Formado en Cinematografía por la Universidad de Edimburgo, Pereira ha mostrado en el Festival que el cine de pueblo puede cruzar fronteras y abrirse un hueco entre el competitivo y profundamente marginal cine documental.
También ha demostrado que no hay obstáculos suficientes cuando las ganas, el arrojo y los sueños son más poderosos que la realidad. Ni siquiera nacer en una familia humilde de un pueblo perdido de La Mancha ha sido un impedimento para este neorrealista manchego que está recorriendo Europa con su «cine de pueblo» a través del cual muestra cómo se enfrenta un pueblo minero a la depresión emocional y económica tras el cierre de la minería.
Con más ilusión que dinero, marchó a Escocia hace ocho años. Estudió Cinematografía en la Universidad de Edimburgo gracias al sistema público que la crisis está desmantelando. Formación que Pereira ha revertido en su gente, en su pueblo y en el paisaje sentimental de unas minas de mercurio que han estado 2.000 años alimentando el futuro del pequeño pueblo ciudadrealeño de Almadén. En «El invierno de Pablo», Chico Pereira ha demostrado que para tener alas es necesario tener raíces.
El primer largometraje del cineasta manchego es un viaje al interior de la tierra y del alma de la cuenca minera de Almadén. La dureza física, la ternura, la lucha política y los sinsabores de la mina se entremezclan en «El invierno de Pablo» con la inteligencia y el sentido del humor de quienes se enfrentan a la desesperanza con una actitud desafiante. El público de Leipzig ha entendido la socarronería de Pablo aunque sea imposible traducir al inglés el significado real de palabras como «corral» o «chiquinino».
La película ganadora, dentro de la sección Lugares de Trabajos Saludables, es una historia de personas y no de personajes que consigue que el espectador termine sintiéndose parte del dolor social de un pueblo que ve su vida pasar sin que la vida dé señales de pasarse de nuevo por allí. «El invierno de Pablo» es el invierno de Pablo y su esposa, de sus hijos y nietos emigrados y de unos niños que, mientras aprenden a montar en bicicleta, miran al horizonte con la seguridad de que su futuro pasa también por salir en busca de los sueños.
Si Almadén es el pueblo sin vida que explica las consecuencias de una reconversión industrial aún no superada, Chico Pereira es la vida que explica que España está maltratando a una generación de jóvenes valientes que únicamente se pueden desarrollar en la emigración. La película de Chico Pereira se ha producido gracias a la solidaridad de sus amigos y a una subvención de 3.000 euros de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, concedida hace dos años, que la crisis se llevó por el agujero de la austeridad.
La Agencia Europea de Salud y Seguridad en el Trabajo (EU-OSHA), entidad que patrocina el galardón cinematográfico Lugares de Trabajo Saludables, distribuirá la cinta por Europa en ocho idiomas, además de los 8.000 euros del premio que servirán para que Chico Pereira pueda seguir mostrando al mundo su neorrealismo manchego y como llamada de atención a las instituciones españolas que maltratan y obligan al exilio económico e intelectual a una generación de jóvenes imprescindibles para salir de la crisis sin perder el futuro.
La crisis se comió la financiación pública pero no pudo ni podrá con la necesidad que este cineasta manchego tiene de contar, a través de planos cortos, historias que humanicen y aminoren la velocidad de un mundo que mira sin ver.