso de la actividad industrial provocado por la crisis económica), ha llevado a un alza repentina del consumo de carbón. Aún así, los expertos están convencidos de que el carbón en Europa está agonizando.
«A largo plazo las perspectivas para la generación de energía de carbón son negativas,» según un informe del pasado julio de Economist Intelligence Unit. «Las normas de calidad del aire (en la Unión Europea) obligarán a cierres y las energías renovables continuarán creciendo, mientras que en general la demanda europea de energía será débil. El reciente mini boom del carbón probará la aberración»
Más minas de carbón no sólo sería una catástrofe para la gente, la naturaleza y el clima – también será trágico cuando después de 2030 con las minas de carbón exahustas, las energías renovables demuestren que el carbón era innecesario» dice la activista Anike Peters, de energía y cambio climático de Greenpeace Alemania.
«Es hora de planificar la eliminación del carbón y mostrarle a la gente que la región tiene un futuro más allá del final inevitable de los combustibles sucios».