El 1 de agosto empezará a hacerse efectivo el nuevo paquete de medidas adoptado por la UE para intentar ahogar económica y políticamente al régimen de Bashar al Assad. También están pendientes las reuniones con Irán para que desista de continuar con su programa nuclear. Ambos países sufren los embargos económicos de los países europeos. A pesar de que las vacaciones están a la vuelta de la esquina, la UE tiene en el exterior muchos deberes que hacer antes de reiniciar el curso en septiembre.
En el interior están los problemas de la deuda de la zona euro y la larga crisis económica que se inició en septiembre de 2007 y se recrudeció en 2009. En el exterior siguen sin encontrar solución a los retos que lanzan Irán y Siria. Bruselas va a apretar todavía más las tuercas a Damasco, donde al Assad parece dispuesto a morir, matando. En mayo se iniciaron los embargos de armas, una medida que no ha evitado que le llegue armamento tanto al regimen como a la oposición. En Siria ya no se habla de revuelta, sino de guerra civil, porque ambas partes han conseguido llegar a un «diálogo armado», aunque enormemente desigual.
Los países de la UE se han impuesto el deber de inspeccionar a partir del 1 de agosto, sus puertos, aeropuertos y aguas terroritoriales para localizar transportes sospechosos de llevar armas hacia Oriente Medio, especialmente Siria. 14 meses han pasado desde que los ministros de exteriores aprobaran el embargo original. Desde entonces la situación siria se ha ido agravando llegando a un callejón «sin salida diplomática posible». Así que se llega a las vacaciones sin haber dado pasos hacia adelante. El régimen sirio amenaza ahora con utilizar armas químicas.
No utiliza el término armas químicas, ni nucleares Irán, que continúa defendiendo que su programa nuclear es estrictamente pacífico. Dudan de ello Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, que mantiene las negociaciones 5+1 con Teherán. La próxima reunión en la que participan EE.UU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania no tiene fecha, aunque sí lugar de celebración: Estambul. Es lo único que se ha acordado en la reunión en la que han participado los ministros de exteriores de Turquía e Irán, y la número dos de la diplomacia europea, Helga Schmidt.
Estados Unidos y la Unión Europea han aplicado duras sanciones contra ese país, incluido un embargo de petróleo. Las tres rondas de negociaciones de este año han terminado sin un acuerdo, pues Irán insiste en que tiene derecho a enriquecer uranio y las potencias mundiales quieren que Teherán acate las resoluciones de la ONU que le exigen el cese total del enriquecimiento de uranio. Otro tema estancado en la mesa de negociaciones.
No son los únicos deberes de la UE para el verano. En la última reunión del consejo de exteriores, celebrado esta semana en Bruselas, se ha hablado de la crisis en Siria, de las relaciones de Europa con los vecinos del sur, especialmente con el Magreb donde las revueltas árabes han cambiado el mapa político y hay que volver a reconstruir el diálogo. Han caído los dictadores pero han resurgido con fuerza, los partidos islamistas. Eso sin olvidar el Sahel que se ha convertido en un problema prioritario, sobre todo tras la caída de Gadafi y la revuelta tuareg-alqaedista de Mali.
África y Oriente Próximo son las dos regiones que han centrado la reunión ministerial, potenciando las políticas de reconciliación entre Sudán y Sudán del Sur, Somalia Zimbabwe o Líbano.
Un verano más, demasiadas asignaturas pendientes para aprobar en septiembre.