Es inminente la tregua en Al Waer, la zona más poblada de Homs y el último reducto insurgente de la ciudad, la tercera en tamaño de Siria, similar a la acordada para la Ciudad Vieja en mayo, cuando los combatientes opositores abandonaron ese distrito.
En Al Waer viven más de 200.000 personas, muchas de ellas desplazadas que huyeron de sus casas en otras partes de Siria para quedar atrapadas durante los tres años de combates entre el ejército y los insurgentes armados en Homs, que tiene un millón de habitantes y se encuentra al oeste del país.
Muchas zonas de la ciudad, apodada por la prensa la 'capital de la revolución', quedaron destruidas por los bombardeos del ejército y los misiles y coches bomba de los insurgentes.
El 9 de mayo, el gobernador Talal Barazi declaró 'vacía de armas y combatientes' a Homs. Una tregua permitió el retorno de sus habitantes luego de que los cerca de 1.200 insurgentes que se habían apoderado de la mayor parte de la Ciudad Vieja a principios de 2012 abandonaran la zona en autobuses.
Algunos de los habitantes que permanecieron en la Ciudad Vieja durante el sitio hablaron con nosotros sobre su terrible experiencia y las pérdidas sufridas ante los grupos armados que ocuparon Homs, entre ellos las brigadas Nusra y Farooq, de una ideología radical sunita.
Muchos argumentan que lo ocurrido en Homs no es una revolución. Lo mismo opinaba el sacerdote jesuita holandés Frans van der Lugt antes de su asesinato el 7 de abril, justo un mes antes de la liberación de la ciudad.
«Me bautizaron, me casé y bauticé a mis hijos en esta iglesia», dice Abu Nabeel, un habitante de la Ciudad Vieja. La iglesia de San Jorge, con sus paredes derrumbadas, es una de las 11 destruidas en el distrito. Ya no tiene su techo de madera y sus paneles y celosías de elaborada artesanía yacen amontonados fuera del antiguo edificio.
«La mayor parte del daño sucedió en los últimos días antes de que se fueran los insurgentes. Pero vamos a reconstruirla», asegura Nabeel. Los voluntarios ya comenzaron a levantar los escombros y a pavimentar zonas dañadas de la ciudad.
El interior arqueado de Santa María (Um al-Zinnar) exhibe las marcas del incendio que provocaron los insurgentes al retirarse, además del saqueo y los actos de vandalismo a los que la sometieron, como los grafitis sectarios que dejaron en las paredes.
«Retiraron todos los símbolos relacionados con el cristianismo. Incluso del interior de las casas. Si usted tenía una imagen de la Virgen María, la sacaban», indica Nabeel.
Los voluntarios plantaron un jardín en el patio de la iglesia, con el fin de 'devolverle un poco de belleza' a Homs, dijeron. En el patio de la iglesia de los jesuitas hay una silla de plástico solitaria adornada con flores y una foto del sacerdote asesinado Van der Lugt.
Nazim Kanawati, que conocía y respetaba al jesuita, llegó al lugar momentos después que el hombre de 75 años recibiera un balazo en la parte posterior de la cabeza.
«Estábamos rodeados y sitiados. Este era el único lugar al que podíamos ir. A todo el mundo le encantaba» la iglesia, aseguró. Igual que el sacerdote, Kanawati se negó a salir de Homs, mientras la mayoría huía. «No quería irme. Soy sirio, tenía derecho a estar allí», expresó.
Aunque decidió quedarse en la Ciudad Vieja, el sacerdote Van der Lugt fue crítico con los insurgentes.
«Desde el principio vi a manifestantes armados que marchaban en las protestas, que comenzaron a disparar contra la policía primero. Muy a menudo la violencia de las fuerzas de seguridad ha sido una reacción a la brutal violencia de los rebeldes armados», escribió en enero de 2012.
Hubo «gente en Homs que ya estaba armada y preparada antes de que comenzaran las protestas»", sostuvo Kanawati. «Si no hubieran planeado las protestas desde el principio... no habrían tenido esa cantidad de armas", comentó.
Nabeel explicó que vivían «100.000 cristianos en la Ciudad Vieja de Homs antes de que la tomaran los terroristas. La mayoría huyó en febrero de 2012. Para marzo, solo quedaban 800, y al final un poco más de 100».
El asedio del ejército con el fin de expulsar a los insurgentes tuvo un efecto drástico en la vida cotidiana de los habitantes que se quedaron. Antes de que Homs fuera liberada, la vida se había vuelto imposible.
«Al principio había comida, pero empezó a agotarse. Al final no teníamos nada, comíamos lo que podíamos encontrar», explicó Kanawati.
Mohammed, del distrito de Qussoor, es actualmente uno de los 6,5 millones de sirios desplazados dentro del país.
«Ahora soy un refugiado en Latakia. Trabajo en Homs dos días a la semana y luego vuelvo a Latakia a quedarme en casa de un amigo. Salí de mi casa a fines de 2011, antes de que el área fuera tomada por las brigadas Nusra y Farooq», relató.
A principios de 2011 «alquilaba una casa en un barrio diferente de Homs, mientras renovaba la mía. Desde el balcón veía las manifestaciones que no reclamaban 'libertad' ni siquiera derrocar al 'régimen'», aseguró.
«Gritaban lemas sectarios. Decían que iban bañar a Al Zahara, un barrio alauita, en sangre. Y también a Al Nezha, donde hay muchos alauitas y cristianos», añadió.
Las ventanas y el picaporte de la puerta de la casa de Aymen y Zeinat al Akhras desaparecieron, pero la casa en sí estaba intacta. Zeinat, una farmacéutica, y Aymen, ingeniero químico, sobrevivieron a la presencia de los hombres armados y al asedio en la Ciudad Vieja.
En las últimas semanas «recuperé cinco kilos», dijo Zeinat. «Había bajado a 34 kilos. ¡Una niña de 10 años pesa más que eso! Y Aymen pesaba 43 kilos. ¡Un hombre, con 43 kilos!», exclamó entre risas.
«Nos robaron la comida en 38 ocasiones. Las primeras veces llamaban a la puerta. Después solo entraban con armas de fuego. Lo último que se llevaron fueron los frijoles, el trigo, las aceitunas y finalmente el tomillo», dijo Zeniat.
Después, contó, «empezamos a comer hierba y las plantas que pudimos encontrar en febrero de 2014, y eso es todo lo que tuvimos hasta la liberación de Homs» en mayo.
Aunque la Ciudad Vieja recuperó la calma, los insurgentes continúan explotando coches bomba y lanzando misiles sobre zonas pobladas de Homs. Los ataques causaron decenas de muertos en junio.
El 26 de junio, las brigadas Nusra, un grupo vinculado a la red islamista radical Al Qaeda y una de las principales facciones que ocuparon Homs, declaró su lealtad al extremista Estado Islámico de Iraq y el Levante (ISIS).
Esta lealtad a un grupo cuyas decapitaciones, mutilaciones y azotes a sus víctimas sirias e iraquíes están documentadas da más crédito a la opinión de los habitantes de Homs que aseguran que los acontecimientos en Siria no son una revolución.