Un siglo climáticamente revuelto

Los satélites de la ESA están detectando un rápido y alarmante deshielo del permafrost, un tipo de suelo en Alaska, Siberia, norte de Escandinavia, los Andes, el Himalaya o los Alpes, que retiene el dióxido de carbono o el metano. Su deshielo implica mayores emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Este fenómeno se añade a otros que estamos sufriendo, como sequía, inundaciones o tornados. El IPCC, grupo de expertos para el cambio climático, avisa de que esos fenómenos extremos están aumentando en intensidad y frecuencia.

El Sol en un cielo cobrizo
Foto:IPCC

CAIRNS, Australia, (IPS) - Las condiciones meteorológicas extremas se vuelven norma a gran velocidad. Así lo confirman las dos semanas de calor estival que han soportado Canadá y Estados Unidos cuando el hielo y la nieve del invierno aún no se habían marchado.

Este mes de marzo buena parte de América del Norte se ha «cocinado» a temperaturas extraordinariamente altas, que han derretido toda la nieve y el hielo invernales y batido por amplio margen los récords térmicos de los últimos 150 años. El año pasado, Estados Unidos soportó 14 desastres -inundaciones, huracanes y tornados- que causaron pérdidas de varios miles de millones de dólares.

Un nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), abunda en las evidencias de que esos eventos meteorológicos sin precedentes están aumentando en cantidad y severidad. Y, si se mantiene el actual ritmo de contaminación de gases de efecto invernadero, alcanzarán grados preocupantes a lo largo de este siglo. A partir de 1950 se registraron muchas más olas de calor y temperaturas extraordinariamente elevadas que en las décadas anteriores.

Esas manifestaciones seguirán en aumento en los próximos decenios, como la frecuencia de precipitaciones intensas en regiones tropicales y en latitudes alejadas del Ecuador, sostiene el Special Report on Managing the Risks of Extreme Events and Disasters to Advance Climate Change Adaptation (Informe especial sobre el manejo de riesgos de eventos extremos y desastres para promover la adaptación al cambio climático), conocido por sus siglas en inglés SREX.

Esa jornada especialmente calurosa que se presenta una vez cada 20 años, a fines del siglo XXI ocurrirá cada dos años en la mayoría de las regiones, excepto en las situadas en el Hemisferio Norte y en latitudes lejanas al Ecuador, donde el fenómeno se producirá cada cinco años.

También es probable que aumente la velocidad máxima de los vientos de los ciclones tropicales, mientras cae o sigue igual la frecuencia de estos eventos en todo el mundo. Las sequías serán más intensas en el sur y el centro de Europa, en la región del Mediterráneo, en el centro de América del Norte, en América Central y en México, en el Nordeste de Brasil y en África austral.

El aumento del nivel del mar, sumado a una meteorología extrema, hará inhabitables muchos lugares para finales de este siglo, dice Christopher Field, copresidente del Grupo de Trabajo II del IPCC, que realizó el informe junto con el Grupo de Trabajo I.

Sitios que ya soportan estos problemas, como los pequeños estados insulares y ciudades costeras como Mumbai, podrían tener que abandonarse en las próximas décadas, si no se efectúan importantes reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero, dijo Field en una conferencia de prensa.

Ya no se discute que el drástico aumento de los acontecimientos meteorológicos extremos es una de las señales más claras de que quemar miles de millones de toneladas de combustibles fósiles ha alterado el clima mundial de forma permanente. «Todas las manifestaciones meteorológicas se ven afectadas por el cambio climático, porque el ambiente en el que ocurren es más cálido y más húmedo que antes», dice el científico Kevin Trenberth, del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos.

Esas enormes cantidades de calor y humedad atrapados en la atmósfera son un potente combustible para los fenómenos extremos. Tiene poco sentido debatir si esta o aquella tormenta fue causada por el cambio climático cuando todo el sistema meteorológico mundial está alterado, señala Trenberth, uno de los autores de los informes del IPCC.

Según Field «El principal mensaje del informe es que ahora sabemos lo suficiente para tomar decisiones acertadas sobre el manejo de riesgos de desastres relacionados con el cambio climático. Algunas veces aprovechamos ese conocimiento, pero muchas veces no». En 2010, Guatemala y Colombia estuvieron entre los más perjudicados por fenómenos extremos, según el Índice Mundial de Riesgo Climático, elaborado por la organización no gubernamental alemana Germanwatch. De hecho, esos países sufrieron más que Rusia, cuya conocida ola de calor mató a unas 50.000 personas.

El Índice analiza los impactos que tuvieron los fenómenos extremos en la economía y la sociedad en los últimos 20 años. Entre 1991 y 2010, los 10 países más afectados en daños materiales y muertes fueron todos del Sur en desarrollo. Bangladesh, Birmania y Honduras lideran la lista. «No hay dudas de que las manifestaciones extremas y los daños han ido en aumento», explica Sven Harmeling, de Germanwatch desde Berlín. Y no es porque simplemente ahora haya más infraestructura que destruir.

Los países están adquiriendo conciencia sobre los riesgos, pero pocos adoptan medidas para abordarlos, pese a que es mucho más barato prepararse que recuperarse de un desastre. Es difícil asignar fondos públicos o de donantes para un fenómeno que quizá no ocurra en muchos años. Sin embargo, un país como Honduras, que en 1998 fue demolido por el huracán Mitch y otras tormentas y lluvias intensas posteriores, nunca se recuperó, señala Harmeling. Sin embargo Bangladesh realizó inversiones importantes en la prevención, por lo que en los últimos tiempos ha sufrido menos daños.

El nuevo informe del IPCC es una información significativa, pero tiene lagunas y carece de los últimos hallazgos científicos que especifican mejor los vínculos entre eventos meteorológicos extremos y el cambio climático, según Harmeling. El estudio recomienda a países y regiones tomar medidas de adaptación de «arrepentimiento bajo o nulo», aquellas que requieren inversiones modestas o moderadas para elevar la capacidad de soportar los riesgos climáticos.

Por ejemplo, poner en marcha sistemas de alerta a la población sobre desastres inminentes, modificar la planificación del uso de la tierra y del manejo de los ecosistemas, perfeccionar la vigilancia sanitaria, el suministro de agua y los métodos de drenaje y saneamiento, así como desarrollar y aplicar nuevas normas en la construcción.

Las conclusiones del Índice Mundial de Riesgo Climático y las recomendaciones del estudio del IPCC «deben verse como una señal de alerta», dice Harmeling. Hay que estar «mejor preparados».