El sistema natural que brinda a la humanidad aire, agua y alimentos funciona gracias a 8,7 millones de especies de plantas, peces, insectos y otros animales. Los científicos coinciden en que esos seres vivos se están extinguiendo a un ritmo acelerado, amenazando gravemente el futuro del género humano,.
En respuesta a esta amenaza, casi todos los países del mundo acordaron, en el marco del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CBD), proteger el 17 por ciento de las áreas terrestres del planeta y conservar el 60 por ciento de las especies vegetales para el año 2020.
Estos objetivos, incluidos en las 20 Metas de Aichi, solo podrán cumplirse si se protegen adecuadamente muchas más tierras en el Caribe, América Central y el norte de América del Sur, según un nuevo estudio publicado el 6 de este mes en la revista Science.
La investigación«Achieving the Convention on Biological Diversity's Goals for Plant Conservation» (Cumpliendo los objetivos del CBD para la conservación de las plantas), analiza la distribución de 110.000 especies vegetales y determina que un 67 por ciento de ellas se encuentran en el 17 por ciento de su área terrestre, principalmente en regiones tropicales y subtropicales.
«Nuestro artículo expone las áreas prioritarias para la protección, de acuerdo a su riqueza de especies», dice uno de los coautores, Stuart Pimm, de la Duke University, en el oriental estado estadounidense de Carolina del Norte.
Esas áreas prioritarias incluyen Panamá, Costa Rica, Ecuador, el norte de Perú y las islas del Caribe, agregó.
Costa Rica posee casi 800 especies endémicas, que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. Canadá, con una superficie casi 200 veces mayor al pequeño país centroamericano, tiene apenas 70 especies únicas, dispersas en su área terrestre de nueve millones de kilómetros cuadrados.
El motivo de este desequilibrio es el clima frío de Canadá y la última Era del Hielo, que hace 10.000 años enterró todo su territorio bajo una capa helada de varios kilómetros de profundidad.
El estudio concluye que menos de la sexta parte de las regiones prioritarias están protegidas. Aunque Costa Rica protege por lo menos el 20 por ciento de su área terrestre, mucho más que casi cualquier otro país, no hay suficiente información para saber si eso alcanza, dice Pimm.
«En lo relativo a las plantas no tenemos datos para determinar cuánto debería protegerse en cierto país o dónde deberían estar esas áreas» dentro del mismo, explica.
En cambio, hay mucha más información sobre aves y otros animales, y se utiliza para identificar los «puntos calientes de la biodiversidad».
Este nuevo estudio confirma la existencia de la mayoría de esos lugares, pero lleva el análisis más lejos con una mejor metodología. Hay una correlación entre la diversidad de plantas y la de otras especies, pero también abundan las excepciones. Un bosque tropical puede tener muchos anfibios, mientras que una isla tropical con una cantidad similar de plantas puede no tener ninguno, explica Pimm.
La mayoría de los parques nacionales y áreas protegidas existentes están a menudo en zonas remotas, áridas o inhóspitas. Con estos nuevos datos es más fácil determinar zonas ricas en biodiversidad para protegerlas.
«La cruel realidad es que la mayoría de las áreas prioritarias que necesitan protección generalmente están en países pobres, como Madagascar o Ecuador», dice otro coautor del estudio, Clinton Jenkins h, ecologista y experto en conservación de la North Carolina State University que además trabaja para una organización no gubernamental brasileña.
«Costa Rica tiene que proteger una porción más grande de su superficie que Canadá si queremos detener la marea de extinciones», sostiene Jenkins.
Movilizar apoyo internacional para proteger la biodiversidad en otros países ha sido muy difícil. En el marco del Plan Estratégico de la CBD para cumplir estos objetivos en 2020, los países industrializados acordaron duplicar la ayuda destinada a la biodiversidad para 2014 y mantener esos niveles hasta el último año del plan.
«Esto es clave para lograr cualquier objetivo», dice David Ainsworth, portavoz de la CBD.
Ecuador propuso proteger 10.000 kilómetros cuadrados de su región amazónica para evitar la perforación petrolífera mediante la iniciativa Yasuní-ITT, destinada a dejar en el subsuelo el crudo del parque amazónico homónimo a cambio de una compensación económica internacional estimada en unos 3.500 millones de dólares, recuerda Jenkins.
Pero en cinco años, el fondo destinado a reunir esos recursos no ha obtenido más de 13,3 millones de dólares, y ahora Ecuador se prepara para permitir las perforaciones.
Según Jenkins, ya se está construyendo una nueva carretera que atraviesa la región.
Inevitablemente, las carreteras traen deforestación, con impactos negativos también sobre las comunidades indígenas locales, plantea. Los pueblos originarios tagaeri y taromenane viven en un aislamiento voluntario en esa región.
Si se emplea la perforación direccional de largo alcance se pueden minimizar los daños, porque no son necesarias las carreteras. No implica forzosamente más costes, pero no todas las empresas dominan la tecnología, dice.
«Si se va a extraer petróleo, le corresponde al gobierno ecuatoriano asegurarse de que las empresas causen el mínimo impacto», opina Jenkins.
Algunas regiones del mundo son sencillamente más importantes para la biodiversidad. El Yasuní es una de ellas. «O se protege las especies de la extinción o estas desaparecen para siempre, y nadie las volverá a ver jamás», enfatiza. «Es inmoral permitirlo».