Durante siglos los cementerios eran lugares tenebrosos que siempre se evitaban y que solo se visitaban por obligación. En los últimos años se han convertido en un lugar turístico, por el interés artístico de algunas de sus tumbas, por que en los mausoleos hay auténticas obras de arte o por conocer algunos de los epitafios más «originales» de sus moradores. Europa también presenta una gran riqueza cultural del «otro mundo». El arte funerario tiene cada vez más adeptos. Incluso el Consejo de Europa tiene unos itinerarios culturales.
Cada vez es más importante el número de turistas que no solo visitan las ciudades europeas, sino que incluyen en su programa de visitas, un tiempo para introducirse en el mundo de los cementerios. Ciudades como París, Barcelona, Madrid o Praga, tienen «enterrados» en artísticos panteones algunos de sus próceres más destacados. No llegan a la masificación de las tumbas de estrellas del rock como Elvis Presley o Michel Jacson, pero también tienen su público.
Europa tiene unos 179 cementerios de características excepcionales para disfrutar del arte funerario. Algunos tan importantes e impresionantes como el de Montmartre en París, Praga, Estocolmo, Bolonia, San Sebastián, Podgorze en Cracovia... innumerables. Significan una herencia cultural incalculable. La mayoría de ellos se han convertido en auténticos museos al aire libre, o en un espacio urbano inmerso en la ciudad.
En Roma, son famosas las catacumbas, donde se encuentran unas 60 con unas 750.000 tumbas, la mayoría situadas en la Via Apia. Las más visitadas son las de San Calixto y las de San Sebastián. Uno de los camposantos más famosos es el de Montmartre en París, donde encontramos enterrados desde el compositor Héctor Berlioz, al pintor Edgard Degàs, al director de cine, François Truffaut o a los escritores Alexandre Dumas y el poeta alemán Heinrich Heine. También está allí la tumba del escritor Èmile Zola... o la de las dama de las camelias (Alphonsine Plessis).
En Praga encontramos otro de los cementerios más espectaculares de Europa. En el cementerio judío se desconoce cuantas tumbas existen, porque hay varias capas, pero se estiman unas 12.000 tumbas, en las que descansarían unos 100.000 judíos. En el viejo cementerio de Friburgo, por ejemplo, encontramos la tumba de «la bella durmiente» que acoge los restos de Caroline Walter, y en Estocolmo encontramos el Skogskyrkogarden, o cementerio del bosque, con alrededor de 50.000 tumbas y que ha sido declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco.
En Barcelona, el museo de carrozas fúnebres muestra los usos y costumbres que existían en la ciudad y en el continente europeo entre los siglos XIX y XX. Una de sus joyas es una gran carroza forrada con tapicería negra que empleaban habiutalmente las viudas. Pero hay otros objetos decorativos menos suntuosos como búhos, crucifijos, ángeles, guadañas o relojes de arena, ligados a la simbología de la muerte y las creencias populares de la época.
Unos 50 cementerios europeos han abierto desde hace años sus puertas al turismo, convirtiéndose en una auténtica ruta de camposantos. Son un paseo por la memoria y la tradición de cada lugar. Permiten conocer como se enterraba a los ricos y a los pobres. Hay cementerios de grandes ciudades y otros más humildes como el de Monturque en Córdoba, que esconde un auténtico tesoro arquitectónica: unas cisternas romanas con apariencia de chimeneas y que forma parte de la ruta europea de cementerios culturales. En esa misma provincia han organizado el festival «Mundamortis».
Son museos al aire libre, donde se recoge parte de nuestra historia o donde podemos observar como quisieron ser recordados algunos de los ilustres personajes del continente.