El futuro presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, empieza su mandato según los plazos. Atrás han quedado los miedos e incertidumbres tras varias audiciones fallidas, una Comisaria designada que tuvo que dimitir, un examen a una nueva candidata eslovena, un cambio en una vicepresidencia, y el peligro de los conflictos de intereses. Juncker respira tranquilo, ha ganado un voto más que el que obtuvo cuando fue aprobado presidente por la Eurocámara, él mismo ha asegurado que está «muy satisfecho con el resultado».
No ha habido excesivas sorpresas, estaba prácticamente asegurado que populares, socialdemócratas y liberales votarían a favor del nuevo Colegio de Comisarios. Algunos eurodiputados, sin embargo, han decidido no seguir la línea del partido. Es el caso de los socialdemócratas, los españoles han sido los díscolos y han preferido abstenerse, tal y como anuncio su portavoz Iratxe García, por su rechazo a las políticas de austeridad en general, y Miguel Arias Cañete en particular.
Tal y como anunció en su discurso de investidura en julio, Juncker ha reiterado su compromiso con un programa de inversión de 300.000 millones de euros, porque «Europa está viviendo una sequía» para atraer capital, ha dicho, pero cómo y de qué manera lo va a emplear es aún una incógnita. Sólo ha anunciado que se presentará su nuevo plan en diciembre, un mes antes de lo esperado. La amenaza de la recesión que de nuevo planea sobre la economía europea, las bolsas que cerraron a la baja en varios ejercicios, y la deflación son puntos clave que la nueva Comisión deberá abordar. Juncker, intenta de este modo atajar con un programa que pueda atraer la inversión pública y privada y así desterrar a los fantasmas de la Europa ahogada por la crisis.
La peculiar composición del nuevo Ejecutivo en el que 20 comisarios estarán bajo la coordinación de 7 vicepresidencias ha despertado dudas, pero Juncker cree que promoverá «la convergencia» del nuevo equipo. «La Comisión que presidiré no solo parecerá diferente sino que trabajará también de modo diferente. No como la mera suma de sus partes, sino como un equipo. No anteponiendo mentalidades de campanario», ha asegurado. Varios cargos deberán ser responsables de diferentes carteras, algunos comisarios dependerán de más de una vicepresidencia.
Sin duda, el más fuerte será el socialdemócrata Frans Timmermans, primer vicepresidente, y punto de anclaje. De él dependerá la regulación, las relaciones interinstitucionales, el Estado de Derecho, la Carta de Derechos Fundamentales, y el Desarrollo sostenible. Esto último fue una petición expresa de los socialdemócratas como moneda de cambio para apoyar a Cañete en su audición. Así, la cartera dependerá del holandés, y no de Maros Sefcovic, vicepresidente de Unión de la Energía, tras la renuncia de Alenka Bratusek.
Otro de los puntos que Juncker ha señalado ha sido el referente al acuerdo de Asociación transatlántica con Estados Unidos (TTIP, por sus siglas en inglés). Una de las críticas que más se ha escuchado en el pleno es el de la cláusula de controversia entre inversores y Estados (ISDS) que permite que empresas puedan demandar a Estados si determinadas leyes contravienen sus intereses. Es también uno de los asuntos candente entre los Estados miembros: Alemania, por ejemplo, se opone frontalmente a esa clausula, que España apoya. La futura Comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, también se demostró a favor en su audición. Sin embargo, Juncker ha negado que vaya a formar parte del Tratado, aunque ha recordado que es «un acuerdo bilateral» con Estados Unidos y, por lo tanto, la UE no puede decidir por sí sola. «No habrá cláusula en la ACTI [TTIP] si Frans [Timmermans] no está de acuerdo», ha subrayado Juncker.
El nuevo presidente de la Comisión, sustituto de Barroso –muy desgastado tras 10 años de liderazgo- quiere una reforma. Un lavado de cara, parecido al que hizo Delors en su día, al que considera su «referente», pero no a quien imitar. Por ello cree que «es hora de que insuflemos nueva vida al proyecto europeo». Y como un capitán en un barco anclado que necesita moverse, Juncker se ha comprometido a poner «a Europa en marcha otra vez».