Más de 1.600 malvinenses, sobre una población total de 3.000, fueron convocados el domingo y el lunes a responder en una consulta no vinculante a la pregunta: «¿Desea usted que las Falkland Islands (nombre británico para las islas) retengan su actual estatus político como territorio de ultramar del Reino Unido?» Como era de esperar, el 98 por ciento de los votantes se pronunciaron por el Sí, mientras la concurrencia a las urnas fue de 92 por ciento de los votantes. «Queríamos dar al mundo un mensaje muy fuerte sobre nuestro derecho de autodeterminación», nos explica por teléfono el británico Dick Sawle, que vive en las islas desde 1986 y es miembro de la Asamblea Legislativa y del Ejecutivo que administran el archipiélago.
Gran Bretaña ocupa desde 1833 las islas situadas en el océano Atlántico Sur, apenas a 446 kilómetros al este del continente americano y sobre la plataforma marítima de Argentina. «Sabemos que Argentina va a ignorar el resultado, pero confiamos en que los demás países con democracias modernas respetarán nuestro derecho a la autodeterminación», insiste Sawle. La consulta no cuenta con el aval de la Organización de las Naciones Unidas. Buenos Aires considera que el referendo es «un intento británico de manipular la cuestión Malvinas», El viernes en un comunicado del ministerio de exteriores argentino se reiteraba a Londres la demanda de una «negociación bilateral», que tenga en cuenta los intereses y no los deseos de los pobladores de las islas. Argentina sostiene que los ocupantes de las islas no tienen derecho a la autodeterminación porque no son un pueblo colonizado que clama por independencia, sino una población implantada, con un gobierno no autónomo. Los asuntos exteriores y la defensa se manejan desde Londres.
El diferendo por la soberanía del archipiélago es uno de los 16 casos pendientes en el mundo de territorios no autónomos, de los cuales 10 están bajo dominio británico, según datos del Comité Especial de Descolonización creado en 1961 en la ONU. En 1965, ese comité aprobó una resolución exhortando a ambos países a reanudar negociaciones para encontrar una solución pacífica al conflicto. Pero la resistencia de Londres a conversar y la guerra de 1982 en el archipiélago alejaron aún más las posibilidades de diálogo.
La última dictadura militar argentina (1976-1983) invadió por sorpresa las islas un 2 de abril de 1982, con lo que comenzó una guerra que se prolongó hasta el 10 de junio, cuando Argentina anunció su rendición. El saldo bélico fue de más de un millar de muertos y la ruptura de las relaciones diplomáticas. En la década de los 90, Argentina ofreció a Gran Bretaña colocar la disputa sobre la soberanía «bajo paraguas» y avanzar en el entendimiento en otros asuntos, como pesca, turismo e hidrocarburos. Esa política de acercamiento no contribuyó a allanar el camino hacia el diálogo sobre la soberanía, y cambió decididamente en 2003.
Con los gobiernos del fallecido Néstor Kirchner (2003-2007) y de su esposa y sucesora, Cristina Fernández, Argentina endureció el llamamaiento en foros internacionales y ante la ONU y dio marcha atrás con acuerdos de cooperación que beneficiaban a los isleños. Cuando se cumplieron 30 años de la guerra, la presidenta viajó a Nueva York para participar de la reunión del Comité de Descolonización. Nunca antes un jefe de Estado había asistido a esas sesiones, y Fernández fue en persona para defender las reivindicaciones argentinas.
La mandataria recordó gestiones previas a la guerra, cuando los países negociaron un posible condominio del archipiélago, y reiteró la petición a Gran Bretaña para que acepte negociar, como reitera la resolución de ese comité desde hace casi medio siglo. Según comenta el historiador argentino Federico Lorenz, autor de varios libros sobre las Malvinas, «la política (de Kirchner y Fernández) en relación a los isleños, que ha sido de refuerzo de la posición argentina pero a la vez de confrontación, ha sido funcional, no tanto a los isleños que son sujetos de derecho, sino a los británicos». «Todo el discurso inglés nos coloca como agresores e intransigentes, cuando lo cierto es que hasta el momento de la guerra e incluso después hubo propuestas de negociación», remarca el investigador, que escribió «Malvinas, una guerra argentina» y «Fantasmas de Malvinas» entre otros análisis históricos.
Para Lorenz, «hay que escuchar a los isleños tanto en el plano de la disputa como en uno más amplio, que nos permitiría tener una mirada completa sobre el problema. No podemos imaginar una disputa sobre las islas pensándolas vacías», cuestiona. No obstante, Argentina se niega a reconocer a los habitantes de las islas como un tercer actor y acusa a Gran Bretaña de «pretender tergiversar la verdad» con el referendo. Para el gobierno de Fernández, la consulta es una maniobra «de mala fe», pues no encuentra apoyo en las resoluciones de la ONU.
El primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, afirma que los isleños tienen derecho a la autodeterminación. «Mientras quieran seguir siendo británicos siempre vamos a estar ahí para protegerlos. Tienen mi palabra», sostuvo en una columna de opinión publicada este fin de semana en la prensa de ese país. Horas antes de culminar la votación, Cameron advirtió a través de un portavoz que «los argentinos deben respetar el principio de autodeterminación, y qué mejor ejemplo de autodeterminación que el hecho de que los isleños puedan expresarse a través de un referendo».
Para Sawle, durante los gobiernos de Kirchner y Fernández, «las acciones agresivas contra nosotros aumentaron». Citó, entre ellas, la suspensión en 2003 de los vuelos charter que salían de Argentina hacia las Malvinas, y la finalización de acuerdos de pesca y de hidrocarburos en 2007. A fines de 2011, Argentina consiguió que el Mercado Común del Sur (Mercosur) prohibiese a buques con bandera de Falkland recalar en puertos de los países miembros del bloque, en solidaridad con la reivindicación de soberanía argentina. También obtuvo apoyos de otros organismos regionales y bloques de países.
Durante el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), los habitantes de las islas estaban «mucho mejor, porque podíamos tener un diálogo», explica Sawle. En ese periodo hubo intercambios para avanzar en la explotación pesquera y de hidrocarburos, pero no se produjo un acercamiento en materia de soberanía, porque el tema se mantuvo al margen. Sawle respondió que no a la pregunta de si los habitantes de las islas reconocen algo de razón a la reivindicación argentina sobre el archipiélago. «Argentina está persiguiendo un sueño. No veo razón a su petición sobre las islas. Nunca la tuvo, ni la tendrá en el futuro», concluye.