Sin embargo, pronto se convirtieron en expresión más profunda de descontento y frustración con el gobierno. «Todo comenzó con la decisión repentina de no firmar un acuerdo con la UE, pero se trataba de algo más que eso. La gente estaba cansada del gobierno de Yanukovych», declara Valerii Drotenko, una manifestante de 45 años.
Desde que Yanukovych asumió el poder en 2010, se han vulnerado las libertades civiles, los opositores han sufrido fuerte represión y la independencia e integridad de las fuerzas del orden han desaparecido, según denuncian grupos de derechos humanos locales e internacionales.
Al mismo tiempo, hay una creciente percepción pública de corrupción generalizada, amiguismo y nepotismo en el gobierno. Los detractores han denunciado que Yanukovych concentra el poder político en su propia oficina y, al mismo tiempo, está convirtiendo a su familia en un factor de riqueza y dominio social.
A todo esto se suma que la economía de Ucrania atraviesa un momento difícil desde la crisis financiera de 2008. Su moneda está al borde de la devaluación, los déficit comercial y presupuestario se han disparado y el país lleva 18 meses en recesión.
«La gente ya se hartó de Yanukovych, la corrupción y la situación económica han provocado la ira que ha llevado a la población a las calles. La situación sería más civilizada si la economía marchara mejor. Como están las cosas, de momento solo genera caos e ira», enfatiza la economista desempleada Masha Kostishyn, de 34 años y ciudadana de Kiev.
La situación económica, sumada a la incapacidad de atraer inversión extranjera, ha vuelto al país cada vez más dependiente del comercio con Rusia, especialmente en el este del territorio, donde se concentra la mayor parte de la industria pesada de Ucrania. Si bien ya existe una cercanía cultural con Rusia (una sexta parte de la población ucraniana es de origen ruso) esto le ha dado al Kremlin un impulso adicional para fortalecer su influencia política en Kiev.
Sin embargo, este proceso aleja cada vez más a la población del gobierno, en particular en el oeste, tradicionalmente más favorable a Europa. El repentino cambio de finales de noviembre, cuando Yanukovych dio marcha atrás con respecto al acuerdo y aparentemente dejó el futuro del país en manos de su vecino del este, fue el punto de inflexión para muchas personas que temían que Ucrania se convirtiera en un Estado títere del Kremlin.
La violencia y en particular el derramamiento de sangre de los últimos días no han hecho más que profundizar el resentimiento hacia el gobierno. Sin embargo, mientras la oposición se mantiene firme en sus pedidos de que Yanukovych renuncie, muchos manifestantes afirman que no confían demasiado en los posibles sucesores.
El principal partido de la oposición, Patria, es considerado otro sector político corrupto. «Las autoridades son criminales por naturaleza, pero la oposición es tan solo la otra cara de la misma moneda», apunta Drotenko. «Estaban muy a gusto en su función de oposición 'marioneta' o de 'decorado', pagados por los mismos oligarcas del partido de gobierno y, como Yanukovych, ignorando las voces del pueblo». «La mayoría de la gente que protesta en Kiev está lejos de ser entusiasta partidaria de la oposición».
Otros señalan al partido de ultraderecha Svoboda, uno de los principales movimientos que participan en las manifestaciones. Algunos manifestantes acusan a los dirigentes opositores de haber carecido de unidad y cohesión durante los últimos meses para poner fin a la crisis en las primeras semanas de protestas. «Sin duda Yanukovych es estúpido y culpable de sus actos criminales, pero la oposición también es culpable de no haber adoptado medidas rápidas y decisivas al inicio de las manifestaciones», afirma Drotenko.
La violencia de los últimos días ha provocado un aluvión de respuestas diplomáticas de la UE, Estados Unidos y Rusia. Este viernes 21 se ha conocido el acuerdo entre la oposición, el gobierno y diplomáticos rusos y de la UE para poner fin a la crisis y celebrar elecciones anticipadas. Pero en Kiev hay quienes sienten frustración porque solo ahora surja una iniciativa diplomática. Y las tensiones más profundas continúan.
Olga Kovalchuk, una maestra de la cpaital ucraniana de 37 años, sintetiza este sentimiento: «Tal vez mientras se trataba de un conflicto puramente político, antes de que comenzara la violencia, podría haber sido útil que la UE o Rusia tomaran algún tipo de medidas, pero ya no. Perdieron la oportunidad».