Canadá firmó en octubre de 2013 un Acuerdo Económico y Comercial con la UE1, cuyas negociaciones concluyeron el año pasado, mientras que con los Estados Unidos la UE ha llevado a cabo ocho rondas de una muy compleja negociación concerniente al denominado Acuerdo Trasatlántico sobre Comercio e Inversión2.
Un acuerdo en proceso de envejecimiento
Durante la primera Cumbre UE-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños)3, que se llevó a cabo en Santiago de Chile, en enero de 2013, el presidente mexicano y los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo, respectivamente, acordaron iniciar las conversaciones tendientes a revisar y modernizar el Acuerdo Global México-UE; con lo cual, al lado de la firma con Canadá y las negociaciones con los Estados Unidos, se habrá de establecer, necesariamente, una nueva relación transatlántica entre Unión Europea y los países de América del Norte, con una importante repercusión para México.
Después de dos años de acercamientos y de un importante despliegue de recursos económicos y humanos para delinear los puntos sobre los que se habrá de revisar y modernizar el Acuerdo entre México y la Unión Europea, en enero de 2015 se presentó por ambas partes el denominado Documento de Visión Conjunta, correspondiente a los rubros de diálogo político y cooperación, quedando pendiente el referente a la parte económica y a la espera de que el Consejo Europeo, institución que representa a los 28 países de la Unión, otorgue el mandato a la Comisión Europea para que puedan iniciar formalmente las negociaciones para modernizar dicho acuerdo de asociación.
Las vicisitudes de la relación bilateral
Es importante mencionar que durante 2014 la Unión Europea vivió un proceso de transformación institucional sin precedentes, que implicó la renovación del Parlamento Europeo, el nombramiento del nuevo presidente del Consejo Europeo, del presidente de la Comisión Europea con sus 28 comisarios, así como de la nueva representante de la UE para la política exterior.
También en 2014, en México tuvo lugar la aprobación por el Congreso mexicano de una serie de importantes reformas, entre ellas la energética y la de telecomunicaciones, que despertaron el interés de inversionistas de todo el orbe, donde los países de la Unión Europea juegan un papel relevante.
El escenario parecía propicio para iniciar las negociaciones de la modernización del Acuerdo México-Unión Europea. La comisaria de comercio de la denominada Comisión Juncker, Cecilia Malmström, llegó a afirmar que la revisión del acuerdo con México era una prioridad para la UE4, a lo que le siguieron las declaraciones en el mismo sentido por parte del gobierno mexicano, unos días después5.
Sin embargo, con el paso de los meses lo que se percibe es un enfriamiento del que parece no haberse repuesto la relación bilateral, desde la gira que realizara el mandatario mexicano cuando, todavía como presidente electo, visitó Europa, con la sensible omisión de pasar por Bruselas. Posteriormente lo intentaría, en las dos ocasiones en que, en cambio, ha visitado el Vaticano, sin que se haya podido concretar una reunión bilateral de alto nivel con la Unión Europea6.
No menos preocupante resulta el hecho de que existen varios temas pendientes sin atender en los distintos niveles de diálogo que mantienen México y la Unión Europea. La Cumbre México-UE se aplazó, sin que haya una nueva fecha para tal efecto; el diálogo sectorial en materia de seguridad y justicia, que constituye un apartado de una innegable importancia, también está pendiente, así como el foro de diálogo con la sociedad civil que, paradójicamente, ha padecido la ineficacia de un dudoso mecanismo creado para tal fin, a lo que se sumó el aplazamiento de la reunión de la Comisión Parlamentaria Mixta; espacios de diálogo que estaban programados para realizarse en el segundo semestre del año pasado.
Aunado a lo anterior, existen un par de temas que mantienen cierta tensión en la parte comercial. Por un lado, la veda impuesta por la Comisión Europea a la carne de caballo procedente de México, por no cumplir con los parámetros exigidos en materia de sanidad7 y, por otro lado, el delicado asunto de los datos de pasajeros en vuelos comerciales. En abril de 2015, en México entran en vigor una serie de disposiciones aduaneras que exigen a las aerolíneas proporcionar los datos de los viajantes, mientras que tales disposiciones resultan francamente contrarias a la normativa comunitaria europea sobre protección de datos. Un diferendo en el que ambas partes están obligadas a buscar una amigable composición para evitar una innecesaria confrontación comercial, como la suscitada hace 10 años con motivo de las cuotas compensatorias impuestas por México al aceite de oliva europeo8.
Las incomodidades de la revisión del Acuerdo México-UE
Si lo anterior encendió los focos rojos de la relación, los oprobiosos acontecimientos de Tlatlaya y de Ayotzinapa, ocurridos el año pasado, adquirieron un significado relevante y una repercusión internacional pocas veces vista, donde las reacciones europeas han sido de las más incisivas, principalmente en la voz de parlamentos nacionales y de la Eurocámara y, sobre todo, ante la evidente colusión de los poderes públicos en tan deleznables actos criminales9.
A las señales de alerta sobre la debilidad del Estado de Derecho en México se sumaron los casos de presunta corrupción y conflicto de intereses por la adquisición de inmuebles de la cónyuge del titular del Ejecutivo mexicano y de su cercano colaborador y actual Secretario de Hacienda, y de él mismo cuando era gobernador del estado de México, producto de sospechosas operaciones, hoy sin aclarar, que implicarían tratos preferenciales con un importante contratista del gobierno federal y de la entidad mencionada.
En medio de tales escándalos de corrupción, impunidad y violencia, el presidente mexicano decidió viajar a la Cumbre del G-20, en Australia, en noviembre pasado, donde no logró concretar siquiera una reunión con el nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker
La también recién nombrada Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, que había confirmado su participación en la Cumbre Iberoamericana, celebrada en México en diciembre de 2014, canceló su visita en el último momento. Malas coincidencias. Malas señales.
Los puentes rotos
Si el origen de los señalamientos y críticas al Estado mexicano por los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa tuvo lugar en el ámbito parlamentario europeo10, se esperaba que la reacción mexicana se hubiese canalizado también por esa misma vía. No fue así. El Congreso mexicano reaccionó de manera insuficiente y tardía. La Cámara de Diputados apenas emitió un tibio mensaje11, mientras el Senado ha guardado silencio hasta ahora12.
Desde Europa, parlamentarios, sociedad civil y las representaciones de la UE y sus Estados miembros en México han insistido en el esclarecimiento de los hechos de Ayotzinapa. En este tema, la única presencia visible del Estado mexicano ha sido la del representante de México en Bruselas, el embajador Juan José Gómez Camacho; lo mismo ante el Parlamento Europeo, que ante representantes sociales y medios de comunicación. Su buena preparación diplomática y su experiencia en los temas multilaterales le han permitido sortear una situación por demás incómoda, aunque ha sido un quijote en el desierto a quien, al parecer, la Cancillería ha dejado solo y también el poder legislativo.
Muestra de lo anterior, fue la XVIII Reunión de la Comisión Parlamentaria México-UE, celebrada recientemente en la Ciudad de México. Con el proceso electoral mexicano de 2015 en ciernes, que implica el ineludible reacomodo de posiciones políticas, la delegación mexicana lució desarticulada, improvisada y sorprendida.
La delegación del Parlamento Europeo, compuesta por miembros de diversos grupos políticos, sostuvo, un día antes del inicio formal de los trabajos, una serie de reuniones con organizaciones de derechos humanos, además de un encuentro, precisamente, con los padres de los normalistas masacrados en Iguala13. La descoordinación de la delegación parlamentaria mexicana fue tal que nunca se enteraron de lo ocurrido un día antes con sus pares europeos.
Por supuesto, la temática de Ayotzinapa y el respeto a los Derechos Humanos se apoderaron de la reunión parlamentaria. La defensa de los legisladores mexicanos, en su mayoría del partido gobernante, de la «verdad histórica» en ese asunto, sostenida por la Procuraduría General de la República, encendió los ánimos del encuentro parlamentario. Se originaron múltiples críticas y una respuesta de rechazo unánime de la delegación europea, que tenía a flor de piel el testimonio de los familiares de los estudiantes desaparecidos en Iguala.
Después de las elecciones a la Eurocámara de 2014, la delegación UE-México se renovó casi en su totalidad, lo que también pasó inadvertida por la delegación del Congreso mexicano, quien no tendrá una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. Los legisladores mexicanos tomaron a la ligera la preocupación de los europeos y recibieron un revés sin precedentes, que remató con la inclusión del tema en la declaración conjunta y con el emblemático e inédito rechazo manifiesto de un legislador mexicano, miembro de la delegación.
El tema de la revisión del Acuerdo Global quedó marginado del encuentro parlamentario, cuando en los dos anteriores había ocupado un lugar fundamental. Lo ríspido de la reunión propició que la propia declaración conjunta adoleciera de prisas, desarticulación e imprecisiones, donde la más grave y simbólica es la incorrección en la denominación del Acuerdo vigente entre México y la UE14.
Tras 10 años de trabajo, la Comisión Parlamentaria Mixta UE-México ha sido un espacio de diálogo y de entendimiento franco y cordial; un foro para propiciar la coincidencia de las distintas familias políticas de uno y otro lado del Atlántico. En esta ocasión, empero, falló la diplomacia parlamentaria.
La Unión Europea representa para México no sólo un importante socio comercial, sino un imprescindible aliado en foros multilaterales como la ONU, el FMI, la OMC y el G-20, así como en temas de interés común como la lucha contra las drogas y el crimen organizado, y contra el cambio climático. Convendría, por lo tanto, tomar más en serio la relación y aprovecharla para tender puentes y no para romperlos.