El valor de las nuevas tecnologías para transformar realidades y el protagonismo de las mujeres en el uso de esas herramientas para impulsar procesos de cambio han quedado demostradas en el primer Congreso TIC para la Paz.
El encuentro, con el «Mujer, Tecnología y Democracia para el Cambio Social» ha destacado el papel promotor de las mujeres en los cambios sociales, basados en el uso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación).
La premisa del encuentro, promovido por las fundaciones Cultura de Paz y Cibervoluntarios, es que las TIC son herramientas especiales para impulsar los derechos humanos en el mundo y en particular los de las mujeres, y fue promovido por la Fundación Cultura de Paz. Los organizadores del congreso también defendieron que las mujeres «han sido las grandes ausentes en la toma de decisiones, en los procesos democráticos, en la construcción y consolidación de la paz», una discriminación que el uso de las TIC les ayuda a romper.
Manal Hassan, una ciberactivista que participó en la revolución egipcia que desalojó de la Presidencia a Hosni Mubarak (1981-febrero 2011), y Jolly Okot, una exniña soldado en Uganda que fundó «Invisible Children» (niños invisibles), fueron algunos de las participantes en la reunión en la ciudad vasca. También estuvo presente, entre representantes de diferentes regiones del Sur y del Norte, Judith Torrea, periodista y bloguera que sigue la cotidianidad de Ciudad Juárez, calificada como la capital mundial de los feminicidios, o asesinatos por razón de género.
Las tres formaron parte del grupo de 14 activistas que llegaron procedentes de cuatro continentes para participar en el encuentro y brindaron sus experiencias particulares, donde los logros conquistados y los retos pendientes se mezclan en sus historias, donde las TIC han operado como especiales aliadas.
Hassan trabajaba junto a su marido en el desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas al cambio social. Así que no era una primeriza en el tema cuando el 25 de enero de 2011 cientos de miles de egipcios tomaron la Plaza Tahrir, en El Cairo, para forzar la dimisión de Mubarak. Ella había colaborado con organizaciones no gubernamentales para la creación de bases de datos o centros de documentación. También había contribuido a establecer una plataforma de blogs donde diversos grupos políticos alojaban sus contenidos mucho antes de que la Primavera Árabe llegase al norte de África. «Al principio, éramos muy poca gente», comenta. «Pero la ola se hizo más grande y llegó la revolución».
El uso de redes sociales como Facebook y Twitter se convirtió en uno de los símbolos de la revolución, especialmente cuando el régimen decidió bloquear el acceso a Internet. Hassan y miles de sus compatriotas agudizaron entonces el ingenio y lograron romper la censura. Ella, por ejemplo, se encontraba en aquellos días en Sudáfrica. Así que recogía la información que le transmitían por teléfono y subía a los blogs lo que acontecía en Tahrir.
Servidores conectados entre sí para sortear el bloqueo o un servicio de mensajería por voz que luego se convertía en tuits constituyeron algunas de las herramientas utilizadas por los manifestantes de la plaza, para relatar qué ocurría allí en tiempo real. Tras la caída de Mubarak quedan muchas cosas por hacer, explica Hassan. «Los militares han llegado a hacer cosas peores que el dictador», lamenta, así que la labor de los activistas «sigue siendo muy necesaria». Y destaca un elemento importante. «Las mujeres no solo trabajamos cuestiones de género, sino que estamos implicadas en todas las cuestiones políticas y laborales».
A Jolly Okot la infancia se le acabó en 1986, cuando fue secuestrada por un miliciano del Ejército de Resistencia del Señor (ERS), en Uganda. «Tuve la suerte de poder salir de ahí». En 2005 comenzó a desarrollar documentales y creó la organización Invisible Children (niños invisibles), que ha documentado los horrores padecidos por los niños y niñas obligados a pelear en diferentes guerras. También promueve la educación como salida para las víctimas.
Entre las campañas promovidas por la organización, destaca «Kony 2012», con la difusión masiva por Internet de los desmanes de Joseph Kony, líder del ERS, con el objetivo de forzar que sea llevado al Tribunal Internacional de La Haya. «El gran logro de las nuevas tecnologías es que, con un clic, miles de personas están recibiendo esa información. Puedes llegar a los líderes y hacer que tomen decisiones», asegura Okot, quien ha sido nominada al Premio Nobel de la Paz. Pero la activista remarca que las TIC son un complemento para el cambio y que la verdadera herramienta que cambiará las cosas en África es otra: la educación.
La mexicana Judith Torrea, narra desde hace 14 años la tragedia que viven las mujeres en Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos. Reconoce que «por desgracia, los periodistas no tenemos tanto poder de cambiar las cosas, nuestro deber es contar y que otros asuman su responsabilidad. Pero Torrea destaca «la importancia de las voces alternativas, que relaten de verdad qué es lo que está ocurriendo sobre el terreno», aunque como es su caso se trate de «voces molestas» para el poder y sus diferentes expresiones.
La periodista reconoce que los autores y autoras de blogs reciben muchas presiones desde el poder, porque son agentes especiales de cambios a nivel mundial. «Cuando diferentes blogueras, y lo digo en femenino porque las más reconocidas son mujeres, logramos que se escuche nuestra voz, es el momento en el que comenzamos a recibir más presiones, amenazas o campañas de difamación». «A todas nos pasa lo mismo, ya sea en Túnez, Juárez o Arabia Saudi», explica la periodista, que hace un año publicó «Juárez en la sombra» y que ha obtenido infinidad de galardones por su trabajo.
Torrea señala que el fenómeno «es algo global», porque «el poder cuando se siente agredido, reacciona contra las voces que crean debate». La activista mexicana concluyó con una frase repetida de una u otra forma por las mujeres que aportaron su testimonio en San Sebastián : «Si no sabemos qué está pasando en el mundo, tenemos menos posibilidades de que haya cambios».