Las emisiones de carbono ya están alterando el clima mundial, volviendo más dañinos eventos extremos como sequías, tormentas e inundaciones. La agricultura y la producción de alimentos son muy vulnerables a los impactos del cambio climático, según muestran varios estudios científicos. «Es muy extraño que en Doha no se esté poniendo énfasis en la seguridad alimentaria», dice Michiel Schaeffer, científico de Climate Analytics. «No hay duda de que el cambio climático plantea un riesgo importante para nuestra capacidad de producir alimentos», señala.
Climate Analytics y el Potsdam Institute for Climate Impact Research han elaborado para el Banco Mundial el estudio «Reducir el calor: Por qué se debe evitar un aumento de 4°C de la temperatura mundial», que advierte que muchas partes del mundo no podrán cultivar alimentos si la temperatura en el planeta aumentan cuatro grados.
El informe alerta de que la humanidad va rumbo a un mundo cuatro grados más caliente, en el que habrá olas de calor sin precedentes, sequías severas e inundaciones importantes, con serios impactos sobre los ecosistemas y la agricultura.
La temperatura del suelo aumentará, una media de entre cuatro y 10 grados,y eso lo volverá demasiado caliente para muchos cultivos cruciales para la alimentación.
Grandes partes de África, China, India, México y el sur de Estados Unidos reducirán su producción por ese motivo, advierte Schaeffer. También habrá cambios significativos en los patrones de lluvias y mayores niveles de evaporación.
Con apenas 0,8 grados de calentamiento ya ha habido sequías generalizadas, inundaciones y otros eventos extremos vinculados al cambio climático.
Los precios de los alimentos se dispararon, dado que grandes áreas del cinturón productor de granos en Estados Unidos se vieron afectadas este año por una sequía. En el futuro, cada vez que haya eventos extremos en áreas productoras de alimentos, los precios de los mismos volverán a subir, señala Schaeffer.
Las investigaciones muestran que, incluso con dos grados de calentamiento, habrá serios problemas de producción alimentaria a nivel regional. Si las temperaturas van más allá de tres grados, se volverá un problema mundial. Sin reducciones importantes en las emisiones derivadas de combustibles fósiles, un mundo entre tres y cuatro grados más caliente se enfrentará con un enorme aumento de la población. «Esto será catastrófico», dice Schaeffer.
Las negociaciones están «a millones de millas de donde necesitamos estar para incluso tener una pequeña posibilidad de impedir un cambio climático descontrolado», dice Lidy Nacpil, de Jubilee South Asia Pacific, una red de organizaciones para el desarrollo de inspiración religiosa.
En las horas finales de la COP 18, no hay sobre la mesa ningún recorte adicional de las emisiones contaminantes. Las negociaciones continuarán hasta altas horas de la noche y tal vez, incluso, hasta el sábado.
«No podemos volver a nuestros países y decirles que permitimos que esto ocurriera, que condenamos nuestro propio futuro», dice Nacpil en un comunicado.
Seyni Nafo, de Malí y portavoz de los negociadores africanos, plantea: «Los negociadores africanos se echan las manos a la cabeza en gesto de desesperación, y preguntan por qué se molestan siquiera en venir a las negociaciones, si los países industrializados continúan arrancándonos más demandas a cambio de ningún dinero o compromiso». «Este cinismo está en su punto más duro en las negociaciones agrícolas», dice Nafo en un comunicado.
Sin mayores recortes en las emisiones, se perjudicará nuestra capacidad de cultivar alimentos o adaptarnos, dice Meena Raman, experta en negociaciones de la Red malasia del Tercer Mundo. «En Doha todavía hay una posibilidad de luchar por algo», indica.
Una cosa que se necesita es la prometida financiación de parte de las naciones industrializadas para ayudar a las menos adelantadas a afrontar los efectos del cambio climático y a fortalecer sus sistemas de producción alimentaria.
«Las finanzas para la adaptación son una demanda clave de los países en desarrollo», señala Doreen Stabinsky, profesora de política ambiental mundial en el College of the Atlantic. «Sin adaptación, es probable que la producción alimentaria mundial sufra pérdidas de entre un 14 y un 30 por ciento en los tres cultivos principales de primavera: trigo, maíz y soja».
Aunque se actúe pronto en materia de adaptación, de todos modos habrá pérdidas de entre un cuatro a un 26 por ciento. Es necesario empezar ahora a aumentar la diversidad de cultivos, para crear resiliencia ante las condiciones climáticas extremas que los agricultores comienzan a sufrir, opina Teresa Anderson, de la Fundación Gaia, socia británica de la Red Africana para la Biodiversidad.
Los agricultores tradicionales tienen cientos de tipos diferentes de semillas para diferentes condiciones, pero a menudo se apartan, priorizando soluciones tecnológicas para la seguridad alimentaria, como semillas híbridas y genéticamente modificadas, dice Anderson. «Estos agricultores pueden tener una diversidad tremenda, incluso dentro de la misma variedad de maíz, una que germine antes o florezca después».
Esa clase de diversidad aumenta en buena medida las probabilidades para obtener una cosecha decente, mientras que los modernos enfoques monoagrícolas solo tienen éxito en determinadas condiciones.
El segundo enfoque es el que impulsan los grandes negocios agropecuarios y los gobiernos. Aunque a ellos les vaya bien, no hay duda de que será un enorme fracaso bajo las condiciones extremas del cambio climático, mantiene Anderson.
«No puedo explicarme por qué las naciones industrializadas congregadas en Doha no pueden ver la urgencia de todo esto».