Girkê Legê, Siria, (IPS)- Prohibición de reunirse u organizarse social o políticamente y de hablar o escribir en su lengua, desapariciones forzosas, desplazamientos de población y cientos de miles de personas despojadas de documentación... Ser kurdo en Siria antes de la guerra civil era todo un desafío, y lo sigue siendo.
Divididos por las fronteras de Siria, Iraq, Irán y Turquía, 40 millones de kurdos conforman hoy el mayor pueblo sin estado del mundo.
En Siria suman alrededor de tres millones los kurdos y constituyen así la principal minoría, superando apenas a los alauitas, el grupo étnico-religioso al que pertenece Bashar Al Assad, el presidente del país.
Tras más de cuatro décadas de brutal represión a manos de Hafez Al Assad (1930-2000) primero y luego de su hijo, este pueblo ya tuvo un conato de rebelión en 2004. A nadie extrañó entonces que se sumara al levantamiento en marzo de 2011.
Pocos después, los kurdos se sacudieron el yugo de Damasco a través de sus propios puestos de control, autogestionando una región en la que brotaban centros sociales, escuelas en su lengua y partidos políticos -algunos nuevos y otros que reaparecieron tras décadas de estar en la clandestinidad- protagonizando una auténtica revolución a todos los niveles.
No obstante, se dispararon los rumores en torno a un supuesto pacto entre Damasco y los kurdos. Mientras Alepo, la segunda ciudad más importante de Siria, ubicada 300 kilómetros al norte de Damasco, era arrasada por la aviación gubernamental, milicianos kurdos declaraban «no haber disparado un solo tiro».
«Los kurdos de Siria apostamos por una revolución pacífica que trajera paz y democracia a todo el país», explicaba en septiembre pasado Salih Muslim, líder del Partido de la Unión Democrática (PYD), el sector político dominante en esta comunidad con una ideología afín a la del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).
«Sabíamos que Al Assad no caería en tan solo dos meses, por lo que organizamos a nuestro pueblo en comités de defensa civil para garantizar la seguridad de nuestra gente», añadía.
Los colores kurdos -amarillo, verde y rojo- son hegemónicos en las zonas bajo su control, mientras que la bandera esgrimida por la oposición árabe del país es la gran ausente.
Hasta ahora, los kurdos de Siria se agrupan en torno a más de 30 partidos políticos
Algunas de estas agrupaciones mantienen estrechos vínculos con otros partidos de esta etnia de los países vecinos y el espectro de sus demandas abarca desde la creación de una región autónoma similar a la de Iraq -prácticamente un país de facto- hasta el más humilde pero aún ambicioso «reconocimiento de los derechos constitucionales del pueblo kurdo de Siria», en palabras de Muslim.
«Damasco no tiene miedo de nosotros porque sabe que ni siquiera exigimos una región autónoma, solo reivindicamos el derecho a la autodeterminación individual sin romper el estado Sirio», detallaba el líder político kurdo más prominente del país.
A las puertas del tercer Ramadán (mes sagrado de la religión islámica) desde el inicio de la guerra civil en Siria, los kurdos mantienen el control de sus zonas en un equilibrio precario que pasa por colaboraciones puntuales con el rebelde Ejército Libre de Siria (ELS) y enfrentamientos armados con grupos supuestamente afines a la oposición árabe, pero también con las tropas de Al Assad.
Y es que uno de los mayores obstáculos, a la hora de llegar a una solución negociada entre las partes, es la cada vez más fragmentada oposición.
La participación de grupos como Jubhat Al-Nusra, afiliado a la red extremista Al Qaeda, ha acrecentado la división entre la insurgencia hasta el punto de que combatientes del ELS han llegado a unirse a la milicia kurda en Alepo, donde los barrios de Sheikh Maqsud y Ashrafieh, en el noroeste de la ciudad y de mayoría kurda, han sido salvajemente bombardeados por la aviación gubernamental.
Hitos
Uno de los mayores logros de los kurdos de Siria desde el inicio de las revueltas fue la unión de todas sus facciones en julio de 2012 bajo los auspicios de Massoud Barzani, presidente de la vecina Región Autónoma Kurda de Iraq. La armonía entre ellos dista aún de ser completa, pero el enemigo común funciona como un poderoso elemento de cohesión.
Al vital apoyo logístico de Barzani podrían sumársele ahora miles de guerrilleros del PKK desde que Abdalá Ocalán, su líder encarcelado, declaró un alto el fuego histórico el pasado marzo.
Sea como fuere, la incertidumbre sobrevuela las cabezas de los kurdos de Siria desde el estallido de la guerra civil: la política de los Assad la conocen, pero ¿sería mejor un gobierno de la oposición árabe?
Desde prácticamente el inicio de las revueltas, altos representantes de la insurgencia árabe siria han declarado públicamente su rechazo a un reconocimiento de los derechos de los kurdos de Siria.
«Esta gente no solo quiere que seamos todos musulmanes, sino que también pretende que seamos todos árabes», denunciaba Muslim, apuntando a una «mentalidad árabe-islamista arraigada desde hace siglos en la región y perpetuada tanto por Assad como por la oposición árabe».
Aparentemente, los levantamientos que sacuden el norte de África y Medio Oriente apenas dejan margen de maniobra para aquellos pueblos autóctonos no árabes.
Mientras los bereberes de Libia esperan reconocimiento y derechos en este país desde la caída en 2011 del régimen de Muammar Gadafi, la minoría cristiana copta de Egipto sigue siendo víctima de constantes ataques. Los kurdos también son conscientes de que se habla de una Primavera Árabe, no hay lugar a equívocos.
Por el momento, Damasco parece haber dado un golpe de timón a la guerra consiguiendo importantes avances. El ejército del régimen se despliega sobre Alepo y los kurdos de esta segunda ciudad de Siria, al igual que los del resto del país, se preguntan qué pasará si los soldados de Al Assad acaban finalmente llamando a sus puertas.
«Sus únicos amigos son las montañas», se ha dicho de este pueblo 1.000 veces masacrado por regímenes locales y traicionado por potencias extranjeras. A pesar de su aislamiento, los kurdos han conseguido importantes avances en las últimas décadas. ¿Serán los de Siria capaces de aprovechar este momento histórico y marcar un nuevo hito?
Con una comunidad internacional dividida entre el apoyo de Rusia e Irán a Damasco y las potencias occidentales armando a la insurgencia árabe, el esquema recuerda a los tiempos de la Guerra Fría en el que no se contemplan «terceras vías».
Todo apunta a que la mera supervivencia de los kurdos de Siria dependerá exclusivamente de la solidaridad de sus hermanos en Turquía e Iraq.