Venizelos se ha hecho famoso en toda la UE en poco tiempo. Su figura contundente en lo físico y su actitud pragmática en lo político han sabido sortear un cúmulo de dificultades para hacer creíble el compromiso de Grecia con Bruselas a la hora de hacer las reformas exigidas y conseguir un segundo rescate del país, una y otra vez al borde de la bancarrota.
El nuevo líder del PASOK sustituye a Yorgos Papandreu, el anterior primer ministro griego, abducido para la política por la propia crisis y su ocurrente e inoportuna idea de convocar un referéndum sobre el programa de ayuda financiera de la UE. Sin embargo, Venizelos empezó a dirigir las finanzas griegas en junio de 2011, con Papandreu al frente del gobierno, y sobrevivió a la caída de su compañero de partido para mantenerse en el cargo con el gobierno tecnócrata de Lukas Papademos.
Ahora tiene por delante la ingrata misión de afrontar unas elecciones, a finales de abril o principios de mayo, que auguran la caída del PASOK desde un 43 % de los votos conseguidos en 2009 hasta un 15 %. Aun así, Venizelos puede que mantenga un papel importante en la política griega, porque todo apunta a que las urnas decidan la continuación del actual gobierno de unidad nacional entre socialistas y conservadores de Nueva Democracia, también debilitados por la crisis.
Tras su elección, Venizelos ha declarado ser consciente de «lo grande que es el resentimiento, la amargura, la presión de todas las familias griegas» pero ha dicho que asume «la responsabilidad de liderar un esfuerzo colectivo, sin dejar de lado a nadie». Si como está previsto, deja el gobierno este lunes, será el ministro de Finanzas que hizo pasar a los griegos por los mayores sacrificios de las últimas décadas, para unos. Para otros, será el responsable de haber salvado a Grecia de la quiebra.