«No pagamos Europa con Kosovo». Así se pronunciaba a finales de febrero Bo¸idar Đelić, vicepresidente del gobierno serbio para la integración europea, ante las conjeturas de los medios serbios sobre si la UE condicionaba la adhesión serbia con el reconocimiento de Kosovo. El ministro se apresuró en apuntar que «ni Kosovo es una condición para Europa, ni Serbia aceptará que Kosovo se convierta en una condición para Europa. La integración europea y la solución de Kosovo son dos cosas diferentes».
No obstante, resulta evidente que todo sería más fácil si el problema de Kosovo no mediatizara cada paso de los serbios hacia el club europeo. Una voz con crédito en la política serbia, el embajador serbio en Berlín, Ivo Visković, en una entrevista concedida a Euroactiv Network reconoce que «el problema de Kosovo se solucionará antes de que Serbia se una a la UE». La entrada de Serbia en la UE es la promesa política bandera de la actual coalición de partidos en el poder. Cualquier mano tendida de la UE es capital para el gobierno del presidente Boris Tadić.
El gobierno se apuntó un tanto con la liberalización del régimen de visados y la inclusión de Serbia entre los países de la Zona Schengen a finales del año 2009. Con todo, cuando Serbia presentó su solicitud formal de adhesión a la UE bajo la Presidencia sueca, el 22 diciembre pasado, el finlandés Olli Rehn, que por aquel entonces era el comisario europeo responsable de la ampliación de la UE, se tomó su tiempo para destacar los logros del país más poblado de los Balcanes occidentales, pero también para desmentir que la fecha de adhesión de 2014 entrara en los planes de la UE, sino más bien debería considerarse la década siguiente. La realidad es que Serbia todavía no es candidato oficial a convertirse en miembro de la UE aunque desde el gobierno se haya insinuado que a finales del año 2010, comienzos del siguiente, se pueda oficializar esta candidatura aprovechando el tirón de la Presidencia Española en la UE.
El Tribunal Internacional de Justicia debe decidir ahora sobre la legalidad de la declaración de independencia de Kosovo (2008), declaración que el pasado 17 de febrero cumplió dos años de vida. En principio estaba decidido que la sentencia fuera conocida en junio, aunque el diario serbio Politika, así como otros medios, especulan con que esta decisión se retrasará al mes de noviembre. Entre los motivos que esgrime la prensa serbia está que la comunidad internacional quiere que Ratko Mladić sea entregado al Tribunal de la Haya antes de la publicación de la sentencia. Se puede anticipar que cualquiera que sea la decisión final, no se espera que la independencia de facto kosovar se vaya a revertir, tal como dice el Director del Forum de Relaciones Étnicas, Dušan Janjić.
Serbia no tendrá fácil cambiar los equilibrios de poder. Pese al apoyo de países como Rusia, China o España, al día de hoy la diplomacia serbia vería como una victoria sentar en la mesa de negociaciones a los albaneses. La partición del norte kosovar, de mayoría serbia, donde existen estructuras paralelas leales a Belgrado, ocupa el pensamiento de algunos comentaristas. Esta posibilidad, aunque muy remota, es la solución a la que podría aspirar un gobierno serbio que al menos públicamente no se plantea esta alternativa. «Nosotros esas ideas las hemos desechado absolutamente», según declaraciones del Secretario General del Ministerio de Kosovo y Metohija en el gobierno serbio, Oliver Ivanović. Por el contrario, el embajador de Gran Bretaña en Serbia Stephen Wordsworth, en declaraciones a un diario serbio, dijo que Kosovo «ha sido reconocido por el 60% de los países de la OCDE, el 70% de los miembros del Consejo de Europa y entorno al 80% de los miembros de la UE. La República de Kosovo es un Estado independiente que se ha convertido en miembro del FMI y el Banco Mundial [...] Es irreal pensar que todo esto vaya a volver atrás».
Tanto el gobierno serbio como el conjunto de la oposición se han negado a reconocer con vehemencia un Kosovo independiente. Y es que EE.UU, Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia incluso hicieron llegar a Belgrado este invierno, a través de vías diplomáticas, una protesta por la retórica nacionalista de la clase política serbia en lo que a las reivindicaciones sobre Kosovo se refiere. La posición del gobierno serbio es complicada. «Estamos afrontando un momento difícil en el que la presión sobre Serbia aumentará» dijo el Ministro de Asuntos Exteriores Vuk Jeremić. «Nosotros no vamos a librar una guerra, pero tampoco vamos a darnos por vencidos [...] No vamos a permitir que lo que es nuestro nos sea arrebatado».
Serbia y la OTAN
En los últimos meses la diplomacia serbia ha tenido mucho trabajo. Su posición no resulta fácil en un momento en el que tiene demasiados frentes abiertos, sin que se aventure una solución inmediata y definitiva para ninguno de ellos. Al sempiterno problema de Kosovo se ha añadido el de la integración de Serbia en la OTAN. Un tema espinoso para el ejecutivo, desde que algunos líderes de la oposición y 200 prestigiosos intelectuales pidieran la celebración de un referéndum para conocer la opinión de los serbios en el mes de enero pasado. El gobierno sabe que este referéndum podría hacerle perder muchos votos y al mismo tiempo fortalecer a la oposición, habida cuenta de los bombardeos de la OTAN sobre la antigua Yugoslavia; y por añadidura, la participación de la alianza en el proceso de independencia kosovar, y el impacto negativo que ha tenido en la opinión pública las guerras de Afganistán e Irak. El Presidente serbio Boris Tadić dice que en ninguna parte del mundo se organiza un referéndum sobre lo que no se quiere, sino sobre lo que se quiere.
No todo son malas noticias. El Presidente serbio se reunió en un encuentro informal en Opatija (en la costa croata) con su homólogo croata, Ivo Josipović, la semana pasada. Declararon que las denuncias reciprocas ante el Tribunal Internacional de Justicia por la comisión de genocidio durante la Guerra de Croacia (1991-1995) era posible que se resolverían fuera de los tribunales. Después de que Croacia reconociera la independencia de Kosovo este tema si cabe se había vuelto más delicado. Ambos presidentes mostraron su voluntad de colaborar en su camino hacia Bruselas, y Tadić afirmó que «desea que toda la región del Sureste europeo esté al final en la UE», y lo que todavía genera importantes quebraderos de cabeza en la comunidad internacional: el compromiso de ambas partes de que la integridad de Bosnia y Herzegovina no entre en cuestión.
Reconocimiento de la matanza de Srebrenica
Finalmente después de un largo debate parlamentario este martes 127 de 250 diputados aprobaron una resolución contra la matanza de Srebrenica, impulsada desde la coalición en el gobierno. Por aquel entonces las tropas serbo-bosnias de Ratko Mladic asesinaron a 8000 musulmanes durante la Guerra de Bosnia en 1995. Sobre la resolución no ha habido consenso absoluto en la cámara. La declaración no ha estado exenta de polémica. Mientras el DSS (Partido Democrático de Serbia) y el NS (Nueva Serbia) votaron en contra, el Partido Radical Serbio (SRS) y el Partido Liberal Democrático (LDP) no asistieron a la votación, como el Partido Progresista Serbio (SNS), que salió poco antes de la sala. Las posturas de la oposición van desde la ausencia de necesidad de aprobar esa declaración si se tienen en cuenta las matanzas también sufrida por el pueblo serbio durante la guerra, hasta la postura contraria de los liberales por no haber incluido en la declaración el término «genocidio». Al mismo tiempo la presidenta del hemiciclo, Slavica Đukić-Dejanović, ha fijado para este jueves las conversaciones parlamentarias para emitir un documento que condene los crímenes cometidos sobre los serbios en la antigua Yugoslavia. Pese a la falta de unanimidad de la declaración sobre Srebrenica esta resolución representa un nuevo guiño del gobierno serbio a la comunidad internacional y, especialmente, a la UE.
Ante algunos de los problemas en la región, todavía sin solución para Serbia, la UE se mantiene como el recorrido por donde transitar para la mayoría de los serbios y sus representantes. «Nosotros merecemos ser miembros por nuestra localización, por nuestro sistema de valores, nuestra cultura y nuestro sistema político. No somos un país que mira hacia atrás. Nosotros creemos intensamente que podemos alcanzar los estándares europeos, incluso si tenemos características que pueden ser resultar extrañas para algunos miembros dentro de la UE», dice el embajador Ivo Visković.
Miguel Rodríguez Andreu, becario de la AECID en la Facultad de Ciencias Políticas de Belgrado (Serbia), para euroXpress