El próximo 31 de octubre la Comisión europea termina su mandato de cinco años, pero su renovación se aplaza hasta que se sepa qué va a pasar con el Tratado de Lisboa, que no puede entrar en vigor mientras no lo firme el presidente de la República Checa, Vaclav Klaus.
Por tanto, el ejecutivo de la Unión Europea seguirá trabajando, pero, según ha contado su portavoz, Johannes Laitenberger, se ocupará exclusivamente de asuntos de trámite imprescindibles para que la UE siga funcionando. Sólo si se plantea un caso excepcional, tomará medidas políticas.
El parón institucional se produce porque si el colegio de comisarios se renovara en la fecha prevista, debería hacerlo según el Tratado de Niza, ahora en vigor, y eso obligaría a reducir el número de representantes. Si se hace con el Tratado de Lisboa, como quieren todos los líderes de la Unión, se mantendrán los 27 miembros actuales, uno por país.
Ante la perspectiva de que el nuevo Tratado pueda entrar en vigor antes de fin de año, parecía coherente no hacer ahora la renovación y esperar acontecimientos. El hecho de que el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, ya haya sido ratificado por el Consejo y el Parlamento europeos da estabilidad a la institución.
Klaus ha vuelto a reiterar que no piensa firmar el Tratado si la UE no cede a sus pretensiones: una declaración política que impida a los alemanes expulsados de Checoslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial reclamar las posesiones que les fueron expropiadas. Además el Tribunal Constitucional checo debe todavía resolver el recurso presentado por un grupo de senadores sobre la invasión de competencias de la UE. euroXpress