Desde que llegó al poder en el pasado mes de enero, Syriza se ha esforzado por equilibrar la necesidad de lograr un acuerdo sobre la deuda de Grecia con su promesa, hecha en la campaña electoral, de no firmar acuerdo alguno que hundiera al país más profundamente en la recesión. La decisión del Primer Ministro, Alexis Tsipras, de instar al electorado griego a votar «no» en el referéndum sobre la última oferta hecha por los acreedores del país indica que esta última ha cobrado prelación. No es de extrañar que los demás dirigentes de la zona del euro se burlaran de esa iniciativa.
Según el Gobierno de Grecia, el arreglo actual no sólo ha transformado a Grecia en una colonia endeudada, sino que, además, amenaza la dignidad del pueblo griego. Para Tsipras, la dignidad nacional está por encima de todo, como ejemplificó su visita, pocas horas después de tomar posesión de su cargo de Primer Ministro en enero, a un monumento conmemorativo de la guerra en Kaisariani, en el distrito de Atenas, donde 200 ciudadanos griegos fueron ejecutados en 1944 por las fuerzas nazis ocupantes.
Algunos observadores interpretaron la visita como un intento frívolo de fastidiar a Alemania, que, según Syriza, es la que está detrás de los acuerdos sobre rescates. En realidad, el peregrinaje de Tsipras estaba en consonancia con una larga tradición de resistencia dentro de los movimientos integrantes de su partido y que podría complicar todo intento de concertar un acuerdo.
Syriza, que comprende una diversidad de grupos de izquierda, desde los de extrema izquierda hasta los más moderados socialdemócratas, echa raíces en el Partido Comunista de Grecia, que desempeñó un papel importante en la resistencia a la ocupación alemana durante la segunda guerra mundial. Aunque también existieron organizaciones de resistencia centristas y de derecha, no fueron comparables con sus homólogas de izquierda, impulsadas por los comunistas, en cuanto a tamaño e influencia. Las fuerzas de izquierda demostraron su potencia el 5 de marzo de 1943, cuando paralizaron Atenas con una huelga en masa.
Pero, en la guerra civil que hubo en Grecia después de la segunda guerra mundial entre las fuerzas gubernamentales y la rama militar del Partido Comunista, esta última fue aplastada y los miembros del partido fueron considerados traidores. El rechazo total del comunismo siguió siendo un componente fundamental de la ideología oficial de Grecia hasta el desplome de la dictadura militar del país en 1974, cuando las organizaciones comunistas volvieron a ser legales.
Durante todo ese largo período de persecución, las fuerzas de izquierda de Grecia siguieron mostrándose orgullosas del papel de sus predecesores en la lucha contra la ocupación germano-italo-búlgara y elogió sus heroicos esfuerzos para salvar, aun brevemente, porciones de territorio griego de la explotación extranjera. Después de 1974, los comunistas organizaron varios actos culturales en los que subrayaron dicho heroísmo y en pequeños clubes de música o boîtes resonaban con frecuencia las canciones de izquierda del decenio de 1940. Incluso hoy, los comunistas griegos, incluidos varios cuadros de Syriza, se consideran herederos de la lucha de izquierda contra la ocupación nazi y fascista.
Con esto no quiero decir que las organizaciones relacionadas con la izquierda comunista de Grecia consideren que todos los alemanes albergan un nazi en su interior. Al contrario, los grupos de izquierda griegos, incluida Syriza, raras veces han sucumbido –si es que lo han hecho alguna vez– a semejantes sentimientos antialemanes (al menos oficialmente). Más que nada procuran establecer vínculos con la «otra» Alemania, la que «expresa solidaridad» con el pueblo griego.
Por su parte, Syriza mantiene un estrecho contacto con el Partido de Izquierda (die Linke) de Alemania. Dicho partido, constituido en 2007, incluye a ex miembros del Partido Comunista que había gobernado en la Alemania Oriental, además de izquierdistas que se escindieron del Partido Socialdemócrata. Syriza y el Partido de Izquierda colaboran en el Parlamento Europeo, donde los dos participan en el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica.
Y, sin embargo, no se han eliminado del todo las declaraciones antialemanas. Un cartel de Giorgos Pantzas, candidato de Syriza en las elecciones parlamentarias de 2012, que proclamaba: «No al Cuarto Reich» y «no tememos las balas de los alemanes», contribuyó a que fuera elegido. Además, algunos miembros de Syriza han equiparado a políticos cristianodemócratas alemanes, en particular la Canciller Angela Merkel y el ministro de Hacienda Wolfgang Schäuble, con los nazis.
Desde luego, ésa no es una posición oficial de Syriza. Tsipras, por ejemplo, criticó claramente una viñeta de un periódico que representaba a Schäuble con uniforme nazi y, hace dos meses, después de una reunión con Merkel, Tsipras desechó la idea de que los alemanes fueran responsables de la situación actual de Grecia. Esa actitud indica una buena disposición para alcanzar lo que Syriza llama «una avenencia digna» con sus socios europeos. Sin embargo, la consecución de semejante acuerdo no será fácil, pues requerirá que Tsipras no sólo venza la resistencia de los diputados radicales de Syriza, sino también la posición desafiante de los acreedores de su país.