En el gaditano Oratorio San Felipe Neri, donde hace 200 años se promulgó la primera Constitución liberal española, tan poco interiorizada entonces por la población española como lejanas quedan hoy para la población las instituciones europeas.
En un improvisado escenario, más elegante que cómodo para un coloquio ciudadano, la también responsable de Justicia, Ciudadanía y Derechos Fundamentales de la CE se ha comprometido a salir a la calle para construir la Europa «de las próximas generaciones». La política luxemburguesa ha comenzado hoy en Cádiz una tournée que recorrerá todos los Estados Miembros de la UE en busca de respuestas a la pregunta qué Europa queremos.
«Soy mujer, como usted, soy europea, como usted, soy tetrapléjica y tengo miedo por lo que pueda pasar con nosotros», ha espetado una joven gaditana que transporta su dignidad en silla de ruedas. «Los recortes sociales están recortando mis derechos como ciudadana, le pido que obligue a España a que cumpla con los tratados internacionales que protegen a mi colectivo», ha proseguido una locuaz europea aterrada de ser condenada por la ideología de la austeridad.
Viviane Reding rompió el protocolo del acto, se bajó del estrado y se sentó a la misma altura que la silla de ruedas de la joven con diversidad funcional. Mirándola a los ojos, en un tono afectuoso, compasivo y humano, la socialcristiana luxemburguesa ha enfatizado que «no podemos permitir que haya europeos con miedo. Tenemos que hacer todo lo posible para que vivan integrados y con una vida digna. Estamos todos juntos en esta llamada».
Empresarios amenazados por la falta de crédito, docentes hartos de recortes en Educación, europeístas militantes que reclaman caminar hacia el federalismo europeo, deseos por construir una identidad europea «que en la actualidad no tenemos», una española nacida en Rumanía preocupada por las restricciones a la libre circulación de personas, promover medios de comunicación público, paneuropeos e independientes, mayores competencias legislativas para el Parlamento Europeo, democracia directa en la elección del presidente de la CE, algún lugar común y algo sobre qué hay de lo mío.
Además, como nunca falta en ningún acto de la UE, una comunicación institucional que confunde, con más frecuencia de lo deseable, la ideología que gobierna Europa como la única manera posible de salida a la crisis y avanzar hacia mayor integración. Una vez más, los europeos contrarios a la austeridad sin límites se han podido sentir expulsados de un discurso que conjuga «deuda, déficit, pacto fiscal y austeridad» con mayor énfasis que «solidaridad, derechos, convergencia, cohesión social, justicia social o equidad».
Apostar por la democracia participativa, palpar de cerca la desesperanza, escuchar en primera persona a los desahuciados o a los temerosos del futuro, pisar la calle y abrir las ventanas y puertas de los fríos edificios bruselenses, en busca de la mirada sin horizonte de las víctimas de la bancocracia, será siempre más útil para la construcción europea que mantenerse impasible detrás de las cristaleras institucionales, a través de las que no se perciben las consecuencias humanas de la austeridad sin límites: que también viaja en silla de ruedas y con miedo.