Dicen que siempre se han sentido europeos, pero la Historia les llevó a vivir al otro lado del telón de acero. La caída del muro de Berlín en 1989 fue también la caída de muchos otros muros en varios países del centro y el este de Europa. 20 años después todos celebran volver a ser europeos.
Para conmemorar esos 20 años, la Comisión y el Parlamento europeos en España ha reunido a varios representantes diplomáticos que han contado su experiencia y la de su país.
Edit Bucsi, hoy embajadora de Hungría en Madrid, resalta que su país ya se enfrentó a las tropas soviéticas en 1956. Fue la primera rebelión en un país del Pacto de Varsovia aplastada por los tanques. Dice que cuando cayó el muro, a la alegría de volver a la democracia se añadía también la rehabilitación histórica de aquéllos que inútilmente se habían enfrentado a los rusos. Hasta el Partido Comunista reconoció que la revolución del 56 no fue una contrarrevolución, sino un intento de emprender la democratización de Hungría.
El embajador de Polonia en Madrid, Ryszard Schneph, recuerda que para los polacos, a mediados de los 80, era impensable que Europa fuera a dar la vuelta a la Historia poco después. Se remonta a 1979 para ilustrar el salto que dio su país en sus aspiraciones de libertad a la visita que hizo Juan Pablo II a Varsovia. Relata que allí había un millón de personas con sentimiento de abandono y falta de ilusión animados por las palabras de cambio que pronunció el Papa. Schneph asegura que «creyentes y no creyentes vimos que éramos muchos para luchar por la libertad y la democracia». Poco después nacía el sindicato Solidarnosc.
La Historia del siglo XX es una historia de guerras y sublevaciones y así lo cuenta el embajador de la República Checa, Karel Beran. Los estudiantes de Praga enfrentándose a los nazis en 1939, los trabajadores, a los tanques rusos en 1968 en la frustrada Revolución de Terciopelo. Después de tanto, «los checos percibimos los acontecimientos de 1989 como una vuelta al hogar al que pertenecíamos, las democracias europeas».
Andrei Luca, de la embajada de Rumanía en España, habla de las fotos de la época del Telón de Acero y dice que el blanco y negro no sólo estaba en las fotos, sino en la gris realidad que se vivía. Recuerda que más de mil personas pagaron con su vida la caída del comunismo en Rumanía y que, gracias a ellos, su país vivió con éxito cambios políticos que trajeron cambios sociales.
Oídos estos testimonios, una periodista cuestiona el coste humano, social y económico del abandono del comunismo. De una forma u otra, todos vienen a decir que eso era lo que costaba ganar la libertad. euroXpress