Si Obama ataca, la tragedia siria será suya y no de Irán

Tras el anuncio de que el gobierno de Estados Unidos podría atacar Siria en breve, ha quedado muy poco por decir. El hecho de que el presidente Barack Obama sea un guerrero renuente agrega peso a la justificación de su ataque, se nos dice.

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Seguramente un guerrero renuente no usaría un desastre humanitario como cobertura, se añade. También deberíamos tener en cuenta que, ante la «línea roja» que Obama trazó el año pasado para intervenir en Siria (que Damasco empleara armas químicas en el conflicto armado interno), la credibilidad estadounidense está en juego.

Y, desde luego, se nos recuerda la necesidad de que Estados Unidos sea el protector de la ley mundial y civilizada que prohíbe el uso de armamento químico.

Ninguno de estos argumentos convencerá a los críticos de la acción militar.

Obama, el secretario de Estado John Kerry, y el de Defensa, Chuck Hagel, difícilmente cuadren en el papel de doctor Strangelove, sentado sobre una bomba dirigida a Damasco, pero la falta de claridad sobre lo que pase el día después resulta por lo menos imprudente.

Si el régimen sirio usó armas químicas, ¿no sería razonable asumir que una acción militar limitada –concebida solo para castigar, pero no para derrocar al presidente Bashar al Assad— daría pie a un mayor empleo de esas armas y más devastación?

Sí, la credibilidad estadounidense está en juego, pero asociarla al músculo militar podría entrañar una mayor pérdida de ella en áreas más importantes.

La revelación de que, en mitad de una crisis humanitaria, la dirigencia política de Washington está enfrascada en el lanzamiento de misiles puede resultar en una seria falta de credibilidad y en el fracaso del supuesto liderazgo mundial, construido sobre la bancarrota moral e ideológica.

Puede que algunos en Siria y otros lugares de Oriente Medio saluden la acción militar, pero si el gobierno de Obama es incapaz de emplearla para mostrar cierto tipo de liderazgo y lograr que la tragedia siria termine mediante un proceso político serio, entonces la medida será repudiada por todas las partes.

Se ha dicho que una operación militar de Washington en Siria entrañaría un gran dilema para el nuevo y moderado gobierno de Irán, que deberá decidir qué hacer ante la situación del único aliado iraní en Oriente Medio, mientras internamente los sectores de línea dura lo presionarán para que responda.

No será así. En un post http://www.lobelog.com/has-hassan-rouhani-endorsed-force-in-syria/ de loblog.com, Jasmin Ramsey mostró ya la tibia reacción de Teherán ante un posible ataque estadounidense.

La verdad es que si Obama ordena una acción militar, la tragedia siria pasará a ser suya y no de Irán.

En el actual clima poselectoral de la República Islámica de Irán, donde se percibe un movimiento hacia la reconciliación nacional tanto dentro de la elite como entre el gobierno y el pueblo, nada le calza mejor a Teherán que desentenderse de este problema sin hacer ruido.

El argumento a favor de un mayor apoyo a Al Assad triunfó en Irán cuando la caída del régimen sirio se mostraba como el resultado deseado por Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel.

Pero los acontecimientos actuales en Siria están bastante más allá de una guerra por poder. La violencia está fuera de control y ha desbordado las fronteras de los países vecinos. Por supuesto, Irán no comparte límites con Siria.

Pero, tanto o más importante: la ideología que la tragedia siria ha engendrado con amplio apoyo de fondos sauditas y qataríes –antichiita, antiiraní, antiestadounidense y antisemita, si bien por ahora no virulentamente antiisraelí— será un problema mayor para el país que la «compre».

Y comprarla es precisamente lo que está a punto de hacer el gobierno de Obama, sea que actúe en nombre de la credibilidad o del castigo y supuestamente solo mediante una descarga de Tomahawks por unos cuantos días.

*Farideh Farhi escribe en el blog de Jim Lobe, lobelog.