La cumbre del clima de Cancún, en la que supuestamente la UE había puesto sus esperanzas, se agota sin resultados significativos. Y en ésas, uno de los papeles destapados por Wikileaks confirma las pocas expectativas que el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, tenía ya hace un año sobre lo que se podía conseguir ahora.
Según ha publicado The Guardian, reproduciendo el cable de la diplomacia estadounidense filtrado por Wikileaks, Van Rompuy tuvo una cita con el embajador de Estados Unidos en Bélgica, Howard Gutman, el 23 de diciembre de 2009, en Bruselas. Acababa de terminar la cumbre del clima de Copenhague con un sonoro escándalo porque Estados Unidos, China y otros países cerraron un acuerdo, al margen de la UE, muy lejano de las expectativas europeas.
En esa reunión, el presidente europeo ya advirtió que la siguiente cumbre de Cancún estaba «condenada al fracaso». Su jefe de gabinete, Frans Van Daele, fue más gráfico o cinematográfico, avanzó que sería «una pesadilla en Elm Street 2».
Van Rompuy, desconfiado de las reuniones multilaterales, expuso su propia hoja de ruta para conseguir un buen acuerdo sobre el cambio climático. Primero, unificar claramente la postura entre los 27 socios de la UE, luego mantener conversaciones bilaterales con Estados Unidos y finalmente discutir el acuerdo con China.
El presidente del Consejo europeo pensó que los primeros pasos se podrían dar en la cumbre UE-EEUU que se iba a celebrar en Madrid en la primavera de 2010 y que se suspendió por decisión de Washington. Todos sus planes se frustraron.
Según el cable filtrado por Wikileaks, Van Rompuy, que aún no era oficialmente presidente estable de la UE cuando se celebró la reunión con el embajador, definió la conferencia de Copenhague como un «desastre increíble», en el que la UE había sido «excluida y maltratada».
Van Rompuy no aceptó los argumentos del diplomático norteamericano cuando achacó a la caótica organización de la conferencia la razón por la que Europa no estuvo en las discusiones finales entre Washinton y Pekín. El presidente europeo le contestó: «Sólo tenían que haber llamado a Europa». Si bien añadió que parte de la culpa fue de los propios europeos porque nadie sabía a quién llamar: «Merkel, Barroso, ¿quién conoce a quién?»