Tanto Lituania como Croacia comparten un pasado comunista y hace dos décadas ninguno de los dos era un país independiente. Como los otros dos países bálticos, Lituania estuvo ocupada por la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial, fue anexionada a la Unión Soviética en 1940 y obtuvo la independencia en 1990.
Una de las prioridades de la presidencia lituana es precisamente acercarse a otras exrepúblicas soviéticas como Armenia, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán y Moldavia. Este país ha concluido las negociaciones del Acuerdo de Asociación con la UE que incluye un tratado de libre comercio. En noviembre está prevista una cumbre con esos países que Rusia percibe como una ingerencia en su zona de influencia. Para la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, la UE debe estrechar la cooperación con sus vecinos y socios, pero Bruselas tiene varios problemas políticos con esos países, la mayoría relacionados con los derechos humanos. En el caso de Ucrania, por la detención de la exprimera ministra Yulia Timoshenko.
Como ya ha ocurrido en las últimas presidencias, la crisis económica y la división política que vive Europa no va a facilitar la tarea a Vilna. En medio del debate sobre la austeridad económica y la estabilidad financiera, Lituania debe garantizar la distribución del presupuesto de la UE para los próximos siete años, con la vista puesta en 2020. Grybauskaite, que ya negoció el presupuesto anterior como comisaria europea, ha señalado que «hay unos 70 actos jurídicos que se deben negociar con el Parlamento Europeo».
El país báltico, que ha tomado drásticas medidas económicas tras la crisis que sufrió en 2009, se ha marcado como objetivo la estabilidad financiera que permitirá recuperar la confianza en Europa. Tras el semestre lituano la presidencia recaerá en Grecia.