Mientras Egipto no encuentra salida a su «primavera», Túnez, el primer país norteafricano que inició una revuelta social, intenta evitar caer en el caos, como ha ocurrido con sus vecinos, Libia y Egipto. Cada vez es más difícil salvar la situación. El presidente del partido islamista que gobierna en Túnez ha rechazado las demandas de la oposición de un Gobierno sin partidos y ha dicho que la experiencia de Egipto debería llevar a los partidos a involucrarse más en el diálogo y resolver la crisis del país. El ministro de exteriores alemán, Guido Westerwelle, el primer alto cargo europeo que visita el país desde que se inició la crisis política hace tres semanas, ha abogado por el diálogo y ha dicho que «Egipto es un ejemplo que no debe seguir».
Túnez ya estaba sumergido en un conflicto político cuando hace tres semanas asesinaron al líder de la oposición, Mohammad Brahmi, pero la serie de atentados posteriores amenazan con desestabilizar todavía más a este país, cuna de la Primavera Árabe.
El asesinato de Brahmi, el 25 de julio en el exterior de su vivienda en la capital del país, ha generado una serie de protestas a favor y en contra del gobierno. Cuatro días después, ocho soldados fallecieron en un atentado perpetrado por un grupo de combatientes islamistas.
Desde entonces, más soldados han muerto en enfrentamientos, mientras han estallado varias bombas en la capital tunecina y alrededores, y la policía ha matado a varios presuntos insurgentes en operaciones especiales. Las fuerzas de seguridad han frustrado otro intento de asesinato contra un dirigente político en Susa, pero no han dado a conocer el nombre de la persona supuestamente implicada.
El jeque Abdelfatteh Muru, vicepresidente del gobernante partido Ennahda«No tenemos antecedentes de terrorismo en Túnez dice clarament que «no estamos preparados para estos ataques. Debemos perseguirlos». «El terrorismo no tiene nacionalidad, no ven a la gente como víctimas de un país en particular sino solo como enemigos. Buscan el eslabón más débil de la cadena, un país que acaba de salir de la revolución, que carece de estabilidad y donde el gobierno no es lo suficientemente fuerte. Así somos ahora», se lamenta Muru.
Felix Tusa, de la ONG Centro Ginebra para el Control Democrático de las Fuerzas Armadas, entiende que, «si bien tras la revolución se nombraron nuevos responsables del Ministerio del Interior, ha habido muy pocos cambios en el aparato de seguridad». Los grandes desafíos son la falta de recursos para salarios y equipamiento y cómo crear un servicio de inteligencia efectivo que sea a la vez transparente y respete los derechos humanos», explica el activista del Centro, que trabaja con el gobierno en la reforma de la seguridad. Para Tusa «una de las principales críticas al proceso de transición democrática es la falta de reforma en la seguridad».
La renuncia sorpresiva del jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Rachid Ammar, en junio, se atribuye, en parte, a los problemas dentro del Ministerio del Interior. Al anunciar su partida en la televisión nacional, Ammar declaró que la ausencia de un servicio de inteligencia operativo impedía que las operaciones militares fueran efectivas.
El ministro del Interior, Lotfi Ben Yedu, ha renovado recientemente su compromiso de poner fin al terrorismo en la frontera con Argelia. «Las operaciones militares y de seguridad continuarán hasta erradicar a todos los terroristas escondidos en la montaña», afirmó en una declaración escrita. El ministro fue blanco de críticas por investigaciones sobre la muerte de Chokri Belaid, otro dirigente de la oposición asesinado hace seis meses, de la misma forma que Brahmi, cuando salía de su casa. Le criticaron el tiempo que tardó en identificar a los sospechosos y que, cuando finalmente se hizo, no los detuvieron. «Compensaremos pronto ese fallo con una masiva movilización de agentes para capturar a los terroristas», explicó.
Coincidiendo con el asesinato, hace seis meses de Belaid, decenas de miles de personas se concentraron para pedir la renuncia del gobierno. La marcha coincidió con el día en que la Asamblea Nacional Constituyente interrumpió su labor, de redactar la ley fundamental, hasta que no haya un diálogo entre el gobierno y la oposición. Unos días antes hubo una gran marcha a favor del gobierno, pero la del martes 7 de agosto fue la mayor concentración contra el gobierno desde el asesinato de Brahmi. El eslogan «¡dégage!» («¡apártate!», en francés) se escuchó más fuerte que nunca.
Inés Karaui, su esposo y dos hijos pequeños fueron parte de la protesta en Túnez. Se trasladaron desde Sfax, a tres horas en automóvil de la capital del país. «Es un deber nacional estar aquí. Esta noche no voy a dormir, pero hay gente que perdió familiares y niños que perdieron a sus padres. No es nada sacrificar unas horas de sueño comparado con el sacrificio de los soldados a quienes les cortaron la garganta», explicó. «Túnez sangra, lloramos lágrimas de sangre por nuestro país. Lo amamos y pretendemos un futuro para nuestros hijos. No queremos ser como Afganistán o Siria», remarca Karaui. «El gobierno quiere que sintamos que la amenaza terrorista está muy cerca de Túnez, pero ellos son los responsables. Estamos en contra del extremismo. Queremos recuperar a nuestro Túnez».
Sobre las críticas contra el gobierno, su vicepresidente Muruexplica que «eso no es cierto. (La oposición) sabe que Al Qaeda, Ansar al-Sharia y los salafistas no son Ennahda; somos todos musulmanes, pero no tenemos el mismo programa». Algunas personas cuestionan, incluso, la responsabilidad de esos grupos.
El jeque Mohammad, islamista y profesor de teología que estuvo siete años preso bajo el régimen de Zine el Abidine Ben Ali (1987-2011), comenta que «se culpa a los salafistas por los ataques terroristas, pero no es seguro. Quizá los responsables sean miembros del régimen anterior o extranjeros». «Muchos salafistas son pacíficos, aunque hay violentos que se infiltran en las mezquitas y son yihadistas. Estoy a favor de la shariá (ley islámica) y quiero que tenga un lugar preponderante en la nueva Constitución, pero también quiero democracia y rechazo todo tipo de violencia», aclara.
Todos los días se conocen nuevos ataques en la frontera, amenazas de bomba y conspiraciones de asesinato que perjudican a la economía. Turistas e inversionistas se asustan, y con ellos la economía, vital para una exitosa transición democrática. Mehdi Zaui, abogado de empresas internacionales, indica que «dos clientes importantes, un fondo de inversión estadounidense y un operador turístico con dos hoteles, se fueron de Túnez desde la revolución. También tengo tres o cuatro clientes que pensaban invertir en este país, en la industria y en el sector de las tecnologías de la información, que lo están pensando mejor. Zaui añade que «tuve una reunión con un empresario italiano que trabaja en la industria química que me preguntó por la situación local. Ya invirtieron mucho dinero en el país, pero temen por su inversión».
El gobierno realiza esfuerzos para combatir el terrorismo. La inseguridad y la inestabilidad que se siente podría ser la mayor amenaza para Túnez.