Nosotros, desde la humildad de nuestra organización, siempre hemos tenido muy claro que merece la pena militar junto a los periodistas valientes y comprometidos que desde el respeto máximo a la Constitución, que garantiza las libertades de todos, tienen muy presente el primero de los derechos con que se inicia el artículo 20 de nuestra Carta Magna. «Se reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción».
Queremos, por lo tanto, afirmar con rotundidad que la defensa que manifestamos aquí y ahora por la libertad de expresión no admite más limites y restricciones que las que señala este mismo artículo de la Constitución en su punto número 4. «4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en (...) las leyes (...) y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
Sin libertad de expresión la democracia es una entelequia. Por esa razón el propio concepto de democracia admite pocos adjetivos que la definan sin que con ello se corra un grave peligro de hacer tambalear la separación de poderes que proclamara Montesquieu. Franco gobernó durante 40 años en España y durante su mandato también se votaba. Pero aquellas votaciones servían para legitimar una democracia llamada «orgánica». Su fundamento lo encontró en el corporativismo que fue la corriente ideológica animadora del fascismo en la que se inspiró no solo el general Franco, sino Benito Musolini en Italia y Oliveira Salazar en Portugal.
Es evidente que para todos estos dictadores, como para otros sátrapas que hoy en día están al frente de repúblicas nominalmente democráticas, donde la libertad de prensa brilla por su ausencia, no hay más libertad de expresión que aquella que alaba su gestión de gobierno o que no pone en tela de juicio sus decisiones políticas.
Creo que tras expresar con absoluto convencimiento todo lo dicho anteriormente nadie se rasgará las vestiduras por lo que vamos a decir seguidamente.
A veces la libertad de expresión es un coladero por el que se manifiestan los racistas, los vengadores y la mala gente
Libertad de prensa y consecuentemente libertad de expresión no quiere decir que cada uno pueda utilizar sin ningún tipo de límite las páginas de los periódicos, los micrófonos de las emisoras, las cámaras de TV o las pantallas de los ordenadores o de los teléfonos móviles para decir lo que le de la gana. Hacerlo sería poner cartuchos de dinamita en la base misma de la convivencia en cualquier país verdaderamente democrático.
He leído un artículo del joven periodista Pablo Medina Uribe, publicado en el digital «La silla vacía» en donde dice: «Cualquier derecho se acaba cuando comienzan los derechos de los demás. Propagar mentiras sobre alguien, a título personal, es, cuando menos, problemático, pero acusar a alguien falsamente (o sin pruebas) de alguna actividad ilícita en un foro público o un medio masivo es, sencillamente, criminal». Por convencimiento intelectual y por haber experimentado las consecuencias de este comportamiento criminal, suscribo plenamente lo que acabo de transcribir.
Se muy bien que adentrarnos en el terreno de las restricciones a la libertad de expresión es muy peligroso porque hay muchas posibilidades de salir chamuscado. Pero hay que hacerlo. Y nadie debe escandalizarse. Tras el atentado a la revista francesa Charlie Hebdo algunos comentaristas han afilado sus lápices para defender que la libertad de expresión no debe tener ningún tipo de restricción. El Papa Francisco, en el vuelo que le llevaba de Sri Lanka a las Filipinas dijo a los periodistas que le acompañaban, a propósito de los atentados yihadistas, que la libertad e expresión es un derecho fundamental pero que debe ejercerse «sin ofender». Y añadió: «Es verdad que no debemos reaccionar con violencia, pero aunque seamos amigos si dices algo ofensivo contra mi madre, debes esperar un golpe. Es normal».
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha manifestado en diferentes sentencias que las limitaciones a la libertad de expresión están justificadas por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Así, en su artículo 10 declara que las autoridades públicas no pueden ejercer ninguna injerencia que obstaculice ese derecho pero que «podrá ser sometido a ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones, previstas por la ley» cuando sea necesario para garantizar la protección de la «reputación o de los derechos ajenos», entre otros bienes.
En las redes sociales, internet, facebook, Twitter, etc. se violan sistemáticamente los derechos fundamentales de las personas y los grupos sociales
Hasta hace unos años el soporte fundamental de la comunicación era la prensa escrita. La radio y la TV eran importantes, muy importantes, pero no alcanzaban el relieve de los periódicos. La gente decía:
--¿Has leído lo que ha publicado el periódico?
Tal vez esto fue lo que llevó al profesor Manuel Jiménez de Parga, gran defensor ante los tribunales de la libertad de expresión de los periodistas, a escribir muy acertadamente sobre la diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada, denunciando con todo rigor los excesos que son en realidad formas de atentar contra la libertad de expresión. La ética del daño irreparable, dijo el gran jurista, es la que debe orientar en todo momento el comportamiento del periodista.
Hoy, sin embargo, la prensa escrita ha dejado de ser el mascarón de proa de la información, del comentario y de la opinión pública. Ese lugar lo ha ocupado arrolladoramente LA RED. Internet con sus múltiples brazos es el protagonista indiscutible del fenómeno informativo. Acabo de leer el último artículo escrito por el destituido director del diario EL MUNDO, Casimiro García Abadillo. En él dice: «Más allá del debate sobre el soporte de Papel o el digital ...ya dije que el papel sería en un próximo futuro «minoritario y destinado a públicos específicos». Seguramente lleve razón.
Quienes estamos comprometidos con la libertad de expresión así como con la firmeza con que hay que defender a los ciudadanos para que no sean víctimas del daño irreparable de lo publicado, saludamos la decisión de que la celebración de este día mundial de la Libertad de Prensa lo sea «Por una mejor información, más igualdad de género y mayor seguridad en los medios de comunicación en la era digital»
Y para finalizar este primer comentario, déjenme formular al aire algunas preguntas que se ocurren tras leer en algunos digitales de España cosas como las siguientes:
«Nadie puede enfrentarse a todo un barrio (ocupado por gitanos) que lo único que saben pedir es casas gratis, que su medio de vida es la droga, el tráfico de armas, la delincuencia, etc. La mejor inversión sería hacer una muralla con todos ellos dentro».
«El gran porcentaje de gitanos son una «raza» de mal nacidos. Ni la muerte, ni la tortura serían suficiente para redimir vuestros actos».
«Hay que ver señores... Enteraos de una puta vez como funciona esto. Yo jamás defenderé a un gitano. Pero si miramos mas alla, vemos que la culpa la tienen los jueces, el gobierno de mierda, de maricones que tenemos, y la seguridad que ya ni tenemos...»
«Hijos de puta. Moriros ya de una puta vez que solo causáis desgracias en España! Hijos de puta no tenéis ni dos cojones para ir uno contra uno. Hijos de puta».
«Si en 500 años no se ha conseguido integrarlos en una sociedad normal no se conseguirá jamás. Solo queda la exterminación física. Expulsión o muerte. A qué esperamos? Ya no es racismo es un problema social. «Hitler elimino a medio millon, joder que corto se quedó».
«El mejor gitano... a tres kilómetros debajo del Titánic! Por mí, esterilizaría a todos los gitanos y gitanas para que dejaran de reproducirse, y a los que ya hay los metería en una isla para ellos solos donde puedan hacer su ley y matarse entre ellos».
Sí, conviene preguntarse si esto es la libertad de expresión a la que se refiere el artículo 20 de la Constitución Española. Y si no lo es, ¿qué han hecho los poderes públicos para pedir responsabilidades a sus autores? ¿Qué dice la legislación actual sobre estos comportamientos? ¿Tienen alguna responsabilidad los administradores del soporte informático que han permitido la publicación de estos exabruptos?
Estas y otras preguntas se me han ocurrido en el Día Mundial de la Libertad de Prensa y a ellas trataré de contestar en un próximo comentario.