Por José Mª Salcedo Gener, jurista miembro del Grupo Derechos por la Paz del MPDL
Contrastan las celebraciones festivas y multinacionales conmemorativas de los veinte años de la caída del Muro de Berlín con el silencio y la falta de sensibilidad internacional que se cierne sobre la existencia construcción y ampliación del muro llamado con razón Muro de Israel ya que sólo a este Estado corresponde la iniciativa y responsabilidad de su presencia real y actual.
Sin base legal alguna ya que ni en los acuerdos de Madrid, de Oslo, ni en la hoja de ruta de 2003 apoyada por la resolución 1515 del Consejo de Seguridad de la ONU con fecha 19 de noviembre del citado año se prevee o se reconoce que la solución unilateral del Estado de Israel de levantar el muro tenga cobertura de ninguna clase ya de orden internacional o una justificación seria y satisfactoria.
Por el contrario el 9 de junio de 2009, se conmemoró el quinto aniversario del veredicto de la Corte Internacional de Justicia de la Haya que declaró formal y expresamente que tanto el muro como los asentamientos israelíes en Cisjordania son ilegales desde el punto de vista del Derecho Internacional.
La decisión de la Corte va mucho más allá ya que ordena que Israel debe cesar la construcción del muro, desmantelar las secciones ya instaladas y retornar a los palestinos toda la tierra ocupada bajo el pretexto de un trazado "racional" del muro, condenando al Estado de Israel a reparar los daños producidos por el requisamiento y destrucción de hogares, negocios e infraestructuras agrícolas a los palestinos afectados por esas medidas.
Ante todo ello lo más difícil de entender y que denota una mala fe incalificable es que cinco años después de la decisión de la Corte Internacional de Justicia, el Estado de Israel continúa la construcción del muro haciendo oídos sordos no ya a las decisiones de los Tribunales sino también a las protestas de la inmensa mayoría de los Estados, incluso de aquellos con los que ha mantenido una tradicional relación de amistad (véase entre otros a Francia).
Así presentado parece un problema de orden jurídico o internacional y sin embargo es una auténtica tragedia para el pueblo palestino y con independencia de la forma en que por ejemplo la conmovedora película Los limoneros retrata esa situación, algunos datos pueden ayudar a visualizar esa iniquidad.
El muro tiene una extensión lineal planeada de 711 kilómetros (el de Berlín no pasaba de 45 Km en la Ciudad y de 115 km de separación con la RDA) que es más del doble de la frontera de 1967 entre la Ribera Occidental e Israel (la famosa línea verde de los acuerdos de paz).
Hay secciones del muro que tienen 8 metros de alto en bloques de hormigón que suponen más del doble de altura que tenía el muro de Berlín. El 82 % del muro se ha construido o se planea sobre territorio palestino ocupado, penetrando a veces hasta 22 km en dicho territorio.
Más de 35.000 palestinos con cédulas de identidad de la Ribera Occidental y 268.000 palestinos de Jerusalén quedarán aislados al oeste del muro; otros 50.000 de 38 aldeas o ciudades palestinas estarán aprisionados en zonas declaradas «cerradas» por Israel entre el muro y la frontera de 1967. Y en este mismo aspecto 28 comunidades palestinas con 125.000 habitantes aproximadamente estarán cercadas en tres de sus linderos por ese muro y otras 8 comunidades con casi 26.000 palestinos rodeadas en sus cuatro linderos por dicha construcción.
Por el contrario el trazado del muro incorpora 80 asentamientos israelíes en Cisjordania con aproximadamente 350.000 colonos.
Todos estos datos son suficientemente significativos de lo que supone para el pueblo palestino una imposición unilateral carente de base legal o justificación seria y por tanto debemos como juristas exigir el cumplimiento inmediato y total de la decisión de la Corte Internacional de Justicia de 9 de julio de 2004 y pedir que el Estado de Israel cese en su política obstruccionista de las resoluciones internacionales causando de esta forma un daño continuo al pueblo palestino y a la Comunidad Internacional que ve como la tensión provocada por el muro pone nuevamente en peligro la paz en Oriente Próximo.