Unos 120 millones de niñas de todo el mundo (algo más de una de cada diez) han sido víctimas de relaciones forzadas y de otras agresiones sexuales en algún momento de sus vidas. La mayoría admitió haber sido objeto de violencia sexual por primera vez entre los 15 y los 19 años, aunque por lo menos una de cada cinco lo sufrió cuando tenía entre 10 y 14 años. «En la gran mayoría de los casos, los responsables de la violencia sexual contra las niñas son los cónyuges, novios o parejas íntimas presentes o pasadas», revela el informe.
La gravedad se agudiza en determinadas partes del planeta, como por ejemplo el África subsahariana. Por otro lado, en los países de Europa Central y Oriental, así como en la Comunidad de Estados Independientes (con la excepción de Moldavia), la proporción de adolescentes que denunciaron haber sufrido este tipo de violencia es inferior al 1 por ciento.
Independientemente de las circunstancias y del grado de violencia, la mayor parte lo mantiene en secreto y no solicita ayuda. Las estadísticas de Unicef confirman que casi la mitad de las adolescentes de entre 15 y 19 años que mencionaron haber sido objeto de violencia física o sexual admitieron que nunca antes lo habían contado. En países como Jordania, Kirguistán, Nepal, Nigeria, Pakistán, Tayikistán y Uganda el porcentaje de las que callan supera el 50 por ciento. En concreto, las que sufren violencia sexual son quienes menos informan sobre los abusos: prácticamente el 70 por ciento de las niñas de entre 15 y 19 años víctimas de abusos sexuales nunca han pedido ayuda para poner fin a su situación.
«Aunque las razones sean diversas, muchas dijeron que no se percataban de que sufrían una forma de violencia y que no creían que el abuso fuera un problema», añade el estudio. Por si fuera poco, casi la mitad de las niñas del mundo (cerca de 126 millones) cree justificado que, en algunas ocasiones, los maridos o parejas íntimas golpeen o agredan a sus cónyuges.
Normalización y repetición de conductas
La protección de los más pequeños contra toda forma de violencia es un derecho fundamental garantizado por la Convención sobre los Derechos del Niño, así como por otros tratados y normas internacionales de derechos humanos. Sin embargo, lo cierto es que más allá de los papeles «la violencia es todavía un componente muy real de sus vidas en todo el mundo», enfatiza Unicef, añadiendo posteriormente las consecuencias a medio plazo: desarrollo inadecuado, dificultades de aprendizaje, deficiente desempeño escolar, bajos niveles de autoestima, depresiones e incluso conductas autodestructivas.
Además, según el informe, «los niños que crecen en hogares o comunidades violentos tienden a interiorizar esas conductas como manera de resolver disputas, repitiéndolas contra sus cónyuges e hijos».
A lo largo de más de 200 páginas, 'Ocultos a plena luz. Un análisis estadístico de la violencia contra los niños' pone sobre la mesa el alcance del abuso físico, sexual y emocional que sufren las niñas y los niños de todo el mundo. «Se trata de datos incómodos que ningún Gobierno ni ningún padre querrá ver», admite Lake, quien se muestra convencido de que «a menos de que nos enfrentemos a la realidad que cada una de estas estadísticas representa, nunca vamos a cambiar la mentalidad de que la violencia contra los niños es normal y admisible. No es ninguna de las dos cosas».