Van Rompuy deja su puesto como Presidente del Consejo. Atrás quedan los peores años de la crisis económica, los rescates de Grecia, Portugal, Irlanda, Chipre y España, la crisis de la deuda soberana. Las reuniones interminables con acuerdos de mínimos entre Estados miembros. En la sala de entrada del edificio Justus Lipsius, sede de la institución que representa a los Veintiocho, el belga le ha deseado suerte al polaco Tusk.
Van Rompuy, primer presidente de la historia del Consejo Europeo, tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2010, fue primer ministro durante un breve periodo de tiempo en su país, Bélgica, uno de los estados fundadores de la Unión Europea. Con el relevo a Tusk, hay también un componente simbólico. Es el traspaso de poderes de la vieja Unión Europea, a un país, Polonia, que perteneció al telón de acero y que entró hace diez años, con la ampliación hacia el este, la mayor que se ha producido hasta la fecha.
Con la ampliación, la UE cerró uno de los capítulos de su historia, la del continente dividido en dos partes, y que Van Rompuy ha recordado hoy. Le ha deseado suerte y le ha entregado la campana que presidirá las reuniones de jefes de Estado y de Gobierno. «Donald Tusk es el valiente hijo de la nación polaca, ahora será el padre de nuestra gran Unión», ha alabado el belga.
Van Rompuy nunca dejó su casa, a escasos 15 Km de las instituciones europeas, volverá a su retiro anual en un monasterio para meditar, también a su afición a los haikus, breves poemas japoneses, pero de gran complejidad.
Por su parte, Tusk empieza hoy una presidencia de dos años y medio que puede prolongarse hasta cinco. El hombre que ahora liderará las reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno es natural de Gdansk. Localidad que acoge a minorías como suecos, judíos, escoceses y casubios, comunidad a la que pertenece y que tiene sus propias tradiciones, cultura y lengua, y que se encuentra principalmente en el norte del país. Según palabras del ya presidente del Consejo, si «se estudia la historia de Gdansk, se sabe la de Europa».
De origen humilde, su padre era carpintero, pero murió muy joven, cuando Tusk sólo tenía 14 años. De su madre, dice que fue una mujer «de pura bondad», que trabajó mucho como enfermera para sacar adelante a sus dos hijos. A una temprana edad, empezó a tener sus primeras vivencias con el régimen comunista, al entrar en la Universidad para estudiar Historia, se reunía con unos amigos todos los días para discutir sobre política. Acabaron por organizar un grupo opositor que luchaba por la democracia, origen de lo que más tarde se convertiría en el partido y movimiento sindical Solidaridad.
Tras su paso por la Universidad, el historiador encontró trabajó como periodista, ligado a la revista del movimiento sindical. Sin embargo, dejó los reportajes definitivamente por la política. Desde 2007 y hasta agosto de 2014 fue presidente de Polonia, el primero reelegido desde que se restableció la democracia en el país.
Con la toma de posesión de Tusk como líder del Consejo Europeo, los países del este consiguen el reconocimiento tras diez años en la UE, también es un espaldarazo a los Estados más críticos con Rusia y más cercanos a sus fronteras. Él mismo reconoce que Europa tiene «enemigos», y «no sólo los euroscépticos», en clara alusión a Moscú. Sin embargo, el polaco ha asegurado que se muestra «optimista» porque lo que Europa necesita es «fe», pero sin ser «naif».
Tusk, alguien que destaca entre sus pasiones «la familia y el futbol», no sólo tendrá que lidiar con la actual crisis con Rusia, también con el referéndum en el Reino Unido previsto para 2017 para decidir si sale de la UE, la crisis económica que aún no ha abandonado el continente y un raquítico crecimiento a la espera de la inversión privada. Cuando Van Rompuy le ha dado hoy el relevo ha mirado hacia el suelo y ha emitido un «Oh, Dios mío». Quizá va a necesitar algo más que un poco de fe.