A Dupuy le ha tocado dirigir, en sesiones ordinarias y especiales durante este año, debates encendidos en que se examinaron episodios dramáticos en países árabes como Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Bahrein y, en particular, Siria. La embajadora de Uruguay ante las oficinas de la ONU en Ginebra se ha ganado el reconocimiento de sus colegas y de organizaciones no gubernamentales por haber sacado a flote sesiones que en muchos momentos se centraron en debates muy tensos.
Dupuy asegura que su condición de mujer no representó un obstáculo a sus funciones, que concluyen el 31 de diciembre. «Por suerte no encontré frenos», dice. «Es más, creo que países que podrían haber opuesto algún escollo se cuidaron muy bien de no hacerlo».
- ¿Qué reacciones observó desde que comenzaron las sesiones anuales en marzo pasado?
LAURA DUPUY: Puede ser que alguien tuviera dudas de qué ocurriría con una presidenta a quien no conocían. Pero rápidamente vieron que yo era me aferraba a a las normas y me mantenía firme en las respuestas. A partir de entonces me supieron respetar.
- Pero, ¿tropezó con inconvenientes por el hecho de ser mujer?
L.D.- Tuve problemas, pero como mujer creo que tampoco llegaron a mayores. El momento más complicado fue cuando se trató el caso de Bahrein, pues hubo molestias por mi intervención sobre las intimidaciones que sufrían allí los defensores de derechos humanos que asistieron en Ginebra al debate en el Examen Periódico Universal del Consejo sobre la situación en esa nación árabe.
- ¿Pasó algún otro mal momento?
L.D.- Sí, aunque no personalmente, porque lo que lamentablemente he visto en la sala es que países, básicamente los islámicos, tienen un discurso todavía bastante regresivo. Es más, me preocupa que haya un retroceso respecto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en 1948. También temo que ocurra algo parecido en esos estados con la Declaración de Viena, adoptada en 1993 por la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos, donde se reafirmó que los derechos de las mujeres son eso, derechos humanos.
- ¿Percibió esa tendencia regresiva en algún otro momento?
L.D.- Lo vemos cuando siguen cuestionando o tratando de limitar el alcance del nuevo Grupo de Trabajo sobre la Discriminación Contra las Mujeres en la legislación y en la práctica. El mero hecho de que, aunque no votaron en contra, se manifestaran disconformes con ese nuevo mandato, marca ya la situación.
- ¿Cree que esa orientación persiste?
L.D.- Persiste. Se está constatando, lamentablemente. Por ejemplo ahora, en Egipto, con el proyecto de Constitución. La experta de ese país me acaba de decir que se ha eliminado del borrador el párrafo referido a la no discriminación por cualquier motivo, incluyendo de género y otras. Y eso es grave. Se trata de un principio central de los derechos humanos.
- ¿La cuestión se limita a una sola región?
L.D.- No, se observa también en la declaración de derechos humanos aprobada en noviembre por la Asociación de las Naciones de Asia del Sudeste (Asean). La negociación del texto fue meramente intergubernamental, sin consultas con la sociedad civil, y en la redacción de ese texto el problema del derecho de las mujeres fue muy importante. La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, no ha quedado conforme. Pero después de aprobada la declaración de Asean se le agregó otra resolución, diciendo que el documento se implementaría de manera acorde con la Declaración Universal de 1948. Esperemos que a medida que se evolucione cumplan con ese aspecto. En resumen, desde el punto de vista de los derechos de la mujer, me parece que queda bastante por hacer.
- ¿Qué aspectos sobresalientes han marcado su presidencia del Consejo?
L.D.- El periodo ha esta marcado, lamentablemente, por todas esas situaciones graves y urgentes de los derechos humanos que el Consejo ha examinado con la voluntad de escuchar a todas las partes, incluso a aquellas voces que a menudo no se hacen oír, como son las víctimas de las violaciones. En próximos periodos, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU deberá discutir las mejores formas de enfrentar esas crisis y las maneras de prevenirlas.
- ¿Hay algún indicio de cómo se puede encarar ese problema en el Consejo?
L.D.- En una revisión realizada en 2011 de su trabajo y de su funcionamiento, el Consejo se ocupó, entre otros temas, de las formas en que puede afrontar casos graves de violaciones de derechos humanos. Entre otras propuestas, el borrador sugería el establecimiento de mecanismos que actuaran como disuasores externos, objetivos e independientes, en caso de situaciones de urgencia. La iniciativa fue desechada y, en consecuencia, el Consejo sigue afrontando las situaciones críticas principalmente mediante el recurso de las sesiones especiales de sus miembros.
- ¿Qué resultados arrojan esas sesiones especiales?
L.D.- En cierto aspecto, las sesiones especiales han demostrado alcanzar bastante éxito para encarar situaciones urgentes. Siempre se ha logrado reunir el mínimo de 16 estados miembros firmantes de la solicitud de convocatoria de esas reuniones, como atestiguan las 19 sesiones especiales realizadas hasta la fecha. Sin embargo, hay que reconocer que el resultado de esas sesiones siempre depende de una negociación.
- Este año ha llamado la atención que el caso de Siria requiriera cuatro sesiones especiales del Consejo.
L.D.- Algunos pueden pensar que la celebración de cuatro sesiones especiales no ayudó realmente a mejorar la situación en el terreno en Siria. Sin embargo, al sostener esas numerosas sesiones y sumado a un debate urgente, el Consejo ha cumplido con sus responsabilidades políticas siguiendo de cerca los acontecimientos y enviando una comisión investigadora con la misión de recoger información y pruebas con vistas a un futuro potencial procedimiento penal en relación con el conflicto en curso.
- ¿Qué conclusión extrae de este caso?
L.D.- Tras muchos meses de crisis y de conflicto armado, crecen las presiones no solo para encontrar soluciones políticas sino también para incriminar a los responsables de delitos internacionales referidos a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. En consecuencia, sale a la luz la prioridad, que consiste en una solución política, con paz, justicia y el fin de la impunidad.