Por Eduardo Salceda / Bucarest
Minutos antes de que Vladimir Putin compareciese para expresar el apoyo ruso al resultado del referéndum celebrado en Crimea, el presidente del Parlamento de Transnistria Mijaíl Burla envió a su homólogo en la Duma de Moscú una solicitud de adhesión a la Federación Rusa.
Transnistria es un territorio separatista de la República de Moldavia –famoso por ser un agujero negro donde prolifera la trata de blanca, drogas y armas- situado al este del río Dniéster, con una superficie de cerca 4.100 km² (más pequeño que La Rioja) y habitado por unos 600.000 habitantes en tres tercios casi perfectos numéricamente: rumano-moldavos, ucranios y rusos.
Tras la revolución bolchevique formó parte de la República Socialista Ucraniana y, a partir de 1945, la URSS la unió a Besarabia para crear la República Socialista de Moldavia.
En 1990, ante el auge de movimientos nacionalistas rumanos que propugnaban la unión de toda Moldavia con Rumanía el territorio se autoproclamó independiente con el único reconocimiento de Rusia. El principal interés ruso en la región era mantener el control de las bases militares del XIV Ejército soviético, otra similitud con el actual caso de Crimea. En 1992 Rusia envió al prestigioso general Aleksandr Lébed con la misión de evitar, en una corta pero cruenta guerra en la que murieron más de 700 personas, que Moldavia se hiciera con el control del territorio.
En 2006 se celebró un referéndum similar al de Crimea, en el que el 97'2 % de los votantes se declararon favorables a su integración en el interior de la Federación Rusa; aunque ésta prefirió mantener el statu quo, otorgó más de 100.000 pasaportes rusos.
Tras unos años de estancamiento de las negociaciones 5+2 (Moldavia, Transnistria, Rusia, Ucrania y OSCE, más Estados Unidos y Unión Europea como observadores), en estos últimos dos años se produjeron avances a través de unas negociaciones bilaterales entre Alemania y Rusia. Tanto el presidente de Transnistria Yevgeni Shevchuk como el de Moldavia Nicolae Timofti estaban desarrollando una política de «pequeños pasos»: reiniciar el tráfico de mercancías, abolir aranceles, la emisión de la televisión moldava en territorio transnistrio o el permiso de impartir clase en varios colegios de Transnistria en rumano.
Parecía cercano el horizonte de un acuerdo final que permitiese la reintegración de Transnistria dentro de Moldavia a cambio de ciertas concesiones como la de una amplia autonomía o la permanencia sine die de las bases rusas en su territorio.
Todas las esperanzas de un posible acuerdo se esfumaron cuando en noviembre del año pasado Moldavia firmó en Vilnius el Tratado de Asociación Oriental con la Unión Europea junto a Georgia. El mismo tratado que Ucrania, por presiones de Putin, rechazó firmar y que fueron la chispa del inicio de las protestas que acabaron con el gobierno en Kiev de Yanukóvich.
¿Cómo reaccionará Putin a la petición transnistria? La Duma rusa tiene que pronunciarse esta misma semana sobre el proyecto de ley propuesto por el grupo parlamentario Rusia Unida –al que pertenece el presidente Putin-, ley que prevé la concesión de facilidades para la anexión de nuevos territorios en el interior de la Federación Rusa.
Todo dependerá, no obstante, de la evolución de los acontecimientos en Ucrania. El principal problema a una eventual adhesión de Transnistria dentro de la Federación Rusa sería su aislamiento geográfico, que podría subsanarse si el Krenlim decide incrementar su apuesta creando un corredor terrestre desde Transnistria hasta Crimea pasando por la región sureña ucraniana de Herson. Este plan sólo entraría en vigor si Rusia decide apoyar activamente la secesión de las ocho regiones del este y sur de Ucrania con mayoría de población rusa, hecho por el momento negado desde Moscú.
El viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin ha anunciado una reunión especial del gobierno para tratar específicamente el tema de Transnistria el jueves 20 de marzo en el que «las autoridades de la Federación Rusa tomarán las decisiones de rigor». Queda por ver si Putin se lanzará a una escalada diplomático-militar o si se contentará con contemporizar y mantener a Transnistria como un as en la manga con el que jugar el gran desafío que representa Ucrania.
Históricamente Rusia siempre buscó su seguridad nacional a través de la expansión con un sentido propio de constante amenaza y moralmente obligado a defender o liberar a los pueblos eslavos sometidos. También sería necesario recordar el aviso del príncipe Bernhard von Bulow, canciller del imperio alemán entre 1900 y 1909: todas las naciones europeas buscan su engrandecimiento a través de amenazas y contra amenazas, pero Rusia es la nación más peligrosa porque cumple sus amenazas y sólo parece pararse ante el despliegue de fuerzas oponentes superiores o por la derrota militar.
La gran pregunta es si Estados Unidos y la UE sacrificarán al actual gobierno de Kiev, considerado por Moscú como un gobierno ilegítimo y golpista, en aras de crear puentes de entendimiento que ayuden a enfriar la convulsa situación ucrania e instauren un nuevo statu quo europeo. Para Putin el apoyo de occidente a dicho gobierno representa una línea roja que –a diferencia de las trazadas por Obama en Siria- no va a consentir ser traspasada.