La V República no había conocido otro partido presidiendo el Senado que el conservador, pero la crisis puede con todo. Este domingo se votaban ciento setenta de los 348 escaños del Senado, unos comicios indirectos, que se atribuyen por mayoría o de forma proporcional, según las circunscripciones.
Un resultado que se podía prever pero que la izquierda francesa no se atrevía a imaginar. En las últimas elecciones municipales, regionales y cantonales, cerca de 72.000 cargos locales habían cambiado de color y ellos han sido los encargados de votar este domingo a la mitad de los senadores que se renueva cada tres años.
El presidente del Senado, que previsiblemente será el socialista Jean-Pierre Bel, es la segunda personalidad del Estado francés. Es el encargado de sustituir al presidente en caso de incapacidad y figura a su lado en los actos institucionales.
El primer ministro, François Fillon, ha reconocido el «fuerte avance» de la oposición y ha advertido de que esa misma noche del domingo «comienza la batalla» para las presidenciales de primavera.
Nicolas Sarkozy podrá seguir gobernando con holgura con su mayoría en la Asamblea Nacional, pero el Senado podrá retrasar algunos de sus proyectos estrella, como la adopción de la «regla de oro» que quiere incluir en la Constitución, como se ha hecho en España, o complicar las discusiones sobre los presupuestos en los que deberá incluir medidas de ajuste.