Unas 50.000 personas daban la binvenida a la plaza de la Independencia a Yulia Timochenko, tras tres años de prisión llegaba con su característica trenza rubia alrededor de la cabeza y en silla de ruedas pero con la misma determinación de siempre. «¡Ustedes son héroes, son los mejores de Ucrania!», dijo a su llegada y continuó con una advertencia «si alguien les dice que todo ha terminado y que pueden irse a sus casas, no crean ni una sola palabra, deben terminar el trabajo».
Era el colofón de una jornada trepidante que había comenzado con la desaparición del presidente Yanukóvich que abandonó su residencia. Poco después, los diputados decretaron que había un vacío de poder lo que justificaba la destitución del presidente, cuyo mandato debería llegar hasta marzo de 2015, y la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas el 25 de mayo, una fecha que coincide con los comicios europeos.
Poco más tarde se difundía por televisión un discurso, en el que Yanukóvich afirmaba que es el presidente elegido legítimamente y que no tiene la intención de presentar su dimisión. «Los acontecimientos presenciados por nuestro país y el mundo entero son un ejemplo de un golpe de Estado», decía y comparaba lo sucedido con la llegada al poder de los nazis en Alemania en los años 30.
Lo cierto es que se desconoce el paradero de Yanukóvich. Según el recién nombrado presidente del Parlamento, Olexandre Turchinov, se encuentra en algún lugar de la región de Donestk de la que es originario. Una región pro rusa al este de Ucrania.
Uno de los principales opositores, el campeón mundial de boxeo Vitali Klitschko, lo explicó gráficamente echando mano del lenguaje de su profesión «Yanukóvich ha sido noqueado».
Desde Bruselas el presidente del Partido Popular Europeo (PPE), Joseph Daul, hacía público inmediatamente un comunicado en el que celebraba la liberación de Julia Timochenko, líder del PPE Batkivschyna de Ucrania.
También la jefa de Exteriores y vipresidenta de la Comisión Europea, Catherine Ashton, emitía una declaración en la que hacía un «llamamiento a todas las partes a que sigan participando en un diálogo significativo para cumplir con las legítimas aspiraciones democráticas del pueblo ucraniano» y pidiendo un comportamiento responsable con el fin de proteger la unidad, la soberanía, la independencia y la integridad territorial del país».
Ashton hace hincapié en el acuerdo del pasado viernes en el que la UE se comprometía a «ayudar a Ucrania en el proceso de reforma».
Por su parte Rusia, acusa a la oposición de no haber cumplido «uno solo de los compromisos» que suscribieron en ese acuerdo del viernes con Yanukóvich y denuncia a «extremistas armados y saqueadores que representan una amenaza para la soberanía de Ucrania».
Lo cierto es que mantener «la integridad territorial» de la que habla Ashton en su comunicado va a necesitar mucha buena política y voluntad por parte de todos. El país está lejos de poder salir de la disyuntiva que le plantea el este, de habla mayoritariamente rusa y el oeste nacionalista, donde se habla ucraniano.
Ucrania se encuentra al borde de la bancarrota y necesita ayuda financiera con urgencia. Rusia prometió 15.000 millones de dólares y una rebaja significativa en el precio del gas. A principios de diciembre hizo entrega de 3.000 millones y ahora ya había firmado la entrega de otros 2.000 millones, pero la ha anulado.
El desarrollo de los acontecimientos ha supuesto un duro revés para el presidente ruso, Putin, que sueña con una Unión Euroasiática que fuera una cierta reencarnación de la extinta Unión Soviética. Para eso Yanukóvich en Ucrania tenía un papel fundamental que se ha torcido.
La UE no puede llegar a esas cifras rusas, su ayuda financiera es meramente simbólica, unos 610 millones de euros. Ahora los ministros de Asuntos Exteriores británico y alemán se han puesto de acuerdo para conseguir que el Fondo Monetario Internacional (FMI) desbloquee «una ayuda financiera vital».