Delirios ideológicos, ira callejera
Una encuesta reciente muestra que un tercio de los ciudadanos de Francia escucha con atención o se siente próximo a los objetivos de LMPT. Éstos no sólo consisten en exigir la abolición del matrimonio gay, sino que están también contra las llamadas «madres de alquiler» (gestation pour autrui, GPA, en francés); contra la reproducción asistida (procréation medicalement assistée, PMA); contra la supuesta intención de la izquierda de planear la destrucción de la familia (tradicional); y, por fin, contra el supuesto desarrollo de planes educativos (inexistentes) para acabar con los roles masculino/femenino, que LMPT sintetiza en sus ataques a lo que llama «teoría del género» o «ideología del género». Se mezclan aquí, unos pocos datos reales (pero retorcidos) con otros absolutamente inventados. Según parece, esa mezcla resulta muy propicia a la predica de la irracionalidad más demagógica.
El problema es que esa Francia reaccionaria está muy movilizada. Y LMPT ha conseguido fraguar como una especie de Tea Party a la francesa, donde confluyen católicos tradicionalistas, militantes de grupúsculos de extrema derecha, adherentes al Frente Nacional y hasta algunos musulmanes (minoritarios) que, en ocasiones anteriores, fueron favorables al laicismo y ahora se inclinan por alguna de las variedades del islam conservador.
Argumentos contra el delirio LMPT
No importa que la GPA pueda ser castigada en Francia con multas de 45.000 euros y penas de tres años de cárcel; carece de importancia también, según ese extendido delirio de LMPT, que la PMA sólo sea legal en condiciones estrictas, para parejas heterosexuales con –al menos- dos años de convivencia, que homosexuales o personas solteras estén excluidas (el viaje a Bélgica es corriente para escapar a esa exclusión).
Y desde luego no hay, ni ha habido plan alguno del ministerio de Educación para desarrollar una imaginada y supuesta «ideología del género», que -creen algunos- llevaría el sexo a los parvularios.
En línea con el abrazo al neoliberalismo à la mode, otro grito repetido en la última manifestación parisina de LMPT fue: «Non au matraquage fiscal des familles!» (no a los golpes fiscales contra las familias).
Entre esos manifestantes, la repetición de la idea «un papá-una mamá-casados-y-con sus hijos» se contrapone a cualquier otro modelo posible de manera radical. Se ignora así que, por ejemplo, en la región de París (Île-de-France), más de la mitad de los nacimientos tienen lugar (de hecho) fuera del matrimonio, que hay casi dos millones de familias con un solo progenitor, que hay cientos de millares de familias recompuestas, con hijas e hijos que conviven con madres y padres divorciados de otros matrimonios anteriores. Y que un 4 % de los matrimonios celebrados desde la aprobación de ley Taubira son homosexuales.
Ante el griterío, un cierto silencio
¿Es posible forzar el regreso de la sociedad a sus etapas anteriores? Al menos, los dirigentes de LMPT agitan sus espectros y golpean al gobierno y a Hollande para lograrlo. Y de momento, han obtenido un cierto silencio de parte de la izquierda (aunque hubiera manifestación contraria el mismo día en París).
Además de al propio presidente, han hecho sufrir a dos ministras, Najat Vallaud-Belkacem (Educación) y Christiane Taubira (Justicia) campañas insoportables de insultos, hostigamiento racista y misoginia. Y eso ha llevado al primer ministro Valls a hacer unas declaraciones (sumisas) en La Croix que ese diario publicó el mismo día de la última movilización de LMPT: «Francia promoverá una iniciativa para que los países que autorizan la GPA no puedan aceptar ese modo de procreación para quienes son nacionales de países que lo prohíben». Más madera.
Pasos cambiados y gamusinos ideológicos
Pero ese tipo de anuncios no aplacará a un movimiento que tiene que ver con un combate contra molinos inexistentes, aunque no se resuma en ellos. Para los líderes de LMPT, lo importante es mantener el activismo propagandístico de sus muchedumbres. Paradójicamente, la nueva participación multitudinaria de los católicos franceses más tradicionales en esas manifestaciones de LMPT (del pasado 5 de octubre) coincidía con el principio del sínodo de la Iglesia Católica sobre la familia, con la participación de 200 obispos de todo el mundo, y donde el Papa Francisco busca el acercamiento a las nuevas costumbres sociales para evitar la marginación social de su iglesia. En Portugal, al mismo tiempo también, tenía lugar el primer congreso de homosexuales católicos. De modo que el movimiento francés LMPT puede parecer contrapuesto a la tendencia del Vaticano y de su propio campo ideológico en otros países.
Esos otros pasos, alejados, no aplacarán su furia. «Porque estamos ante una manifestación que se dedica a cazar gamusinos, esos animales que no existen», ironiza Laurent Joffrin, director del diario «Libération». Los dirigentes de LMPT, a quienes ya nos hemos referido en otras entradas de esta misma publicación, mantienen su agitación callejera pase lo que pase. Utilizan recreaciones ideológicas surgidas de las profundidades, con prejuicios nuevos y viejos, con falsas teorías científicas y sociales, con mentiras políticas.
Y ahí confluye un cierto catolicismo asustado con un islam que mira esas ideas con simpatía; en definitiva, se trata de apartar a la mayoría de las mujeres, de que los homosexuales tengan que pedir permiso para relacionarse; o de que figuras como Najat Vallaud-Belkacem o Christiane Taubira, no puedan ser ministras porque son mujeres (por un lado) y sus ancestros (por otro) fueron siervos del sistema colonial. La misoginia, consciente o inconsciente, confluye con el racismo no declarado.
Un pasado más o menos versallesco
El domingo, mientras almorzaba con dos amigos parisinos, casi inadvertidamente, ellos también recuperaban el lenguaje del pasado. Se refirieron a los de la LMPT como «les Versaillais» (los de Versalles, los versalleses). Así se denominó en el pasado a los defensores de la monarquía absoluta, anterior a la Revolución. Y después los Versaillais fueron quienes se convirtieron en soldados de las tropas organizadas por Adolphe Thiers (en 1871) para combatir a los defensores de la Comuna de París. Fueron partícipes o protagonistas de la represión.
«Les Versaillais ont massacré! Pour les moins cent-mille hommes!», decía una canción escrita por Eugène Pottier (el autor de La Internacional). Aprendí ese cantar popular casi adolescente y ahora no creo que vuelvan ni la Comuna, ni la Revolución, ni aquellas masacres; pero sigo atónito el resurgir de una cierta sociedad francesa, airada y reaccionaria. Parece rebrotar de los libros de historia. Y aunque en realidad, Hollande está más cerca de Merkel que de la Comuna, estos nuevos soldados ideológicos que vienen de Versalles están dispuestos a seguir dándole la matraca. En español, versallesco equivale a «afectadamente cortés». Pero estos manifestantes también son versallescos en la falsedad de sus mitos y en su relativa furia callejera. Para colmo, entre los «populares» de la UMP (derecha clásica) y el Frente Nacional, no faltan quienes contribuyen a atizar esa cólera neoversallesca. Y se preparan para recoger los frutos de ese árbol de los delirios, sin importarles el precio.